Un dibujo que mejora

La decisión de Alberto Monteagudo de cambiar al 4-2-3-1 con la introducción de Juan Muñiz en la mediapunta y con Barreiro de único de único delantero coincide con el impulso del juego del Lugo

Muñiz y Lazo pugnan por el balón con un jugador del Rayo Majadahonda. VICTORIA RODRÍGUEZ
photo_camera Muñiz y Lazo pugnan por el balón con un jugador del Rayo Majadahonda. VICTORIA RODRÍGUEZ

LUGO. No es un entrenador inamovible Alberto Monteagudo. No es un técnico monolítico, sin aristas ni capacidad de cambio el de Valdeganga. Desde su llegada a finales de octubre, el manchego se ha caracterizado por modificar lo que iba mal y tratar de impulsar las virtudes de los jugadores que atravesaban un buen momento de forma. Bajo esa premisa, el Lugo fue un equipo indetectable en los onces iniciales y en la distribución de sus futbolistas sobre el césped. Si el sistema preferido fue el que juntó a dos delanteros con cuatro centrocampistas por detrás o el de tres centrales y dos carrileros largos, en las últimas semanas ha ido ganando terreno la introducción de un mediapunta, un delantero referencia en terreno contrario y la posición de dos mediocentros sobre la medular.

Con el 4-2-3-1 sobre el verde del Carlos Tartiere y el Ramón de Carranza, el Lugo volvió a mostrar síntomas de recuperación futbolística, de competitividad y equilibrio y la generación de ocasiones en terreno contrario con regularidad. Los últimos minutos de Oviedo y los noventa de Cádiz muestran el camino a seguir con un dibujo que se ajusta a las características especiales de varios futbolistas rojiblancos.

El primero y una de las claves de la mejoría es Juan Muñiz. El asturiano, que ha jugado de casi todo esta temporada, muestra sus mejores condiciones como unidad de enganche entre los dos mediocentros y el "nueve".

Además de obligar a que el centro del campo rival no pueda dejar espacios entre líneas –que Muñiz sabe aprovechar por su capacidad para los pases decisivos y en profundidad o el disparo a puerta-, también permite que no haya un latifundio entre los mediocentros y los delanteros. A nivel defensivo también permite que Pita y Seoane o Sergio Gil hayan tenido más ayudas en la recuperación y el cierre de espacios. En la construcción del juego es una herramienta más para la asociación con la medular y los miembros de la segunda línea que caen de fuera hacia dentro, como son los casos de Tete Morente en la derecha y José Carlos Lazo en la izquierda.

El dibujo empleado en el Tartiere -en la última media hora- y en el Carranza también favorece el papel de Manu Barreiro. El compostelano es un punta al uso. Alto, con envergadura suficiente para proteger el balón y favorecer las segundas jugadas, con la habilidad técnica para llevar a cabo descargas al primer toque sobre los extremos o la combinación con Juan Muñiz y con la experiencia y sabiduría para maniobrar en el área, el santiagués ha rendido con más comodidad como única referencia y no compartiendo sitio con otro delantero.

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