Pasión por lo extremo

Los lucenses Juan Rubio Capón y José Antonio Fernández Dablanca comparten su afición por el enduro. Ambos se embarcaron en una dura aventura en Rumanía, la meca de este deporte

El piloto lucense José Antonio Fernández Dablanca, durante una prueba en Rumanía. EP
photo_camera El piloto lucense José Antonio Fernández Dablanca, durante una prueba en Rumanía. EP

Una aventura extrema a lomos de una moto. Un paraje espectacular rodeado de montañas y bosques en lo más profundo de Rumanía. Esa es la premisa con la que dos intrépidos lucenses apasionados del enduro, partieron hacia el otro lado del continente para disfrutar de su gran pasión y superarse a sí mismos. Juan Rubio Capón y José Antonio Fernández Dablanca son aficionados a las motos desde pequeños, una pasión que ha ido en aumento y a la que ni la carga económica de los viajes, ni los obstáculos laborales han conseguido frenar.

Rumanía, la cuna del enduro extremo, fue el lugar elegido por estos dos aventureros para disfrutar de una disciplina que une la destreza del trial, el control del motocross y la velocidad del asfalto. Ambos pilotos ya han competido en esta disciplina en otros lugares, como Portugal, pero Rumanía se presentaba como un desafío del que no podían rehuir.

"Ahora lo que esta de moda es el enduro extremo. Hay un día que es de prólogo, una locura con rocas, rampas, escaleras de madera, palés, neumáticos, pasarelas... es una animalada. Ese prólogo es lo que te da el orden de salida de primer día. La carrera en Rumanía es un día de prólogo y cuatro de carrera. Todas son así, un prólogo y después dos, tres, o cuatro días de carrera. Rumanía es la meca de los extremos, hay carreras en diferentes rincones del mundo, Polonia, Austria... nosotros solemos hacer siempre Portugal, por la cercanía, pero este año nos aventuramos a hacer Rumania", comenta Fernández Dablanca.

Esta pasión por la aventura extrema es una manera de conocerse a uno mismo y saber cuáles son las virtudes y limitaciones de cada persona. Juan Rubio y José Antonio Fernández conocen perfectamente sus capacidades encima de una moto de enduro y disfrutan de lo extremo de la competición.

"El objetivo del extremo es buscar la superación en el aspecto físico y mental y saber lo que puedes dar. En Rumanía era la decimoquinta edición, y por eso nos iban a apretar más, pero no contaban que pudiera llover, y claro, se puso a llover y el recorrido se hizo intransitable. Física y mentalmente acabas destrozado, y al día siguiente lo mismo. Son recorridos distintos pero la dureza es parecida, además influye la posición, porque si sales antes la pista está más limpia, hay menos barro... dependes de muchos factores", explica el piloto lucense.

Las rampas, los acantilados, y los obstáculos de circuitos como Portugal y Rumanía no son una limitación para estos dos lucenses que pretenden cruzar la barrera de sus límites y disfrutar, a lomos de una moto, de los peligros que vayan surgiendo en su camino.

Paisajes espectaculares, riesgo y aventura son el alimento de los apasionados del enduro extremo, una disciplina desconocida y solamente apta para los pilotos más intrépidos y valientes.

Medidas de seguridad
A pesar de ser una competición extrema y por supuesto con riesgo debido a la dificultad de los trazados, la seguridad es uno de los puntos importantes de la competición. Los dos pilotos lucenses destacan la cantidad de recursos que la organización dispone para que los pilotos que compiten no corran riesgos innecesarios.

"Llevas un equipo de seguridad que te verifican al salir: espejo, linterna, mechero, mapa, GPS, manta térmica... llevas casi siete kilos encima. Además hay dos helicópteros y cada 15 kilómetros un punto de asistencia de salvamento. Está muy bien organizado, pero te desplomas por una loma y aunque no te hagas daño tienes que esperar a que venga el helicóptero, porque la moto de allí no sale. Al principio nos sorprendió mucho el tema de la seguridad, pero llevan 15 ediciones y ya saben por qué lo ponen", comentan los pilotos.

Una noche al raso
Una de las anécdotas curiosas que cuentan los pilotos lucenses ocurrió hace dos años, cuando un piloto de unos 50 años sufrió un percance con su moto y no pudo continuar la prueba. El piloto no sufrió ninguna lesión, pero la lluvia mojó las pilas de su GPS y de su teléfono, y tuvo que dormir al raso hasta que fue rescatado al día siguiente.

 

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