Las patadas de Pep Guardiola

HAY POCAS COSAS que duelan más que un golpe en los testículos. En el deporte es algo muy frecuente y desde siempre la única solución pasa por esperar, por rezar para que los segundos vuelen hasta que las cosas vuelvan a su sitio. Hasta que llegó Bozidar Maljkovic con una solución mágica.

Durante su etapa en el Unicaja Málaga, uno de sus jugadores sufrió un golpe en la zona crítica y Maljkovic acudió en su auxilio. El pobre hombre se retorcía de dolor y el técnico croata le pidió que se sentara en el suelo y estirara las piernas. Entonces, sin avisar, le soltó una fuerte patada en la planta de los pies.

Poco a poco, el dolor fue remitiendo y el método de Maljkovic corrió de boca en boca hasta convertirse en una especie de Bálsamo de Fierabrás.

Con el paso de los años alguien se atrevió a preguntarle al brujo Maljkovic por su secreto, por qué una patada en la planta de los pies aliviaba un dolor en los testículos. El entrevistador esperaba una respuesta sabia, pero quizás no tanto como lo fue. «No hay ningún secreto, fue algo que se me ocurrió en el momento. Pensé que si le daba una patada en los pies se olvidaría del dolor en la entrepierna, y al parecer funciona».

Maljkovic acaba de encontrar un seguidor en la figura de Pep Guardiola. El técnico del Bayern de Múnich es para el barcelonismo una figura mítica, pura, que además de ganar predica elegancia allá por donde pasa.

Tras despedirse del Barcelona, de su Barcelona, Pep dejó claro que nunca ficharía un futbolista del equipo catalán, que no podría traicionar al equipo de su vida. Pero el destino, que es caprichoso, le ha puesto un caramelo delante de sus ojos. Thiago Alcántara, por no haber jugado una cantidad determinada de partidos la temporada pasada a las órdenes de Vilanova, cuesta solo 18 millones de euros. Una ganga.

El futbolista quiere estar en el Mundial de Brasil y para ello tiene que convencer a Vicente del Bosque desde el césped, y en el Barcelona sabe que lo tiene muy complicado con Xavi, Iniesta, Busquets y compañía.

Guardiola nunca ficharía a Thiago si este quisiera seguir en el Barça, pero antes de que se marche al Manchester United lo quiere a su lado, aunque para ello tenga que faltar a su palabra.

Pep sabe que si el aficionado culé se levanta un día y lee en el periódico que Thiago se marcha al Bayern le va a sentar como una patada en los testículos, así que necesita dar una patada en la planta de los pies a alguien. ¿A quién? A Sandro Rosell, sin pensarlo.

La rajada de Guardiola del pasado jueves fue tal que su deseo de fichar a Thiago pasó a un segundo plano. Tal era la furia del dragón que el barcelonismo pareció verse obligado a sacrificar a Thiago para calmar el apetito de la bestia.

La Guerra Civil ha estallado. Guardiola no traga a Rosell y Joan Laporta, uña y carne con el actual técnico del Bayern, acaba de anunciar que su intención es presentarse de nuevo a la presidencia del Barcelona.

Guardiola, Laporta y Cruyff son un tridente demasiado peligroso para Rosell, al que solo los éxitos deportivos asegurarán su presencia en el palco del Camp Nou. Pero el presidente culé tiene un as en la manga: vender los ataques a su persona como ataques al Barcelona.

Ese es el problema para Guardiola, que con estas batallas pierda puntos para la canonización como barcelonista. Ayer mismo, el director de Mundo Deportivo, Santi Nolla, recordaba en un artículo de opinión que el técnico de Sampedor ya no trabaja para el Barça, pero al mismo tiempo, le costaba situar a Pep al otro lado de la trinchera. El título lo dice todo: ‘Guardiola es un adversario’. Tacharlo de enemigo sería situarlo a la altura de, por ejemplo, José Mourinho, y eso no puede ser, por muchas patadas que dé.

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