Las cuestas del Tour de Francia

LA HISTORIA del Tour se escribe cuesta arriba, en las rampas de los Pirineos y Los Alpes. Las leyendas de la bicicleta tiñeron de amarillo sus carreras en puertos que suenan al mismo tiempo a sufrimiento y a edén: Tourmaltet, Alpe d’Huez, Galibier, Aubisque, Izoard...

Hasta los especialistas contrarreloj, mitos como Anquetil e Induráin, saborearon la gloria en París gracias a su poderío en la montaña. De qué habrían servido sus exhibiciones contra el crono si antes no hubieran estado cerca de los escaladores en las carreteras más altas de Francia.

Y la montaña llega hoy al Tour 2013. Ha llegado el día para que Contador se enseña y para que Froome demuestre que es el rival a batir. Miles de aficionados se pasarán el día en una cuneta para ver pasar durante unos segundos a un grupo de deportistas al límite de su fuerzas en el que creen a pesar de que el fantasma del dopaje planee siempre sobre ellos.

El Tour de Francia, el más interesado en que el ciclismo sea un deporte limpio, es a la vez quien más lucha por destapar los casos de dopaje. ¿Está disparándose al pie? ¿Está ensuciando su propio nombre? No, lo único que busca es poder dormir tranquilo, y por eso colabora codo con codo con las agencias encargadas de desenmascarar a los tramposos.

El dopaje existió, existe y existirá en el deporte, no solo en el ciclismo y en el atletismo, que parecen los únicos decididos a luchar en serio contra este mal. La pregunta es ¿no hay más casos porque no se pueden detectar o porque no se quiere?

En el caso del ciclismo está claro que si no saltan más casos a la luz es porque el dopaje en muchos casos es demasiado rápido y va por delante de los métodos para detectarlo.

El ejemplo más claro es el de Lance Armstrong. La imagen del ciclismo en los últimos años, el héroe que venció al cáncer para conquistar siete Tour de Francia ha caído y con él la esperanza de muchos aficionados. ¿Cómo creer en un deporte si el mejor hace trampas y nadie es capaz de ver cómo las hace?

Porque el estadounidense ha caído, pero nunca ha dado positivo. No hay ningún caso de dopaje registrado de Lance Armstrong. Sospechas y evidencias muchas, pero un frasco con sangre del texano adulterada por una sustancia dopante, no.

La agencia estadounidense antidopaje acusó a Armstrong de utilizar «el sistema más sofisticado, profesionalizado y exitoso de dopaje que el deporte jamás ha visto» y el propio corredor lo admitió todo en una entrevista televisada.

Pero... ¿era Armstrong el único deportista en el mundo con el poder económico necesario para aprovecharse de un sistema de dopaje capaz de burlar todas los controles? ¿Era el US Postal la única entidad deportiva poderosa dispuesta a gastar parte de su millonario presupuesto en un programa de dopaje invisible?

Será difícil saberlo, así que lo único que queda es plantarse hoy en las cunetas de las carreteras de los Pirineos y ver pasar a unos hombres que sienten el aliento de la lucha antidopaje en su cogote porque su deporte, el ciclismo, quiere ser limpio y está dispuesto a llevar esa bandera hasta el final. Y si de paso arrastra a otras disciplinas, pues mejor que mejor.

El pasado 2 de julio, sí, el de 2013, la Uefa anunció que a partir de esta temporada comenzará a hacer controles sanguíneos en todas las competiciones continentales. Vamos, que hasta ahora, si un club de fútbol quisiera recurrir a las trampas para triunfar en Europa no le haría falta utilizar «el sistema más sofisticado, profesionalizado y exitoso de dopaje que el deporte jamás ha visto».