UNA espera eterna. Treinta y nueve años para volver a recibir al vecino. Casi cuatro décadas para recuperar las sensaciones de jugar al mismo nivel con el rival herculino en la Liga. Nunca lo hicieron tan arriba. Nunca en Segunda División, a un paso de la élite absoluta, con las opciones de asombrar al fútbol español logrando un triunfo histórico. El Lugo recibe hoy al Deportivo (18.15 horas, La Sexta) con la energía y la motivación de vencer a un gigante del fútbol gallego. La opción de engrandecer a una grada expectante es un premio muy jugoso, el que más, para la afición lucense.
Tendrá valor doble un triunfo ante los blanquiazules. Es indudable su valor numérico. De imponerse al actual líder de la categoría de plata, el grupo de Quique Setién habrá llegado a los 52 puntos y certificado su gran objetivo del año: la permanencia. Ese guarismo le daría la posibilidad de crecer en la tabla, aproximarse a la zona alta y reengancharse a la pugna por la promoción con el colchón de la salvación bajo sus espaldas.
Pero por encima del provecho en la clasificación está su impacto en la génesis del fútbol, en lo que le hace valioso para sus acólitos: generar una felicidad sin límites, regalar un recuerdo instalado en la memoria colectiva y abrazar un orgasmo compartido por miles de rojiblancos.
Ese impulso que aporta
