El juego de los hermanos Pin y Pon

El Dez Portas cuenta con varias sagas familiares entre sus filas. Juan Carlos Neira introdujo a sus hijos Carlos e Iván en el mundillo. Julio Pena regresó al tenis de mesa debido a la afición de Ignacio y Diego, mientras que las hermanas Andrea, Aroa y Sabela López, sin influencia paterna, dieron de lleno con su deporte favorito

Varias de las sagas familiares que forman parte del Dez Portas. SEBAS SENANDE
photo_camera Varias de las sagas familiares que forman parte del Dez Portas. SEBAS SENANDE

EL DEZ PORTAS no es una familia. Y no porque se lleven mal unos deportistas con otros; todo lo contrario. El Dez Portas no es una familia porque, sencillamente, son varias. Literalmente. Parece ser que en el tenis de mesa, como en el flamenco, la mafia o Can Roca, la cosa se queda en casa. En varias casas. Sea por genética o por ambiente, en Lugo, si el gusanillo entra por una manzana, el cesto acaba dándole a la pala. Los Neira, Los Pena o las hermanas López son solo algunos de los ejemplos de un deporte que arrasa en las sobremesas.

En casa de Juan Carlos Neira lo saben bien. Muchas cosas han cambiado desde que aquel chaval de 15 años —ahora cuenta con 51— comenzó, en la iglesia de A Milagrosa, a jugar "a lo que por aquel entonces llamábamos pimpón": "Había una mesa y comenzamos a jugar entre amigos. Con el tiempo fuimos mejorando poco a poco, subiendo también de categorías hasta la segunda nacional. Ahora tengo tres niños, dos chicos y una chica. Los niños, uno de 18 y otro de 16, llevan jugando desde los nueve años. Y la niña, que tiene cinco, ya quiere empezar a jugar", asegura.

La afición del cabeza de familia caló hondo en Carlos —el hijo mayor— e Iván, el mediano: "Gracias a él estoy aquí, fue quien me trajo", explica Carlos.

"No empecé por tradición, ni familiar, ni porque en Lugo jugara mucha gente. Salió de mí ese instinto hacia el tenis de mesa, me gustó y se lo intenté pasar a mis hijos. Obviamente, sin obligarlos nunca. Jugaron al fútbol también, pero lo que les gustaba era el tenis de mesa y por eso continúan", cuenta Juan Carlos, que reconoce que sus hijos ya son mejores que él.

"Puede ser que los alumnos ya hayan superado al maestro", asegura el hijo mayor: "Pero sigue haciéndolo bien. Se cuida y además hace deporte, que también es importante", añade.

Los progenitores ven cómo los niños a los que enseñaron a coger la raqueta se desenvuelven mejor que ellos mismos

La cantidad de horas que pasan todos juntos no provocan que la relación familiar se resienta. Todo lo contrario, la oportunidad de entrenar e incluso competir —el equipo del Dez Portas Grao de Ouro está formado mayoritariamente por los tres— aumenta la complicidad entre todos: "Al poder jugar todos hace que te motives y te guste aún más. Y en casa es cierto que hablamos muchas veces de tenis de mesa. Siempre surge el tema. Está bien, porque los tres sabemos de lo que estamos hablando", narra Iván Neira, el mediano de la familia.

Porque la saga parece que no termina aquí. Una nueva integrante está muy cerca de unirse al club: "Mi hermana pequeña tiene solo cinco años y todavía está empezando. Es mucho más grande la mesa que ella. Irá poco a poco, como fuimos todos".

La historia se repite en casa de Julio Pena: "Eu comezara a xogar ao tenis de mesa na escola, pero parei unha temporada grande de xogar. E aos meus fillos cando eran pequenos tamén lles comezou a gustar, entón apuntámonos todos para continuar xogando. Os nenos empezaron con cinco e dez anos", comenta Pena.

Por desgracia, o por fortuna, Julio Pena también tuvo que asumir la misma realidad que Juan Carlos Neira: "Xa fai tempo que me pasaron! Eu vinos desde que empezaron desde cero, pero agora xa son mellores ca min", reconoce Pena, cuyos hijos Ignacio y Diego cuentan con 17 y doce años respectivamente.

El padre de Ignacio y Diego narra que en casa llevan un pique, pero "moi sano": "Antes sempre lles dicía que lles ganaba, aínda que agora xa non podo", relata Julio.

Un caso diferentes es el de Andrea, Aroa y Sabela López. Aquí no hubo ningún progenitor aficionado al tenis de mesa: solo una amistad que terminó por envolver a las tres en su deporte favorito.

"Falou comigo unha amiga miña que xogaba e lle gustaba moito. Así que fun probar con Aroa, gustounos e seguimos xogando", indica Andrea López, la mayor de las tres hermanas que forman parte del Dez Portas.

Y en ello andan ahora. Andrea tiene 16 años y empezó con diez junto a su hermana Aroa, que no pudo resistirse a la tentación: "Elas pasábano ben, animáronme a ir aos adestramentos e gustoume", comenta la mediana de las hermanas López, a la que le atrae la "diversión" de "poder competir" y "estar cos compeñeiros coñecendo xente".

Sabela, que llegó al mundo más tarde que sus hermanas, también se unió al carro: "Veía a mis hermanas jugar, empecé y ahora me gusta. Espero poder estar mucho tiempo jugando", cuenta la hermana pequeña.

Los Neira, los Pena y las López, sin embargo, no son el único caso en el Dez Portas. Ramón y Hugo Becerra juegan en el equipo de Segunda Nacional, y Morufo Ahmed tiene varios hermanos que juegan a nivel profesional en España. Incluso el fundador del club, Miguel López, contó con dos hijos jugadores. Al fin y al cabo, Pin y Pon también eran hermanos.

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