"Hubo un momento en que solo tenía un dos por ciento de posibilidades de salir"

El icónico entrenador del baloncesto lucense, Fernando Fernández Allende, estrechamente vinculado al Breogán y al Ensino, se recupera en su casa tras estar varios meses en el hospital por causa del Covid-19

EL BALONCESTO femenino en la ciudad de Lugo no se puede entender sin la figura de Fernando Fernández Allende, un hombre que vinculó su vida a este deporte y sembró en la ciudad el germen de lo que poco tiempo después sería el Ensino. El inmenso cariño que le guarda el mundo del baloncesto lucense a Fernando se hizo plausible durante los últimos meses, cuando el Covid-19 estuvo a punto de llevarse a un auténtico luchador que siempre antepuso su amado deporte a su propia vida. Acompañado de su esposa Laura Campoy, que en ningún momento se ha separado de su lado, Fernando se recupera en su casa de Lugo de este amargo trance.

Después de varios meses ingresado, con bajas expectativas acerca de una mejoría en su salud, ¿cómo se siente actualmente?
Tengo pequeñas molestias, secuelas tontas, pero cada día me noto mejor. Además al estar en casa me es más sencillo. Tengo a una excelente cuidadora (agarra con fuerza la mano de su mujer) que me da todo, me mima, me hace unas comidas maravillosas... Lo único que tengo que hacer es esforzarme un poco más. Tanto ella, como mi familia, como los médicos, quieren que haga más esfuerzos. Ahora mismo estoy como a contrapelo de mi vida anterior, iba a correr, hacía deporte, ahora me cuesta moverme pero voy poco a poco. Tengo que retomar mi etapa como entrenador pero para mí mismo. Ahora todo el mundo me manda whatsapps para preguntarme cómo estoy; es un placer porque a uno le hace sentirse querido y no hay cosa más maravillosa que tener tanta gente preocupada por la salud de uno.

Tengo pequeñas molestias, secuelas tontas, pero cada día me noto mejor. Al estar en casa es más sencillo

¿Cuándo empezó a encontrase mal y cómo se enteró de que había contraído la enfermedad?
Yo realmente desde que llamaron a la ambulancia ya no me enteré de mucho. Me empecé a encontrar mal y cada día iba a peor.
Laura: Fernando coge bastantes catarros en invierno. Cogió uno seis o siete días antes de los confinamientos. En aquellos momentos yo salía con mis nietas y él se quedaba en casa porque tenía como algo de tos y malestar. Empezamos a notar que en vez de mejorar iba a peor hasta que un día vi que no respiraba bien. Mi hija y yo lo preparamos para que viniera la ambulancia y Fernando nos decía: "Pero qué liada estáis montando por favor"... y menos mal. Si no es eso, Fernando no sale. Cuando llegó al hospital lo intubaron y lo pusieron boca abajo. Cuando los colocan así ya se sabe.

Hay momentos en que con tanto tubo, tanta vía, tanta conexión, te preguntas: ¿para qué?

¿Qué ocurrió durante su convalecencia en el hospital y cómo reaccionó al despertarse?
Cuando ya estuve despierto la doctora me dijo que hubo un momento en que solo tenía un dos por ciento de posibilidades de salir, que estaba tan mal que era muy probable que no pudiese despertar. Hay que agradecer a los doctores, a las enfermeras... Hay momentos en que con tanto tubo, tanta conexión, tanta vía, te preguntas: ¿para qué? Pero ellos están tan implicados...
Laura: A mí los informes que me daban era que, cuando intentaban quitarle el respirador, se ponía nervioso y no conseguían despertarlo de manera que respirara por su cuenta. Eso fue una etapa un poco larga. Los médicos estuvieron empeñados en que saliera adelante. Un día estaba en la sala de espera con mucha gente, la doctora entró a decir que no podía haber grupos, que se pusieran las mascarillas, que guardaran la distancia... Como no veía mucha respuesta positiva, me dijo: "Laura, vete a la sala y ayúdame, explícales lo que ha pasado tu marido y lo que está pasando". Entonces entré en la sala y les conté cómo estaba Fernando. Espero que la gente joven se conciencie y se dé cuenta de lo que ha pasado. Yo siempre he dicho que si esto le pasa en Madrid, ahora no estaríamos teniendo esta conversación. Esa doctora fue un ángel para Fernando.

¿Cuál fue el punto de inflexión en su recuperación y cuándo comenzó su mejoría?
Yo cuando estoy enfermo me dejo llevar, ¿Qué voy a hacer?, lo que digan los médicos. La doctora siempre quería ir por delante y yo era un poco vago. Había siempre algún enfermero que me intentaba alentar para que me preocupase de levantarme, dar un paso más y esas cosas. Rodeado de máquinas, de enfermeras, de fisioterapeutas, yo hacía lo que me mandaban. Yo era muy dócil con los médicos aunque no todo el mundo es así, tenía un vecino de habitación muy díscolo. A mí me dolía todo pero siempre me decían: una sonrisa, Fernando. Yo no sonrío mucho (esboza una pequeña sonrisa).
Laura: Yo creo que un momento importante de la recuperación de Fernando fue cuando me dejaron entrar en la habitación. Cuando reconocí los síntomas pensé que yo también había tenido el virus, me hice el test y me dio anticuerpos. Eso sirvió para que me dejaran entrar en la habitación cuando él empezaba a despertarse. Le tuve que explicar que hacía allí, que estaba pasando porque él no tenía noción. Le ayudé contándole todo, lo que había sido, lo que había pasado y eso le sirvió. Le llevé una radio para que escuchara la actualidad, que se interesara por lo que pasaba fuera.

Yo alucino cuando veo esos botellones, todas esas celebraciones... ¿Cómo es posible que no se den cuenta?

¿Qué mensaje le manda a la gente que, como usted, se está recuperando de la enfermedad y a aquellos que todavía no parecen comprender la seriedad del virus?
Tener paciencia y tomarse las cosas con calma y mucha precaución. No podemos, por haber pasado la enfermedad, pensar que todo es libertad y hacer cualquier cosa. Tenemos que seguir cuidándonos. Yo alucino al ver esos botellones, esas celebraciones... Ya se ve lo que ha pasado con algún equipo y con la afición del Cádiz, ¿Cómo es posible que no se den cuenta de que, ya no solo pueden morir, sino que pueden estar mucho tiempo sin saber nada del mundo y quedar con problemas? No sabemos al final cómo vas a quedar después de esto, yo creo que lo están diciendo claro las autoridades y no solo para curarse en salud. Lo hacen para que haya menos casos y para que el virus sea más débil. Me parece de una temeridad enorme.

Ahora ya en la fase final de su recuperación, ¿de qué tiene ganas?
De muchas cosas, pero no especialmente el baloncesto. En la cancha ya no puedo verlo igual por mis problemas de visión. Yo antes iba a ver partidos de baloncesto en directo y veía algo que no ve la mayor parte de la gente, analizaba la situación, pensaba lo que se podía hacer para mejorar y ahora solo sufro, prefiero el baloncesto en la televisión. Cuando dan los partidos del Ensino por televisión los veo, pero prefiero otras cosas. Pasear, ir a la playa, ir a comer a un buen restaurante con amigos... Las cosas normales que le gustan a todo el mundo.

¿Cómo surgió la idea de crear en Lugo esa pasión por el baloncesto femenino y fomentar que se haya conservado tantos años?
En Madrid yo daba clase en un colegio al que iban los hijos de Julio Iglesias, de embajadores y diferentes personalidades. Empecé a entrenar en un pequeño patio, comenzamos a ascender de categoría y el colegio se volcó con nosotros. Cuando llegué a Lugo se me ocurrió formar un equipo en el Fluvial, masculino y femenino. Por amistades me hablaron de la Compañía de María, convencí a los padres y ahí empezó todo. Llegó un momento que las monjas estaban tan rebasadas porque el colegio estaba a mi disposición que tuvimos que cambiar el nombre. Creían que si había deudas en el equipo nadie se haría cargo. Y así surgió, de la enseñanza, el nombre del Ensino.

¿Fue dificil convencer a esos padres de que lo mejor para sus hijas era practicar el baloncesto?
No, todo el mundo se dejó llevar. Yo puse mucho entusiasmo y todo surgió rodado. Se me ocurrió que para dar el paso de formarme más podíamos jugar la liga senior. Busqué cinco jugadoras senior ya que había que tener 7 fichas y con el resto hicimos el equipo. Ese año quedamos a mitad de la clasificación de lo que hoy en día sería Segunda División. No lo hicimos mal, ganábamos a la mitad de los equipos ( se ríe).

Durante su estancia en el hospital, aquellas jugadoras que usted formó en el Ensino se movieron para mandarle todo su ánimo y su apoyo, ¿Cómo se sintió al enterarse?
Fue abrumador, vídeos, mensajes... Me he quedado sorprendido de cuanto cariño hay alrededor, creo que no merezco tanto cariño pero quiero darle las gracias a todos. He recibido tantas muestras de afecto de gente que hacía mucho tiempo que no sabía de ella que me he quedado muy sorprendido. Exjugadoras, alumnos, compañeros de la facultad, entrenadores... todas esas personas estarán siempre en mi corazón. El deporte es una manera de unir a la gente para apoyarse en situaciones difíciles. Todos me transmitieron una fuerza y una energía tremendas.

¿Cómo ve el baloncesto femenino en Lugo en la actualidad?
Hoy en día ya hay tres clubes: Ensino, Estudiantes y Sagrado Corazón. En este último los hermanos Engroba hacen una grandísima labor en distintos colegios. Ellos no pueden llegar a un gran nivel por el tema del dinero, pero el trabajo es encomiable.

No hay nadie mejor preparado para ese puesto que Tito Díaz

Fue usted un revolucionario en la metodología de entrenamiento y todos destacan la capacidad de hacer grupo durante aquella época en Lugo.
Mucha gente a la que entrené en aquella época sigue haciendo deporte, sigue corriendo y dicen que les marqué una dinámica de vida. Eso sí que me hace sentir muy orgulloso. Algunos de esos jugadores hoy son entrenadores o personas relacionadas con el baloncesto. En mi paso por Foz, A Fonsagrada, Ortigueira o Vilalba estuve dando clase de educación física y siempre las dirigí hacia el baloncesto. En Foz conseguí crear el Celtas de Foz con gente de allí, estuve implicado en muchas batallas, siempre intenté implantar esa pasión por el baloncesto. Gente como Tito Díaz de aquellas jugaba con el Breogán y entrenaba a un equipo de Estudiantes masculino. Me convenció para que le llevase la preparación física de aquel equipo que luego consiguió ir a fases de sector y otros éxitos. Ahora el Breogán está muy bien dirigido con Tito Díaz, no hay nadie mejor para ese puesto.

¿Cómo se gestó su llegada al equipo lucense?
Al Breogán llegó de primer entrenador uno de mis amigos en Madrid. Allí había conocido a mucha gente de Estudiantes; a Pepu Hernández, que era un jovencito de quince años que entrenaba al infantil y conocí a Pablo Casado, que cuando llegó aquí me pidió ser su segundo. Estuve en ese puesto durante la temporada y al acabar hubo cambio de directiva. A pesar de que Casado tenía acordado seguir, la nueva directiva no contó con él. Yo me hice cargo del equipo, gané todos los partidos amistosos durante el verano y la prensa me planteó como entrenador milagro y me presionaron para que siguiese. Preferí seguir siendo profesional de la educación , que es lo que siempre me ha apasionado. Me interesó más seguir con mis clases a ser profesional del deporte, que mañana estás, y luego te dejan colgado.

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