''Españoles, Mourinho se va''

A Florentino Pérez le faltó ayer salir en rueda de prensa con un bigotillo tipo Arias Navarro y pedir a los espectadores que pusieran los televisores en blanco y negro antes de dar la gran noticia. «Españoles, Mourinho se va».

Arias Navarro, presidente del Gobierno entre diciembre de 1973 y julio de 1976, fue el encargado de dar una noticia que media España llevaba años esperando. El 20 de noviembre de 1975 se plantó delante de las cámaras de TVE y soltó una frase para la historia: «Españoles, Franco ha muerto».

Ayer, 20 de mayo de 2013, decimoquinto aniversario del alzamiento de la Séptima en Amsterdam (donde los Tercios de Flandes), Florentino Pérez hizo oficial la salida del Real Madrid de José Mourinho.

Cuentan que allá por 1975 corrió el champán por la piel de toro. A escondidas, por si acaso. Ayer no, ayer fue día de fiesta para media España. Hacía mucho que un personaje no dividía el país como lo ha hecho José Mourinho en los tres últimos años.

Que un entrenador despierte amor y odio por partes iguales es normal, lo curioso de este caso es que los aplausos y los pitos llegan desde dentro, desde un Real Madrid en plena guerra civil.

El bando de Mourinho ha perdido. La batalla del pasado viernes en el Bernabéu adelantó un desenlace cantado. El portugués, orgulloso como pocos, evitó presentarse ante El Rey Juan Carlos para presentar su rendición. Fue Florentino Pérez el que anunció su destierro a Londres, donde amenaza con rearmarse para volver a reinar en Europa.

Dicen que en una guerra no hay vencedores ni vencidos, pero si hubiera que hacer en Chamartín una estatua de un general a caballo probablemente tendría un busto muy parecido al de Íker Casillas. El portero de Móstoles personifica el antimourinhismo, lo que le convierte en El Cid para un sector de la afición blanca -parece que el más numeroso- y en el mismo diablo para el otro.

Mourinho se atrevió esta temporada a mandar al banquillo a Casillas, un tipo con el pecho repleto de medallas por su servicios a la causa nacional (sobre todo aquella tarde de julio de 2010 en Johannesburgo). La guerra estaba declarada.

La fortuna se puso del lado del técnico portugués cuando Casillas cayó herido en un partido de Copa en Valencia. Se avecinaba el tramo decisivo de la temporada y el Real Madrid quedaba en manos de Adán, sin experiencia en batallas internacionales. Mourinho llamó a Florentino y pidió el fichaje de Diego López; ahora se sabe que por segunda vez, pues el luso ya lo quiso al término de su primera temporada en España.

El meta lucense se ganó el respeto de todos con su papel bajo palos, pero le gustase a no, fue situado inmediatamente del lado de los mourinhistas, del lado de los perdedores al fin y al cabo.

Si hay algo que tienen ganas de ver los madridistas que han ganado la guerra es a Casillas bajo palos en el Bernabéu. Diego López tuvo que abandonar el Real Madrid hace años porque la portería tenía dueño y todo apunta a que la historia se repite para el meta de Paradela.

Algunos medios apuntan incluso la posibilidad de que se marche con Mourinho al Chelsea, aunque visto el trato recibido por parte de un sector de la prensa más que una opción parece un deseo, una manera de quitarse de delante a una amenaza para Casillas.

El futuro no lo conoce nadie, pero lo único cierto es que Diego López tiene contrato con el Madrid hasta junio de 2017. Si se queda es muy probable que el nuevo técnico le prometa que comenzará la próxima temporada con las mismas opciones de jugar que Casillas. La otra alternativa es rendirse y abandonar Madrid en busca de minutos. Lo que no le conviene es empezar otra guerra. Eso seguro.

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