El sol sale por fin en Maranello

«FERNANDO, NO ES necesario que aprietes tanto». «No estoy apretando». El breve dialogo entre los ingenieros de Ferrari y Fernando Alonso en el pasado Gran Premio de China de Fórmula 1 habla a las claras de la nueva situación que vive la 'Scuderia'. Por fin Ferrari le ha dado a Alonso un coche a su altura o, cuando menos, que le permite ser tan competitivo como el que más, que no es poco. Y es que el asturiano ha estado siempre muy por encima de su monoplaza en su actual equipo. A quien tenga dudas sobre ello no hay más que recordarle los resultados que ha obtenido durante este tiempo Felipe Massa, mucho más ajustados a lo que era la realidad de Ferrari que los de Alonso.

Es un deporte complejo y lleno de triquiñuelas la Fórmula 1, donde pese a las apariencias casi nunca gana el coche más rápido, ni siquiera cuando cae en las manos del piloto más contrastado. No, son otras variables las que rigen en este mundo tan exclusivo. Lo fundamental es hallar un equilibrio. Es decir, hay que ser rápido, sí, pero también cuenta la aerodinámica, el gasto de combustible y, sobre todo y últimamente, la degradación de los neumáticos. La escudería que consiga al mismo tiempo calentarlos rápido en la pista y degradarlos a menor velocidad que el resto, tiene mucho terreno ganado.

Red Bull y Adrian Newey, el genio de la escuadra y el cartabón, resumen a la perfección esta circunstancia. Jamás ha sido el Red Bull durante los tres años de reinado de Sebastian Vettel el coche más rápido de la parrilla, pero sí el más consistente, el más fiable y el que mejor se ha adaptado, incluso con algún que otro subterfugio, a los constantes cambios en el reglamento. También, claro, cuenta el piloto. Basta el ejemplo de las últimas temporadas de Alonso, que con un coche netamente inferior ha llegado siempre a las últimas carreras con opciones reales de conquistar el Mundial o el buen comienzo de Lewis Hamilton este año con Mercedes.

Parece que en este comienzo de temporada la situación ha cambiado y que es Ferrari quien posee ahora la fórmula secreta (como la de la Coca Cola) que conduce al éxito, mientras que Newey y Red Bull le dan vueltas a la cabeza para dar con la tecla. Es posible que el ingeniero inglés no tarde en encontrarla. Si es así, la lucha por el Mundial entre Vettel y Alonso puede ser épica.

¿Hasta cuando aguantará Stoner ante la tele?

Mientras que el Mundial de Fórmula 1 anda por el revuelto Bahréin, el de motociclismo estrena este fin de semana el circuito texano de Austin. Solo se ha disputado una carrera, pero algunas cosas parecen ya claras. En primer lugar, que Marc Márquez es un tipo nacido para pilotar motos. Su adaptación a Moto GP es sorprendente, aunque también ayuda lo suyo disponer desde el primer minuto de la moto oficial de Honda. También queda claro que si Jorge Lorenzo, el actual campeón del mundo, y Valentino Rossi (nueve títulos le contemplan) arreglan sus viejos contenciosos, Yamaha dispone quizá del equipo más potente de su historia.

¿Y Pedrosa? Pues parece un tanto difuminado entre el carisma de la pareja de Yamaha y el fulgor que desprende su nuevo compañero, Marc Márquez. Pero Pedrosa es un piloto fiable y trabajador y seguro que dará guerra.

El Mundial, en fin, podría ser más apasionante aún con la presencia del quinto mosquetero, Casey Stoner, retirado a la vida familiar y campestre a los 27 años. Si el campeonato va a ser tan atractivo como promete, la pregunta surge a la primera: ¿cuánto tiempo aguantará Stoner viendo el tiempo transcurrir desde su granja australiana sin querer volver a enfundarse el mono de competición? ¿O es que, verdaderamente, está hecho de otra pasta? ¿A qué espera, señor Stoner?

Las bombas nunca podrán con el deporte

Nunca está de más decirlo: la violencia sobra. Si el autor, o autores, del atentado en el maratón de Boston buscaban un objetivo al margen del obvio de hacer daño a personas inocentes, hay que decirles bien fuerte que no lo han conseguido. Nunca lo conseguirán. Nadie teme a su cobardía. Nadie va a dejar de participar en carreras populares o de acudir a eventos deportivos, u otro tipo de espectáculos, por su amenaza. Es el momento de decir que la gente del deporte no teme a los cobardes. Y a éstos que piensen si no sería mejor que se metiesen las bombas donde les cupiesen.

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