El otro extremo de la balanza

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Las leyendas urbanas quedaron supeditadas en su afán por superar el acercamiento a un territorio desconocido. El balón oval ha unido a veinticinco jugadoras, en su inmensa mayoría estudiantes universitarias, bajo la camiseta del Muralla Rugby Club. El club lucense amplió fronteras con la creación esta temporada de un conjunto femenino sénior.

La amistad traspasó los límites impuestos por la barrera del sexo contrario hasta equilibrar el otro extremo de la balanza. «Hasta que lo probé pensaba que era un deporte de brutos y gorilas», alega Lara, la pilier titular del Muralla, quien al igual que la práctica totalidad de sus compañeras de fatigas desembarca en el rugby por primera vez. «Todas a excepción de María, empezamos de cero», dice.

Como tantos otros extraordinarios proyectos universitarios, la idea se forjó bajo el auspicio de San Cidre, patrón de notas etílicas y mirada piadosa hacia sus devotos creyentes de Aceña de Olga.

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