El Mustallar vence a la Arista del Viento

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Por tundras desoladoras, por paisajes de ensueño o encaramados a lo alto de una arista. Armados con un piolet y una brújula, los integrantes del Club de Montaña Mustallar hallan nuevas vías a la imaginación a cada paso. Disuaden a la erosión, a la climatología adversa y a los elementos con el ansia insaciable del escalador. Un sentimiento que invade sus almas y que les obliga a buscar constantes retos en los parajes más desconocidos para el ser humano.

Así, mientras miles de paisanos suyos disfrutaban de las bondades de San Froilán, diez integrantes de este club de montaña fundado en 2003 partían rumbo a la cordillera del Alto Atlas. Un escarpado entramado montañoso que discurre como frontera natural entre Marruecos, Argelia y Túnez.

En la cultura bereber recibe el nombre de la Arista del Viento. El pico M’Goun es un capricho orográfico donde el tiempo es relegado a juez en un combate entre hombre y naturaleza por la supremacía del terreno.

«Partimos diez personas, de las veinticinco que formamos el club, entre el 7 y el 12 de octubre e hicimos cumbre en el monte M’Goun, de 4078 metros de altura», confirma Juan Mosquera Tey, uno de los fundadores y el miembro más experimentado del grupo. Mosquera, que descubrió su idilio con las cumbres en 1969, completó los cursos de la Escuela Española de Alta Montaña hasta convertirse en la cuerda a seguir en las peregrinaciones a los picos más emblemáticos del planeta. «Fue duro, sobre todo la primera etapa, donde pasamos de 1.600 a 3.300 metros. Hicimos etapa y media en 24 horas. Hasta llegar al campo 2».

Para llevar a cabo semejante hazaña contaron con la ayuda de un guía autóctono que les guió por los senderos más angostos del recorrido. «El guía marroquí sólo iba delante para mostrarnos el camino y nos llevaba los petates, pero todas las técnicas de escalada corrieron por nuestra cuenta», atestigua Mosquera.

Paso previo

La culminación de la hazaña era un paso previo más en el camino de los integrantes del Mustallar, en su mayoría curtidos ya en mil batallas. En noviembre de 2011 desafiarán a los elementos con la ascensión a su primer seismil, el pico Chimborazo, en Ecuador, de 6.324 metros de altura. «Nos encontraremos con cambios bruscos de temperatura y con un viento realmente fuerte», asegura.

Pese a contar con una fundación relativamente reciente, el Club Mustallar ya ha conquistado cincomiles de prestigio como la montaña sagrada del Kilimanjaro (5895 metros), en Tanzania, o el pico Elbrus (5624 metros.), en el Cáucaso. «En este escalada nos dimos de bruces con vientos de más de 60 kilómetros por hora que hacían que la sensación térmica descendiese a -30 grados centígrados», asevera un Mosquera que cuida a sus compañeros de los peligros que encierra la alta montaña.

El mítico monte Ararat (5.165 metros), fue otra de las metas ganadas al destino por este grupo de maduros montañistas lucenses. Cuenta la tradición oral que Noé ‘aparcó’ su arca en este monte, hace la friolera de 4.400 años, para salvaguardar a las especies animales que poblaban el planeta del diluvio universal y de paso excusó a la tierra de convertirse en exclusiva reserva de seres humanos.

Las sesiones en la alta montaña no sólo incluyen expediciones a parajes lejanos sino que aprovechan los periodos de estío para acondicionar el cuerpo y la mente a duras condiciones. «Un fin de semana al mes, entre noviembre y junio, viajamos hasta los Picos de Europa para realizar entrenamientos en altura y no perder así el ritmo», concluye Mosquera.

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