Hemeroteca | El Lugo que idolatró a Jimmy Wright

►Se convirtió en un mito porque fue un americano atípico, tanto en las canchas como en la noche lucense ►Con 60 años hizo el que parece su último viaje, para sentir el calor de su familia y del público donde se sintió más feliz
Jimmy Wright. ARCHIVO
photo_camera Jimmy Wright. ARCHIVO

Aquel tipo alto y guapo se ganó pronto a sus compañeros, con un depurado castellano aprendido en su destierro en Suramérica tras no poder entrar en la NBA, en una época en que los "americanos" llegaban a los equipos europeos a pares y solo hablaban entre ellos. James Leroy Wright (California, 1959) era de otra manera. Vivía solo en un piso (su compañero, el "desaparecido" Jimmy Allen residía con su mujer en otro) y nada más llegar se compró un BMW negro y bien largo, para que le entraran las piernas de sus 2,05.

Salía tras los entrenamientos con vaqueros anchos, cazadora de cuero, visera-boina calada y casi siempre se le hacía de día. Jimmy era rey de la cancha y también rey de la noche lucense. Tanto lo veías pinchando en un pub como jugando al póker en un tugurio fuera de horas. Todos los fijos de la noche lo conocían, tanto que en los actuales tiempos de Instagram y redes sociales su reputación no hubiera aguantado ni un fin de semana. Pero era otra época, donde las discusiones del Twitter de hoy eran simplemente charlas acaloradas en los bares de los vinos y la privacidad se medía en grupos de borrachos a la salida del último pub.

"Jimmy era un portento físico, podía saltar cinco o seis veces a por un rebote ofensivo hasta acabar anotando", recuerda Tito Díaz, base de aquel equipo histórico y hoy director general del Breogán. Ellos dos y sus compañeros participaron en otro de los hitos que convirtió a Wright en inmortal: La vieja música.

WRIGHT, EL ACTOR. Mario Camus buscaba una ciudad triste y oscura donde colocar a su protagonista, Martín Lobo (Federico Luppi), entrenador de un equipo de provincias. Y vaya si lo hizo. Lugo apareció en la gran pantalla lluviosa, decrépita y por veces fantasmal. Allí estaba Art David, el americano que había caído en un lugar perdido de la mano de dios, con un papel que incluso incluía varios diálogos.

Los rodajes no incomodaban a un tipo fuerte y vital. Se empezaba a grabar muy temprano y Jimmy, aunque no lo confesaba, posiblemente llegaba sin dormir. El equipo se había clasificado con éxito para la fase A1 (suponía la salvación y al mismo tiempo era difícil optar al título ante grandes rivales) y la tensión competitiva era muy baja.

Esa primera temporada todo fue redondo. Wright dejó una gran impronta deportiva y se le renovó. El equipo iba a jugar en Europa, Copa Korac se llamaba, lo que multiplicó los viajes e incluso hizo vivir al equipo durante cerca de tres semanas en Madrid por comodidad para los viajes.

El afable Jimmy se volvió cada vez más irascible, tanto con el equipo como en las salidas nocturnas. Un día agarró por el cuello a un compañero en la ducha y si no llega a ser por Patao, el fisio, aquello pudo acabar mal. Se escribió mucho sobre cuál era el origen de sus problemas y, a ciencia cierta, solo se puede decir que era la falta de dinero. Estaba en la franja media baja de los extranjeros de la Liga, con unos cinco millones de pesetas de la época (35.000 dólares), un sueldo para vivir a cuerpo de rey en el año 1985 en Lugo; sin embargo en su última época pidió dinero a compañeros y directivos. Decía que no tenía para comprar el billete de regreso a su país. ¿En qué se lo gastaba? Pues en la noche, con todas sus variantes.

Huesca, en dos etapas, antes y después de las dos temporadas de Lugo, Girona y, por último, Santiago, con 31 años en 1991, donde jugó un solo partido en Primera B, se torció el tobillo y lo despidieron, constituyeron su carrera profesional en España, donde volvió la semana pasada después de más de 25 años.

SU FAMILIA. Devin tenía 7 cuando se marchó. Nació fruto de su relación con una lucense. Se siente de Lugo, pero vino al mundo en Huesca, donde recaló su padre después de salir atropelladamente de Lugo en su segunda temporada. De hecho, ni la acabó. Lo perseguían, dicen, por una deuda de juego y puso tierra de por medio.

Jimmy se volvió a EE.UU. y se desconectó de la vida en España, hasta que hace unos ocho años él y su hijo recuperaron poco a poco el contacto. El miércoles, cuando Devin llegó a casa en Oviedo, se encontró a su padre recién llegado de Charlotte sentado en el sofá. Era su sorpresa de cumpleaños. Después, en Lugo, el recibimiento que Tito Díaz y el Breogán le organizaron superó sus previsiones. La esclerosis múltiple que lo martiriza no impidió que llegase al centro de la pista en muletas y se aguantase en pie un buen rato, solo interrumpido por una caída al soltar una muleta, precisamente para saludar a Patao, piruetas del destino. Se hizo fotos, firmó autógrafos y se le cayó una lagrimita.

Wright fue un fenómeno social dentro y fuera de la pista. No es un ejemplo vital, pero sí personaliza el germen que hace del baloncesto en Lugo lo que es ahora. Por eso, el Pazo le aplaudió a él y al resto del equipo en una ovación cerrada y constante como no se recuerda.


Jimmy Wright con su foto en el PazoSus 46 puntos en Zaragoza, récord histórico del Breo
Un 21 de diciembre de 1985 Jimmy Wright sumó en la derrota ante el Cai en Zaragoza (91-86) la friolera de 46 puntos, más de la mitad de los de su equipo, con 17 de 34 canastas de dos; 9 de 11 libres y un triple de un intento, en la que podría considerarse la mayor anotación de un jugador del Breogán, al menos que esté documentada en la web de la ACB. También capturó 18 rebotes.
Cerca de 40 minutos
En aquella época, los americanos estaban prácticamente todo el tiempo en pista. El día del récord, Wright estuvo 40 minutos en cancha y la media
en su carrera en España ronda los 38.
Quinto anotador, tercer taponador
En su primera temporada, en Huesca, se colocó en la élite de la Liga con medias excelentes: 24 puntos, 9,9 rebotes y dos tapones.
109
Su puesto en el draft de 1981 de la NBA, por New York Knicks, donde fue descartado antes de empezar la liga. Por eso buscó otros destinos.
 

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