El Erasmus de Jaime Romero en el fútbol italiano

El centrocampista del Lugo recuerda su paso por Italia, donde jugó en el Udinese de Alexis Sánchez, Di Natale y Cuadrado y en el Bari, donde vivió una temporada en la que tuvo que ser escoltado por la policía para poder entrenar

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photo_camera Jaime Romero posa con las camisetas del Lugo y el Udinese

Jaime Romero nunca pidió una beca Erasmus. El centrocampista albaceteño no tuvo que enfrentarse al papeleo, a las horas de tutorías y burocracia, a un incómodo viaje en clase turista o a un piso compartido. Jaime Romero no fue un estudiante de mochila y plato de arroz, pero sus dos temporadas en Italia con 19 y 20 años le convalidaron varios cursos futbolísticos en el Udinese y, sobre todo, en el Bari.

Tras cuajar una gran temporada en el primer equipo del Albacete cuando era apenas un juvenil —jugó 34 partidos y anotó 3 goles en Segunda en la temporada 2008-2009—, el Udinese pagó 2 millones de euros por su pase.
Tras un año de aprendizaje entre figuras como Di Natale, Alexis Sánchez, Cuadrado o Handanovic, Jaime Romero fue cedido al Bari, donde vivió la cara menos amable del fútbol.

En el equipo del sur de Italia —Bari está situado cerca del tacón de la bota que es la península itálica, en el lado del Adriático— se rompió la rodilla en un campo seco y en un pésimo estado en el tercer entrenamiento con el equipo. Cuando regresó, él, como parte del equipo, padeció una odisea en forma de acusaciones de venta de partidos de parte de la plantilla y del acoso de los aficionados en los entrenamientos y en los partidos, por lo que llegaron a ir a trabajar escoltados por la policía.  

«Llegué, tuve la lesión, me fui a tratar a Udine y cuando volví la situación del equipo era un cuadro. Entre que estuve con la rodilla fastidiada y recuperándome y luego que el equipo estaba como estaba, era complicado. Me encontré una situación muy jodida», afirma Romero. 

«La experiencia de Bari se pasó un poco, porque la afición se pasó un poco. El equipo iba mal, pero el fútbol no deja de ser un deporte y allí había gente que era demasiado radical y fanática. Hubo momentos en los que tuvimos que ir a entrenar con escolta y policía porque nos querían matar. Esa es una de las partes malas que tiene el fútbol».

«El equipo iba último, sonaba mucho que había partidos amañados, que había compañeros que se estaban vendiendo... Había un cuadro que te cagas», añade.

Con el club ya en la Serie B, el equipo jugó el derbi regional contra el Lecce, un encuentro de fuerte rivalidad entre ambas hinchadas que acabó con el lanzamiento de petardos desde la curva del estadio y disparos de pistolas de los aficionados. «En el penúltimo partido de Liga, que era un derbi entre el Bari y el Lecce, en la puerta de los vestuarios se oían tiros de pistolas. El partido era muy caliente», relata.

«No es normal que cuando pite el árbitro el final del partido empieces a oír tiros o que la gente empiece a bajar al campo. Cuando acabó aquel partido nos tuvimos que meter rápido porque parecía que la gente iba a entrar dentro del campo». 

Incluso los jugadores tuvieron que exiliarse durante varios días lejos de la ciudad. «Cuando acabó el partido nos tuvimos que ir a otra ciudad dos días o tres a dormir porque la cosa estaba muy jodida. Cuando se tranquilizó la cosa volvimos a Bari».

«Sabía que cada vez había un derbi allí las cosas se liaban. El primer derbi lo ganamos y parecía que habíamos ganado la Liga. La gente se metió en el autobús con nosotros. Pero en el segundo, cuando llevas tres o cuatro meses de eso la gente no se acordaba de eso y la gente solo quería ganar porque el equipo iba mal. La situación fue muy complicada».

«Los compañeros decían que otra vez, en un caso parecido los tifosi se habían metido dentro del vestuario a amenazar a los jugadores. La gente allí estaba un poco nerviosa porque no sabía lo que iba a pasar. El presidente también era un poco peculiar y no sabíamos si iban a entrar o si no. Al final no pasó nada, afortunadamente».

Pero su experiencia en Italia no había comenzado de esa manera. Su llegada a Udinese había sido consensuada con el Albacete, ya que el cuadro italiano pagó 2 millones de euros y Romero viajó, con 19 años, y sin haber salido nunca de La Mancha, a un equipo plagado de talento. El equipo del Friuli, en el norte transalpino, estaba plagado de talento con futbolistas como Di Natale, Alexis, Cuadrado, Basta, Handanovic, Simone Pepe, Asamoah...

«En ese momento había mucho talento pero éramos todos jóvenes e iguales y ninguno destacaba por encima. Ahora los ves: Alexis, Basta, Cuadrado... A lo mejor Alexis era el más conocido porque jugaba con la selección de Chile, pero si piensas en Basta o Cuadrado no iban convocados y prácticamente no jugaban. Es cierto que eran muy buenos jugadores pero era complicado porque aquel año era de Mundial y era muy caro jugar».

De aquella plantilla destaca al ‘Toto’ Di Natale, un futbolista que fue 42 veces internacional con Italia y que fue máximo goleador de la Serie A. «A Di Natale lo veía entrenar y decía: ‘No sé por qué es tan famoso...’ Luego, cuando lo ves jugar es otra cosa. De tres que tiraba dos iban dentro y la otra al palo. Siempre estaba bien colocado, cada vez que le caía un balón no fallaba nunca».

Romero jugó cuatro partidos, ya que una publagia lo tuvo en el dique seco «cinco meses». Su debut fue ante el Fiorentina y llegó a saltar en el viejo Olímpico de Turín para jugar ante el Juventus. «Mi debut fue ante la Fiorentina. Jugué unos 20 minutos e hice un partido bueno», recuerda Romero. «Cuando juegas contra un equipo como la Juventus sabes que es contra un grande, pero es un partido de fútbol más».

En Udinese no tuvo problemas con la afición local, como los tendría al año siguiente en Bari. «La afición del norte de Italia es muy diferente. La de Udine es muy respetuosa, nunca se mete con los jugadores o con el equipo. Si el equipo va mal te pueden pitar, pero fuera de ahí... yo siempre iba con Alexis y era conocida en la ciudad y nadie le decía nada por la calle. Estabas tomando algo en un sitio y nadie te decía nada. Pero en el sur la cosa era muy diferente», concluye.
 

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