Diario de 8.000 kilómetros de viaje trascendental

Diego Vallejo respira tranquilo en casa una semana después de concluir su tercera experiencia en el Rally Dakar. El copiloto lucense narra las aventuras y desventuras de un viaje que transforma: "Se parece mucho a una vida dentro de la vida"

Diego Vallejo abraza a Óscar Fuertes al llegar a la meta. EP
photo_camera Diego Vallejo abraza a Óscar Fuertes al llegar a la meta. EP

MADRUGAR para ir a trabajar. Una mala noche. Pero quien comparte habitación contigo la ha tenido mucho peor, así que hay que poner buena cara. Él haría lo mismo por ti. Tensión. Una semana complicada en el curro. Para los dos. Eso sí, media hora de risas a mediodía suavizan el ambiente. "Podría ser peor". Alegría. "¡Vamos, vamos!". Pausa. Ganas de tirar la toalla. Ni en broma. "Seguimos". Ilusión. Desplome. Sentir el peso de una ola del Pacífico sobre tus hombros. Literal. Una ola. Del maldito océano Pacífico. Pero nadie viaja hasta Perú para morir sin intentarlo. Porque así es la vida. Así es el Dakar. Diego Vallejo lo tiene muy claro: "Es una vida dentro de la vida".

Momento de la ruta de Diego Vallejo en el Dakar. EP"Tuve un buen maestro, Nacho de la Concha. Un asturiano que me enseñó todo sobre el terreno. Sobre la vida en general. Porque el Dakar lo comparo con la vida. Se parece mucho a una vida dentro de la vida. Tienes dificultades, tienes alegrías, tienes tristeza, momentos buenos, malos... Él me lo dijo siempre. El Dakar tienes que vivirlo día a día. No pienses más allá. Igual que en la vida. Muchas veces pensamos en el futuro y no en el presente. y eso nos hace no disfrutar. Yo iba etapa a etapa. Hay veces que a lo mejor te preguntan qué nos espera al día siguiente. Espera, espera. Esa era mi contestación. Espera a que acabe hoy y te lo digo. Mañana es mañana, hoy estamos en esto. Vamos a acabar, y cuando acabemos ya pensaremos en lo que nos venga", explica el copiloto meirego.

Vallejo ha completado este año su tercer Dakar. Tres de tres. "Este año, acabamos la carrera 43 coches de los 105 que empezamos". ¿La clave? A Diego le va en la sangre. Porque, como buen Lobo, sabe que lo importante siempre es la manada.

Llegada a meta de Diego Vallejo en el Dakar. EP"La primera vez fue en 2013. Tuve la suerte de poder acabar siempre, y eso es muy dificil. Yo lo achaco a que he tenido muy buenos compañeros. López Rivas, mi primer año, el primer equipo gallego en completar el Dakar en coches. Después fui con Rubén Gracia, un compañero magnífico. Y este año con Óscar Fuertes tuve muchísima complicidad. Nos animamos cuando la cosa se ponía difícil. Supimos parar cuando teníamos que parar. Seguir cuando teníamos que seguir. Hicimos un gran equipo. Fue una de las claves del éxito junto con el coche, que aunque le hicimos mil y una perrerías respondío siempre. El equipo de mecánicos estuvo espectacular. Hicimos un conjunto muy bueno para poder llegar", narra Vallejo.

El copiloto define el recorrido de este año como "el más duro" al que se ha enfrentado. Aunque, y nuevamente como sucede en la propia vida, el día que más se complica es el que menos te lo esperas. Mañana, pasado... o hoy: "Es una prueba muy curiosa, porque el que a priori era el día más fácil, el primero en el que cambiamos de Perú a Bolivia, se complicó. El día anterior, el último que fue completamente en Perú, nos atrapó una ola del Pacífico. Puede sonar superraro, pero fue así. Y para eso no estaba preparado. Íbamos en un recorrido que hacíamos por la playa, y en un momento dado, por el paso de los coches, se derrumbó un poco la arena, y nos cogió justo una ola bastante grande y nos pasó por encima. Nos atrapó. Por suerte, el SsanYong se portó bien, no se paró y pudimos seguir", recuerda el de Meira. Aunque la cosa no acabó ahí.

Parte del recorrido en el Dakar de Diego Vallejo. EP"Eso provocó una avería eléctrica que descubrimos el día siguiente. Se nos estropeó el motor del limpiaparabrisas, probablemente por la sal. A pesar de haber revisado todo, nos quedamos sin limpia. Y claro, al día siguiente se puso a llover. Con barro. En esa etapa que iba a ser fácil, te metes en un lío sin querer y sufrimos muchísimo, casi podría decir que fue la etapa en la que más sufrimos. A eso se unió la altitud, nos cogió la noche, como había tantísimo barro se taparon los faros, no llevábamos los auxiliares... Se puso todo en contra. Todo. Tuvimos que hacer campo a través a 30 kilómetros por hora, unos 100 kilómetros que duraron una eternidad. Al salir, cogimos un camión y fuimos detrás", narra Vallejo.

La necesidad, eso sí, despertó el ingenio de la pareja del Tivoli: "Ideamos un sistema. Paramos con el público y pedimos una cuerda. Entonces atamos una cuerda al limpia e íbamos tirando uno de un lado y otro del otro para poder ver. Dejamos 20 centímetros en la zona de Óscar y yo iba sin ver. Le decía por dónde tenía que ir, pero sin ver. A ciegas completamente. Llegamos destrozados aunque por suerte llegábamos a la etapa de descanso y pudimos descansar. Si no podíamos haberlo pagado mucho más caro", asegura el copiloto.

El coche de Diego Vallejo, en las dunas de Perú. EPVallejo asegura que las dunas de Perú son lo más "impresionante" de todo el recorrido: "Sin duda alguna, son lo más alucinante. Te sientes una persona más pequeña. Llegas a lo alto y ves todo arena hasta donde te alcanza la vista. Hay personas a las que le agobia, pero para mí es reconfortante. Me hace pensar que es el sitio donde quiero estar. Es una liberación", narra.

Esa sensación, ese detalle del público, esa ola que atrapa a todos por igual y esos kilómetros y kilómetros de desierto, amigo y enemigo sin hacer distinción alguna, son algunas de las cosas por las que Vallejo ama la prueba: "Habrá gente que dirá que somos gilipollas. Siempre estamos contando el sufrimiento que pasamos y después queremos volver. Pero es una prueba que te iguala con el resto. Tu puedes llevar todos los medios del mundo y evidentemente será más fácil, pero el desierto te atrapa igual. He visto a Sébastien Loeb atrapado en una duna y quedarse allí", cuenta el meirego.

"Iguala mucho", insiste: "Comemos todos en el mismo sitio. Compartimos comedor, mesas. Un día desayunas con Carlos Sáinz y cenas con Mr. Dakar, Peterhansel. O coincides con él en la ducha. No hay diferencias clasistas, no pasa como en otros deportes. Me decían algunos enviados especiales, periodistas, que es impensable. Hacemos una pequeña ciudad de 3.000 habitantes en la que compartimos todo. También con los medios de comunicación.Es como si llega un partido de Champions League y estás desayunando con Cristiano Ronaldo y le dices ¡Hey! ¿Cómo lo ves hoy?. Y eso mola mucho".

Hamaca de Diego Vallejo en el Dakar. EPA pesar de esa equiparación, Vallejo reconoce que los medios ayudan mucho a los deportistas: "Está claro que dependes de la estructura en la que vayas. Nosotros este año llevamos una estructura muy buena, un equipo bastante potente. No un equipo para poder ganar, pero sí ya un buen nivel. Entonces teníamos la suerte de poder dormir muchas noches en hoteles o pensiones. Aunque hay otras noches en las que duermes en el campamento. Los equipos oficiales, por ejemplo, llevan motorhome y duermen allí. Y nosotros este año, las noches que dormíamos en el campamento, teníamos la tienda montada. El primer año que fui, dormíamos todas las noches en tiendas y tenías que hacer tú el campamento cuando llegabas de terminar la etapa. Ahí estábamos mejor este año. Aún así, este año dormí también un día en una hamaca que montaron porque tampoco les había dado tiempo a ellos a montar la tienda", cuenta el lucense.

Como contrapartida, está la arena que se mete por todos los sitios, el calor, la altura, las horas sin dormir o lo que para Diego Vallejo es lo peor de todo el Dakar: "La unión de todo eso".

Llegada a meta de Diego Vallejo en el Dakar. EP"Lo peor es la unión de todo. Y los cambios tan bruscos. Un día estás al nivel del mar y el siguietne, a casi 4.000 metros. No te da tiempo a aclimatarte. Calor, frío, calor... En La Paz fue increíble. Hacía mucho calor, de repente viene el frío y se pone a llover. Te pones el jersey y vuelve a hacer calor otra vez... Y la falta de sueño es un punto que lo hace peor. Nos contaban Cristina Gutiérrez que su copiloto, Gabi Moiset, de repente le dio la indicación de que a 500 metros había una rotonda. En un río seco en mitad de América. Llega un momento en el que empiezas a delirar", narra Vallejo.

"Nos pasó algo parecido. En la penúltima etapa tuvimos un problema a duras penas y tuvimos que hacer el tramo siguiente de noche y sin haber dormido. Y lo que habíamos dormido la noche anterior había sido hora y media. Se hizo eterno. Dormimos una hora y media en la hamaca y volvimos a salir para la última etapa. Eran 120 kilómetros por pistas buenas, un tramo fácil, pero nos costó horrores. Y, según parece ser, hubo un momento en que empecé a repetir la misma nota todo el rato. Óscar me avisó, me dijo que me había quedado ahí atrapado, y no me había dado cuenta. Él también vivió un momento en el que me dijo: ¡Eh! ¿Qué hacemos dando vueltas a un parking de Madrid de noche? Pensaba que estábamos en Madrid".

"Hubo un momento en las dunas que noté que Óscar empezaba a perder el norte. Estaba como nervioso, tomando decisiones precipitadas. Le dije que parara el coche. En medio de las dunas. Que lo parara y que lo apagara. Le obligué a que bajáramos, bebimos un poco de agua y empezamos a hablar sobre la vida. Y fue definitivo. Un antes y un después. Es lo que te decía antes. Es como la vida. Paras, haces una reflexión y continúas. El Dakar, la vida. Es eso". Es exactamente eso.

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