Si juegas al baloncesto en Lugo y te toca partido en el pabellón Anexo ya puedes salir aliviado de casa. Si vienes desde otra ciudad en autobús, mejor hacer parada en un bar de camino. Una vez en la instalación, olvídate: no podrás cambiarte de ropa, ni ducharte, ni hacer cualquier otra necesidad básica que el cuerpo te pida.
Antes de la llegada de la pandemia, la única solución para un pabellón sin vestuarios era acudir a los de la instalación vecina, sin embargo, el protocolo sanitario del covid cerró a cal y canto el Pazo, donde juegan Breogán y Ensino, por lo que nadie puede entrar si no está autorizado. Ahora, con todas las competiciones de base ya en marcha, el Anexo vuelve a estar a tope de partidos durante todo el fin de semana, sin embargo el protocolo de accesos no se actualizó. Es decir, ni público ni vestuarios.
"Es vergonzoso ver cada día una hilera de chicos subiendo la ladera del monte de al lado para orinar", dice uno de los entrenadores de los equipos que usan la instalación. Todos los consultados prefieren mantener el anonimato. Desde la Diputación Provincial, aseguran que la Federación Galega de Baloncesto es quien debe actualizar el protocolo, de lo contrario seguirán considerando que el válido es el de hace meses, cuando se prohibía el uso de vestuarios y la entrada de público.
El Obradoiro junior estuvo a punto de marcharse sin jugar el partido
Mientras la pelota pasa de un tejado a otro, el pasado fin de semana el Estudiantes recibía al Obradoiro en categoría junior, es decir, chicos ya talluditos, muchos de los cuáles podrían acabar siendo profesionales.
Los locales ya se sabían el cuento, pero los visitantes tuvieron que ponerse la ropa de juego en el propio banquillo, indignados porque no había donde orinar y tampoco donde ducharse después de jugar. Un grupo de padres desplazados con el equipo quiso acceder a la instalación, como ocurre en casi todos los pabellones de Galicia.
En el Pacito no entra nadie desde hace casi dos años, mientras a pocos metros, en el Pazo, casi a esa misma hora, accedían 6.000 personas al Breogán-Real Madrid. Los padres santiagueses lo intentaron y fueron invitados a salir por los propios árbitros del encuentro, con instrucciones de la Federación. Hubo conato de espantada y de suspensión del partido, aunque para evitar males mayores se quedaron y el encuentro se disputó.
Los padres se suben a un altillo para ver los partidos por la ventana
Las protestas del Obradoiro fueron muy sonadas, pero la situación lleva así meses. Los familiares y amigos de los jugadores de Lugo, con la entrada vetada, ven los partidos a través de las ventanas, subiéndose a unos altillos de cemento. Los deportistas ya asumen que no van a tener vestuarios ni váter y van preparados.
Cuando alguno no puede aguantar se echa a la montaña, o se va al retrete de la piscina pública al otro lado del párking, siempre que no sea domingo, claro, día de cierre de esta otra instalación. La última opción es convencer al vigilante del Pazo de que es cuestión de máxima urgencia para que abra furtivamente la puerta y deje pasar al retrete. "Es una situación increíble", dice otro de los usuarios habituales.
UNOS Y OTROS. La Diputación (Pazo y Anexo son las únicas instalaciones que tutela, el resto son municipales, también en los concellos) subraya que cambiará las normas cuando la Federación actualice los protocolos.
¿Y que dice la Federación? Pues que está en ello, en estos momentos pendiente de remitirla a la Dirección Xeral para o Deporte y que cuando se valide, tras pasar posiblemente por Sanidade, se la presentará a la Diputación para que deje usar los vestuarios del Pazo a los jugadores que vayan al Anexo. "Las cosas de palacio van despacio", señalan. Harina de otro costal es el aforo. Fuentes de la Federación indicaron que el Anexo se considera una cancha de entrenamiento, sin gradas, por tanto no tiene aforo. Esa es la explicación de que en otras canchas sí haya público, sin ir más lejos en Frigsa, con gradas y, por tanto, acceso al menos limitado a un número de personas.
Desde la Federación piden que se deje entrar público al Pacito y topan con la Diputación, que considera que no tiene aforo. En caso de que haya un problema nadie quiere salirse de la raya y resultar responsable de incidentes que pudieran producirse.
La Diputación considera el Anexo una chancha de entrenamiento, sin aforo
Antes de la pandemia no había problema. Era incómodo cambiar de estancia para aliviarse en el Pazo, pero al menos había esa opción. En varias ocasiones se planteó construir una conexión, bien un pasadizo subterráneo o un puente, para unir ambas instalaciones. No se hizo porque la situación del Pacito es, digamos, compleja.
En su día se construyó al abrigo de la instalación principal, de ahí el nombre de Anexo, posiblemente sin todos los requisitos legales que se pedirían en la actualidad. Por eso, los actuales responsables prefieren no tocarlo, ni siquiera para poner unos retretes portátiles. Tampoco hubo mejoras de ningún tipo, ni arreglos en el parqué ni luces led, con humedad entrando por la pared que linda con la montaña, todo como hace 20 años.