Alberto Cabanas, más fuerte que nunca

El triatleta rabadense se lució en el Ironman de Frankfurt después de un calvario de lesiones y un hemotórax que le apartaron de la práctica deportiva durante siete meses interminables
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photo_camera Alberto Cabanas, durante un Ironman. EP

"No me morí de milagro", dice el triatleta rabadense Alberto Cabanas dos días después de terminar el Ironman de Frankfurt. No se refiere a la durísima prueba que disputó, con éxito, el pasado fin de semana, sino al calvario de lesiones, con hemotórax incluido, que a punto estuvieron de apartarle de la práctica deportiva para siempre. Un buen diagnóstico después de varias visitas infructuosas al servicio de urgencias de Málaga, donde reside, y la extracción de más de dos litros de sangre de sus pulmones le salvaron, literalmente, la vida.

Todo empezó el 21 de agosto del año pasado después de sufrir un "covid complicado", dice. Una neumonía le obligó a parar al cuarto día de recibir el alta cometió por una "inconsciencia", a su juicio. "Hice 180 kilómetros de bici y me dio un síncope en el 161. Me caí desmayado y en blando, por lo que me rompí cinco costillas, una clavícula, me disloqué un hombro, una rótula, un tobillo, me rompí un dedo y varios ligamentos y músculos de manera parcial". Una caída terrorífica.

Acostumbrado al sufrimiento desde que empezó en el triatlón en 1994, Cabanas inició una larga recuperación que se encontró un obstáculo en el camino. "Las lesiones iban más o menos curando pero el cuerpo estaba fatal, muy enfermo", recuerda.

Después de seis visitas a urgencias sin diagnóstico claro, Cabanas acudió una noche con evidente dificultad para respirar. "Les dije que me pasaba algo gordo y me dijeron que estaba perfectamente para una persona normal, pero no para un deportista como yo. Resulta que tenía un pulmón encharcado con más de dos litros de sangre infectada con neumonía", recuerda. "No me dio un colapso de milagro. Casi me muero". 

Un TAC reveló el problema —una de las costillas rotas le perforó el pulmón— y una inmediata visita al quirófano empezó a remediarlo. En octubre, Cabanas no podía subir "ni un tramo de escalera" pero poco a poco activó sus músculos con paseos cortos que aumentaban en distancia cada día. "Al principio solo andaba, no podía nadar porque tenía un brazo roto y no podía hacer bici porque no soportaba el manillar", dice. Después de 156 noches durmiendo en un sofá porque los dolores de costilla le impedían hacerlo tumbado, empezó a ver la luz: "En marzo salí a carretera por primera vez con el objetivo de llegar al Ironman de Frankfurt en junio".

Una motivación que, además de permitirle superar todos los dolores, le inundó de fuerza para acabar decimonoveno en su grupo de edad —más de 550 personas— y lograr uno de los 60 billetes para el prestigioso Ironman de Hawaii, en octubre. «Necesito un patrocinador porque es un viaje carísimo, pero poder estar allí era algo muy complicado», dice orgulloso.

Antes, el 14 de julio, participará en el Ironman de Vitoria porque otro de sus retos era terminar dos pruebas de este estilo en dos semanas. «Me veo bien, tengo tolerancia al dolor y la mejor medicina ha sido el cariño de mi mujer, Sara, y mis dos hijos, Silvia y Jorge», dice Alberto Cabanas, un auténtico superviviente.

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