Adrián Ben: suma de talento, esfuerzo y fe en sus posibilidades

Cualquier persona que pueda acudir a las estadísticas de Adrián Ben desde que comenzó a correr en el colegio de Santa Rita de Galdo pensará que su talento para ganar es natural. Y no se equivocará. Pero tampoco tendrá toda la información respecto al resto de cualidades que se deben reunir para poder llevar ese talento hasta el sexto puesto de un campeonato del mundo, en Doha 2019, o al quinto conseguido este miércoles en unos Juegos Olímpicos. 

Los que acudan a las estadísticas verán que desde benjamines el nombre de Adrián Ben suele estar en lo más alto en muchas clasificaciones. Pero también deberían comprobar que el resto de corredores que figuran como primeros en la tabla de las demás categorías posiblemente hayan dejado el atletismo por no reunir el resto de características que se necesitan para alcanzar la élite. Y que sí reúne Adrián Ben. 

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Una buena educación familiar y deportiva, la capacidad de superación para elevarse sobre los contratiempos, la fe ciega en sus propias posibilidades y un espíritu de sacrificio esculpido desde su infancia son algunas de las cualidades —no todas— que han convertido al joven vivariense en uno de los mejores mediofondistas de la historia, pero sobre todo en un referente para un montón de chavales que sueñan con seguir sus pasos y que ahora ven un poco más cerca llegar a una final olímpica teniendo que entrenarse por la calle, entre los coches, a 100 kilómetros de una instalación deportiva de un mínimo nivel para el atletismo. 

Ninguna de estas complicaciones alteró lo más mínimo el sendero que llevó a Adrián Ben desde sus primeras carreras con la camiseta del colegio hasta la gloria olímpica. 

Pero muy por encima de todo, incluso de un quinto puesto en unos Juegos Olímpicos, está la persona en la que se convirtió aquel chaval que soñaba con llegar a ser un atleta profesional y que durante todos los años que lleva viviendo su sueño no ha dejado nunca de lado a su familia y a los que entonces eran sus amigos y siguen siéndolo todavía. Y ese, seguramente, sea su tesoro más preciado.