En la megafonía de A Magdalena sonó este domingo Negra sombra, para despedir a Jorge Tato. Ese detalle se convirtió en un mal presagio de lo que se viviría después en el campo. El nubarrón oscuro del que lleva semanas tratando de escapar el Rácing Vilalbés volvió a sobrevolar más cerca que nunca sobre sus jugadores.
Acostumbrados a pasearse en casa durante buena parte de la temporada, con partidos cómodos en los que su superioridad fue aplastante, en las últimas jornadas a los rojiverdes les ha tocado remar sin remos. Como este domingo ante el Galicia de Mugardos, un rival aparentemente asequible que se rehizo a sí mismo.
La fuerza y el empuje del compañero que partió, así como los mil motivos para brindar un nuevo triunfo a la afición, no fueron suficientes para que los pupilos de Óscar Gilsanz mantuviesen el ritmo esperado. Y eso que en el inicio parecía pan comido, con un Vilalbés más suelto que de costumbre, con claridad de ideas y profundidad, mucha profundidad.
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