El Rácing Vilalbés está de vuelta. Los fantasmas del descenso comienzan a diluirse a golpe de resultados positivos. Este domingo sumaron uno más. El quinto consecutivo. Una victoria sufrida ante un rival directo, el Laracha, que no le puso las cosas fáciles. Le obligó a emplearse a fondo, teniendo que ponerse por delante en el marcador hasta en dos ocasiones.
Pero el fútbol son dinámicas, y el conjunto chairego, después de una campaña complicada y sin rumbo, parece sentirse cómodo por fin. Es su momento. Están en forma y con ganas. Los tres puntos de este domingo—que se suman a los otros ocho conseguidos en las últimas cuatro jornadas, lo que los sitúa en la decimocuarta posición de la clasificación de Tercera con 28— no son más que un paso adelante en su objetivo. Está más cerca, pero toca seguir peleando.
Al menos lo podrán hacer con una sonrisa en la cara y la cabeza alta, tal y como abandonaron ayer los rojiverdes el campo de A Magdalena, entre los aplausos de un público que no tiene intención de rendirse ante nada ni nadie.
El apoyo está asegurado. Tampoco lo hicieron ellos frente al equipo de su extécnico, Óscar Gilsanz, al que le guardan un gran cariño, pero no cuando hay puntos de por medio. Por eso salieron con ímpetu y fuerza para ganar.
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