La selección gallega Sub-16 se proclamó este miércoles, sobre el césped del Manolo Barreiro y ante una grada abarrotada de aficionados, campeona de España después de cinco intensos días de torneo y tras imponerse en la gran final al combinado de Andalucía por 3-1, con diez minutos de oro en los que los pupilos de David Páez marcaron los tres tantos de la victoria.
Y eso que el partido comenzó en contra para los gallegos ya que el combinado andaluz se puso por delante a los 22 minutos del encuentro con un tanto de Adrián Heredia. Un gol que no hizo perder las esperanzas de los locales, pese a que con esa derrota por la mínima se llegó al tiempo de descanso en el campo pontevedrés.
Sin embargo quedaba un asalto por delante y, pese a que mientras salían de los vestuarios no lo sabía, el cuento iba a cambiar radicalmente y el Manolo Barreiro terminaría convirtiéndose en una fiesta. El seleccionador autonómico decidió realizar cambios en la segunda mitad -dando entrada a Rubén Fernández, Adrián Guerrero, Dani Estévez, Hugo Burcia y Cristian Carro- y dichos movimientos tácticos realizados por Páez no pudieron ser más efectivos para el devenir del partido y del campeonato.
Cuando tan solo restaban 28 minutos para la conclusión del cuentro Lucas Taibo puso el empate en el luminoso desde el punto de penalti. Ese gol activó a los gallegos que veían que la corona nacional estaba cerca y que tal solo dependían de ellos mismos para dejar de rozarla con las manos y poder agarrarla completamente.
Nueve minutos después Rubén Fernández, uno de los hombres que acababan de entrar en el campo, remató con la cabeza a la perfección un centro que Adrián Guerrero le puso desde la banda derecha, enviando el balón al fondo de la red y dando la ventaja a Galicia.
Sin embargo el resultado no iba a quedar así y tan solo dos minutos después del segundo gol local, el mismo hombre que había puesto el centro en la acción anterior decidió convertirse en protagonista principal y tras una acción combinativa de los gallegos, Guerrero remató libre de marca para hacer el tercero, poner la puntilla definitiva y levantar a todos los aficionados de sus asientos.
Tras el pitido final llegó la locura, la celebración sobre el césped y en la grada y la recogida de la copa que acredita a Galicia como campeona de España.