La sequía muestra un país bajo las aguas

La sequía que arrastra Galicia desde el otoño ha descubierto las muchas atlántidas que llevaban décadas sumergidas por los embalses
Portomarín que cubre el embalse
photo_camera Portomarín que cubre el embalse

La literatura oral gallega cuenta con innumerables ejemplos de ciudades míticas ocultas bajo las aguas, ya sea la Beria chairega sumergida por la laguna de Cospeito o las construcciones submarinas que desde la isla de Outeiro da Lapa, frente a A Lanzada, llegan hasta la isla de Ons. Durante el siglo XX, al imaginario de los gallegos se sumaron nuevas atlántidas como resultado de la construcción de embalses, que dejó poblaciones condenadas a morir bajo las aguas en distintos puntos del país: el viejo Portomarín, Castro Candaz, en Chantada; Aceredo, en Lobios; O Marquesado, en Agolada... que han vuelto a respirar por obra de la sequía que arrastra Galicia desde el pasado otoño.

La memoria de las aldeas damnificadas por el embalse de Belesar, con una cola de más de 50 kilómetros que baña los municipios de Portomarín, Guntín, O Páramo, Paradela, Taboada, Chantada y O Saviñao, está recogida en el documental Asolagados, dirigido por el chantadés David Vázquez a partir del guion de Afonso Eiré, también de Chantada.

Surgió la chispa para este trabajo audiovisual —que todavía recoge premios y se proyecta en festivales de todo el mundo— durante el otoño de 2011, cuando unas obras de reparación en Belesar obligaron alvaciado del embalse. Emergieron entonces lugares tan atrayentes como Castro Candaz, que también se puede ver estos días y que está recibiendo a visitantes de toda Galicia, socorridos por los vecinos de la zona que improvisan señalizaciones y aparcamientos y ejercen como cicerones.

Castro Candaz, en la parroquia chantadesa de Pedrafita, forma un promontorio en las desembocaduras de los ríos de A Lama y Enviande rodeado de agua por tres partes y en el que todavía se pueden observar los restos de un asentamiento castrexo, cuentan que fundado por el cónsul romano Lucio Cambero, y de una fortaleza medieval.

"Todas as familias guerreiras da Idade Media da zona, os Camba, os Taboada, os Temes, xurdidas das escuridades da historia, quixéronse vincular a este lugar, convertelo no seu solar, na cerna do sangue", cuenta Manuel Gago a respecto de Castro Candaz en su blog Capítulo Cero.

Son cientos las personas que este invierno han querido acercarse hasta este lugar decisivo durante la segunda invasión vikinga de Galicia, ya que en la fortaleza de Castro Candaz se refugiaron los señores de la zona, protegidos por los Erice o Eriz después de que los hombres del norte hubiesen arrasado Chantada. Llegaron a tiempo las huestes del rey Ramiro, que venció a los normandos en Campo Ramiro, según los Apuntes para la historia de Chantada de Manuel Formoso Lamas.

La fortaleza fue en parte destruida durante la Gran Guerra Irmandiña y erigida de nuevo por los Taboada, que a finales del siglo XV pedirían permiso al obispado de Lugo para levantar también una ermita.

Belesar está a un 25% de su capacidad y es habitual que marque sus mínimos de agua embalsada durante los meses de noviembre y diciembre, según una información de Ana Rodil en la edición Ribeira Sacra de El Progreso publicada el 7 de diciembre. Resulta corriente que a finales del otoño y principios del invierno muestren su cara el viejo Portomarín, cuyas construcciones más singulares fueron trasladadas piedra a piedra hasta el nuevo emplazamiento, y otras aldeas de este municipio, como Ferreiroá, Abeleira, O Barco y Seixón, y O Loio, en Paradela.

Este invierno de sequía han quedado también al descubierto los restos de Ribó y A Ermida, en Taboada, cerca de la parroquia de Xián, en el fondo de un valle rodeado por los bancales en donde todavía se contemplan las cepas de las vides que los vecinos cultivaban en este entorno fertilísimo antes de que en 1963 las aguas lo cubriesen todo.

Los ríos Miño y Sil riegan la Ribeira Sacra estrangulados por cuatro grandes embalses. El de Os Peares, además del de Belesar en el Miño, y Santo Estevo y San Pedro en el Sil. En este último río, ya en territorio berciano, la escasez de agua en el pantano de Bárcena ha devuelto a la vista el puente del Camino Real de Carlos III que se había dispuesto entre los municipios de Congosto y Cubillos de Sil, cerca de Ponferrada, sobre un paso romano que daba servicio a la calzada que comunicaba Lucus Augusti (Lugo) y Asturica Augusta (Astorga).

Al igual que los embalses de Belesar y Bárcena, el de Portodemouros, entre los municipios de Arzúa, Vila de Cruces, Santiso y Agolada, en la Terra do Medio, fue producto de la política de pantanos franquista de los años sesenta del siglo pasado. Una barcaza comunica diariamente —hasta 30 veces— las parroquias de Beigondo (Santiso) y Loño (Vila de Cruces) desde 1975, como una pobre compensación para los vecinos que reclamaban los seis puentes que se había llevado el pantano.

La sequía permite este invierno recorrer las calles de O Marquesado, en Agolada, y acercarse al viejo molino sepultado bajo las a los nichos del cementerio parroquial y a lo que queda de un castro.

De la política de pantanos franquista, a la de los años noventa. Hace un cuarto de siglo, cinco localidades entre los municipios de O Entrimo y Lobios recibieron las aguas del río Limia, las mismas a las que los romanos habían atribuido el poder del olvido tantos siglos atrás. En el año 1992, el embalse de Lindoso anegó Buscalque, O Bao, A Reloeira, Lantemil y Aceredo. Esta última población se muestra 25 años después y las gentes de los alrededores, de uno y otro lado de la raia con Portugal, acuden a la llamada para recordar cómo era cuando en las casas de piedra todavía se hacía lumbre.

La Galicia sumergida estará todavía disponible para los ojos de los curiosos durante unos días, quizás semanas. Todo dependerá de lo que caiga del cielo y de si las lluvias anunciadas son suficientes para recuperar un déficit hídrico como hace tiempo no se recordaba en el país de los mil ríos.

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