'Super 8', un ejemplo de que el espectáculo no está reñido con el buen cine

El último mago del sector audiovisual, J.J.Abrams, de la mano de Steven Spielberg, que ejerce de productor, ha conseguido demostrar que el espectáculo no está reñido con el buen cine en Super 8, película que nace con la clara vocación de convertirse en un clásico del cine de entretenimiento.

Abrams (o quizás Spielberg) mezcla en Super 8 la inocencia de Los Goonies (1985), la ternura de E.T. (1982) y la fantasía de Encuentros en la tercera fase (1977) para realizar un destacado homenaje al cine de los ochenta, pero con los elementos de espectacularidad que caracterizan a sus producciones.

No hay que olvidar que Spielberg fue uno de los guionistas de Los Goonies, dirigió E.T. y se encargó de la realización y del guión de Encuentros en la tercera fase.

De ahí que sea difícil delimitar a quién atribuir el mérito de una película que, aunque no ha arrasado en taquilla desde su estreno hace dos meses en Estados Unidos, es una de esas cintas claramente abocadas a una carrera de fondo.

La historia, simple y con el confortable gusto del terreno familiar. Un grupo de niños en 1979 que dedican su tiempo libre a rodar películas con su cámara de súper 8.

La estética, la música y hasta el lenguaje están cuidados hasta el último detalle para crear una atmósfera en la que todo espectador de mediana edad se reconozca y para que los más jóvenes tengan suficientes guiños de antigüedad que les haga sentirse atraídos por el filme.

Un grupo de actores en su mayoría novatos -Joel Courtney, Elle Fanning, Riley Griffiths, Ryan Lee y Gabriel Basso- forman un reparto que recuerda a los de películas como la citada de Los Goonies (con Josh Brolin, Martha Plimpton o Corey Feldman) o Stand by me (1986, con River Phoenix o Jerry O'Connel), en la que también haya una recordada escena con un tren como protagonista.

Porque una de las escenas más impactantes de Super 8 es el accidente de un tren del que son testigos los niños protagonistas.

Y ahí sí se ve la mano de J.J.Abrams, que ha rodado un accidente tan impactante como el de avión que dio comienzo a la serie Perdidos y que es sólo el arranque de un película que oscila brillantemente entre el espectáculo puro, el drama, la comedia o la ciencia ficción.

Muchos elementos que se ligan perfectamente en una historia con todas las aspiraciones del mundo pero que oculta hábilmente su ambición, lo que permite que al final quede la sensación de haber visto una película simple, cuando en realidad el entramado que sostiene Super 8 es de una enorme complejidad.

Y no sólo por las escenas de acción o los efectos especiales, si no por el despliegue de medios humanos y materiales, la sutil iluminación que le confiere unos colores desvaídos propios de la década de los ochenta e incluso una labor de casting que ha elegido unos perfectos niños de hace treinta años.

En definitiva, una película en la que Abrams y Spielberg han puesto lo mejor de sí mismos como directores pero también como niños y cuyo resultado es una de las mejores películas de género de los últimos tiempos.

Sin la profundidad de muchos directores de culto, es cierto, pero con un estupendo espectáculo de entretenimiento, que es el pilar en el que se sustenta el llamado séptimo arte.

Super 8
llega este viernes a los cines españoles.


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