"Los rituales que libramos en silencio a veces nos revelan otra realidad terrible"

La escritora y periodista lucense Nerea Pallares acaba de presentar su segundo libro de relatos, Los ritos mudos, una exploración de esas ceremonias que, bajo múltiples formas, se encuentran arraigadas en la vida cotidiana, desvelando un inquietante rostro oculto de los individuos y de la sociedad que se aferran a ellas
La escritora lucense Nerea Pallares. EP
photo_camera La escritora lucense Nerea Pallares. EP

¿Qué son los ritos mudos?
Los que repetimos cada día sin darnos cuenta. Nuestras obsesiones más elocuentes. Lo que adoramos, lo que ofrecemos en sacrificio. Como individuos y como sociedad. Los ceremoniales silenciosos y cotidianos que nos delatan.

¿La existencia de ritos mudos en la sociedad de la hiperexposición personal es una paradoja o todo lo contrario?
Yo creo que todo lo contrario: justamente porque cuando nos exponemos lo hacemos proyectando una imagen controlada. En redes sociales, por ejemplo, el lugar por excelencia para esa hiperexposición de la que hablas, elegimos lo que queremos que sea visto para conseguir un objetivo determinado. Por eso detener la mirada en los rituales que seguimos librando en silencio nos revela otra realidad. Y a veces, una terrible y muy poco edulcorada.
 
Hay algunos de los relatos, como No recuerdas la noche o #Nora, que al leerlos se percibe que están asentados en una realidad presente y, aun con todo, siguen sonando a futuro de pesadilla. ¿Vivimos definitivamente en una distopía?
No creo que definitivamente, por suerte seguimos estableciendo muchos vínculos humanos verdaderos que nos alejan de una distopía irremediable. Pero creo que sí hay elementos que conforman nuestra realidad presente, sin necesidad de inventarnos futuros posibles, que son muy alienantes. Y me interesa mucho explorarlos a través de la literatura.

¿Es posible todavía construir relatos a partir de esta realidad que lleva destruyendo desde 2001, a golpe de imágenes en vivo como las del 11-S o experiencias directas a nivel global como la pandemia, las formas y las convenciones bajo las que funciona buena parte de la ficción?
A mí todo este contexto apocalíptico me resulta muy estimulante a nivel creativo. No quiero decir que me parezca conveniente. Quiero decir que me parece muy interesante escribirlo, reflexionarlo, transformarlo.

Por otro lado, parece que la pandemia ha traído algo positivo: se lee más. ¿Nos quedaremos con este hábito?
Pues no tengo ni idea. Me da la sensación de que ese incremento de los tiempos de lectura tuvo lugar durante el confinamiento, no necesariamente a lo largo de toda la pandemia. Pero para saberlo deberíamos preguntarle a una persona experta en sociología o esperar a que salga el próximo informe sobre hábitos de lectura de la Federación de Gremios de Editores de España. Ojalá que sí.

Por suerte seguimos estableciendo muchos vínculos humanos verdaderos que nos alejan de una distopía irremediable"

Volviendo al libro, en todos los relatos se manifiestan múltiples formas de violencia y crueldad, ya sea soterrada o explícita, sobrenatural o cotidiana. Sin embargo, el capítulo de cierre termina hablando de redención e incluso de un personaje que se sobrepone y acaba dominando esa situación hostil, adversa. ¿Hay esperanzas aún para esa redención como sociedad?
Exacto, la redención que se propone en el libro es paradójica: es la del disidente. Lo insólito es que, en este caso, es la sociedad la que se avergüenza de cómo mira a esa figura. Y quizás sea esta una forma de redención. Reconciliarnos con nuestra miseria y abrazar lo que también somos. De hecho, ese último relato elabora una poética de la basura y se dedica a invertir categorías: los lugares habitables y los espacios en negativo, lo útil y lo que ya no sirve, lo que es siniestro y lo que es bello. 

En ocasiones, la narración también admite lirismo. Y en Todavía estamos buscando, sensualidad. ¿Puede encontrarse belleza incluso en el horror?
Y tanto. A mí me interesa mucho el desconcierto que produce narrar poéticamente lo abyecto. 

Los relatos se mueven por escenarios muy variados, e incluso, en clave gallega, ofrecen una revisión del mito de la Santa Compaña. ¿Es un reflejo de una trayectoria personal, por así decirlo, 'itinerante'? ¿Es una forma de expresar que, en estos momentos, todas las cuestiones humanas se dan a escala prácticamente universal?
Pues lo cierto es que los escenarios no los elijo pensando en nada de esto, surgen de otra parte: como imágenes plásticas, como espacios que le dan forma a determinadas obsesiones, como lugares que presagian la violencia. Puede que de ello se desprenda lo que apuntas con tu pregunta, pero es una consecuencia natural, no algo premeditado.

También se aprecia en ellos bastante variedad en el género (suspense, drama social, terror, costumbrismo, fantástico...), en el estilo narrativo y hasta en el sexo del personaje que ofrece el punto de vista. ¿Es una voluntad de no ponerle marcos a la escritura?
La verdad es que no escribo pensando en un género, solo en lo que cada historia me pide.

Me interesa mucho el desconcierto que produce narrar poéticamente lo abyecto"

Es su segundo libro de cuentos, tras Sidecar. En los últimos años se habla de que hay un nuevo auge del relato corto. ¿Cree que está ligado a la forma veloz e inmediata en la que se consume todo en la actualidad o el cuento ha conquistado ya una autonomía y una justificación por sí mismo?
Sin duda el cuento es un género en sí mismo. Quizás en España no tenemos tanta tradición cuentista, pero esto en contextos literarios como el latinoamericano se asume con toda naturalidad. No creo, la verdad, que un libro de cuentos ofrezca al lector un consumo más veloz que el de una novela porque, de hecho, muchas veces puede ser más exigente. Requiere entrar y salir, en menos tiempo, de propuestas, escenarios, tramas, personajes. Cada cuento tiene, al fin y al cabo, su universo propio. Y si hablamos de extensiones, el consumo comercial de narraciones se apoya en fórmulas de mayores dimensiones y menores densidades: bestsellers larguísimos o series con varias temporadas.

En cualquier caso... la pregunta prejuiciosa. ¿Siente tentación de probar con la novela?
Si en algún momento una historia lo necesita para ser contada, claro.

Como escritora joven. ¿Es difícil sacar la cabeza en un mundo de la literatura que parece exigir al autor una cada vez mayor presencia virtual, a través de las redes, incluso como encargado principal de una constante estrategia de márketing previa a cualquier publicación?
Sí. Es difícil tener visibilidad en un mundo tan lleno de ruido, sobre todo en las pantallas. Y es difícil dedicarse a escribir literatura en un mundo obsesionado con la productividad (y que divide, en función de ese criterio, lo que es “útil” y lo que no). Pero por eso es también tan necesario. Escribir es un espacio de resistencia.

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