Rafael Álvarez, 'El Brujo': "Cada vez que alguien pone la tele me levanto a leer un libro"

'Autobiografía de un yogui' llega al auditorio municipal de Ribadeo [domingo 29, 20:00 horas] de la mano de El Brujo, un histórico de los escenarios que descubrió la meditación en los años de la crisis
Rafael Álvarez, 'El Brujo'. EP
photo_camera Rafael Álvarez, 'El Brujo'. EP

Su vida transcurre entre el teatro, su familia y el yoga. Rafael Álvarez, El Brujo, vuelve a los escenarios de Galicia para empujarnos a la meditación.

¿Por qué el apodo de El Brujo?
Me llamaban así mis compañeros del colegio mayor universitario.

¿Por qué?
Ya no lo sé. Los chavales, con 18 años se ponen motes por un capricho momentáneo, por algo intuitivo. Me llamaban Brujo por mi manera de hablar, por mis fantasías. Era un chico fantasioso, que le gustaban las cosas del misterio, relacionadas con la magia y las leyendas antiguas. Era como si me hubieran llamado Gallego, porque los gallegos son un poco brujos. O Meigo.

Un apodo que le ha definido a lo largo de su carrera.
Ya forma parte de mí porque son muchos años y yo mismo me lo puse para el teatro.

¿Y quién es Rafael Álvarez?
¿Sabes quién eres tú? (Risas). Un número del carnet de identidad, un nombre y unos apellidos, unas connotaciones familiares. Todo eso soy. Pero ¿quién soy yo realmente? Hago una obra de teatro que hace esa pregunta constantemente. Una obra sobre la tragedia griega, que dice ‘¿Quién eres tú realmente?’. Pregúntatelo, que es el gran secreto que tienen que descubrir tanto los hombres como los dioses’.

¿Qué hace en su día a día fuera del teatro?
Tengo una actividad muy regular con mi vida, hábitos muy rítmicos. Me levanto, hago yoga y meditación. Después como y por la tarde ensayo, toda la tarde. Alguna vez descanso, me quedo en casa con los chicos o con mi mujer. Y los fines de semana, de gira.

¿No se relaja viendo la televisión?
No veo la televisión. Solo de vez en cuando, en una hora muerta que tengo. Después de comer o cenar, en esos diez o quince minutos en los que no me apetece leer. O estoy con mi familia y ellos están viendo una serie. La veo con ellos pero no más de diez minutos, porque me produce tal sopor, aburrimiento y hastío... Porque son series que son una iluminación tenebrosa: golpes, escenas desabridas, violentas, diálogos a veces de mal gusto... Me levanto y me voy a leer un libro o a escuchar música. O a hacer yoga. Con la meditación ves todas las series que tú quieras, porque las programas tú.

Decia Groucho que la televisión es un gran invento porque cuando alguien la encendía, él se iba a una habitación a leer un libro.
¡Muy bueno! Pues yo también lo hago. Veo a veces las noticias, y tampoco mucho. Cuando se ponen pesados con una noticia, la paso. Me enfadan. "No hay acuerdo entre PSOE y Podemos". Ya está. Ya sé si iba a haber o no elecciones. Con eso tengo todo. Los análisis y los debates me hastían.

España vive una situación de absoluto bloqueo político.
Necesitamos una reflexión profunda acerca de los valores de la vida. La política se desconectó de la filosofía. Se ha vuelto una especie de ejercicio de intereses muy pragmático, muy materialista y muy a corto plazo. La acción de los políticos, desconectada del pensamiento filosófico, se convierte en una acción pequeña y miserable. No hablan de los valores en los que se basa su ideología y su programa. Son vendedores con prisa, que van a decir con rapidez lo que creen que a la gente la moviliza de una manera rápida y sin pensar. Y nunca en función de lo que ellos presentan, su programa, sus afirmaciones, sino de los defectos del otro. Un discurso en lo que predomina lo negativo.

¿Necesitan yoga?
Todos, pero ellos mucho más, porque tienen responsabilidades públicas. Para hacer eso hace falta tener conciencia, y para desarrollarla hay que meditar.

Tuvo un enfrentamiento dialéctico con un hermano de Esperanza Aguirre durante una de sus obras de teatro. ¿Qué pasó?
Hice una improvisación paródica sobre Esperanza Aguirre cuando era presidenta de la Comunidad de Madrid con la coincidencia oportuna y curiosa de que allí estaba su familia. Había dos hermanos con sus respectivas esposas. Me vi muy sorprendido cuando desde el patio de butacas, una voz estentórea, gritaba: "¡No te metas con Esperanza Aguirre!". Muy cabreados, cogieron la puerta y se fueron con cajas destempladas.

Ellos se lo perdieron.
Fue algo muy light, dije que ella era como Dulcinea del Toboso, sentada en una mecedora y tal. Una broma, una caricatura. Y se lo tomaron mal.

¿Cómo llegó Yogananda a su vida?
Hace mucho tiempo con el libro Autobiografía de un yogui. Lo tenía con 34 años, me lo regalaron y por primera vez leí ese bestseller, el relato de su vida, su búsqueda de las verdades divinas y de la realización del ser. Más adelante volví a él en diferentes momentos. Y hace ocho años me inicié en sus técnicas de meditación.

¿Ha mejorado su vida?
Muchísimo. Hubo un momento en que vi claro que o hacía algo o enfermaba. La situación de estrés en la que vivimos los seres humanos es causa de grandes problemas de salud. En la crisis económica, porque soy empresario y tengo gente a mi cargo, hubo un momento en que se aceleró mucho el estrés. Decidí ponerme a trabajar en el camino del yoga.

El sitar está muy presente en Autobiografía de un yogui. Camarón también lo utilizó en La leyenda del tiempo. ¿Qué tiene ese instrumento?
Es el instrumento hindú por excelencia. Tiene unas notas sostenidas muy largas, que producen un efecto hipnótico, mágico, de ensoñación y misterio, que le va muy bien a la obra.

¿Qué está leyendo ahora?
Estoy releyendo Divinas palabras y biografías de Valle Inclán, porque pienso hacer un espectáculo sobre su figura muy pronto.

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