El sonido de Taranis cautivó a todos durante los años 80. Los pósters del grupo conquistaron las habitaciones de los adolescentes y su música, una extraña mezcla de folk, rock progresivo y jazz rock, cruzó las fronteras de Galicia y de España.
El grupo abrió muchos caminos en su época, como recuerda su fundador, Manuel Pajón. "Una vez tocamos en O Carballiño y había un par de grupos tradicionales que hacían pasacalles. Era una banda de rock y una banda de gaitas, por separado. Cuando volvimos al año siguiente resulta que hacían lo mismo que nosotros. ¡Les había gustado tanto nuestra música que se habían juntado las gaitas con los grupos de rock y hacían canciones en ese plan!".
Fueron diez años de frenética actividad en los que Taranis —formado entonces por Cándido Díaz, Begoña López, Pedro Vila, Manuel Pajón, Leandro Fernández, Enrique López y Rodrigo Moreno— publicó cuatro discos y quemó la carretera de concierto en concierto. "Vendimos mucho y muchas canciones gustaron tanto que las tocaba todo dios", explica Pajón.
Llegaron los 90 y la banda se disolvió, aunque alguno componentes, como Pajón, nunca dejaron de estar ligados a la música y, sobre todo, a la composición.
"Hace unos años, Pachi Mouriño —con quien compartió grupo en Los Senex antes de fundar Taranis— organizó un festival en el Círculo llamado Ancianos por el Mundo. Los componentes de Los Senex preparamos cuatro canciones y ahí se me ocurrió el regreso de Taranis", reconoce Pajón.
Esta primera chispa ocurrió en 2013 y seis años después se ha materializado en un quinto disco, Mundo idiota, que supone el regreso oficial de un grupo que nunca debió dejar de tocar. Eso sí, de sus siete miembros originales, solo se mantiene Pajón. Se han incorporado Pachi Mouriño, Eduardo García, J.A. Vázquez Tallón, Jorgito Delgado, Diego Fernández, José Fontao y Carlos José Veloso.
"Mi nieta tiene 12 años, se sabe todas las canciones del grupo y está encantada con nuestro regreso", asegura Pajón, hoy un abuelo orgulloso de la adolescente, miembro de Airiños de Orbazai y virtuosa de la gaita y de la flauta travesera. "Y canta, y baila. Le viene en la sangre, aunque ninguno de mis hijos me salió músico. El talento saltó una generación", explica entre risas y con una gaita sonando de fondo, ese instrumento que llevaron a otra dimensión.
