Miqui Otero: "La fe de España en los Juegos del 92 fue infantil, como un aplauso de fin de curso"

El autor de la novela 'Simón' ha vestido calcetines rojos en los momentos de brillo y en las épocas de oscuridad
Miqui Otero. ELENA BLANCO
photo_camera Miqui Otero. ELENA BLANCO

Miqui Otero es como su ciudad, Barcelona, con la elegancia superpuesta a las zozobras de la vida. En su última novela, el escritor con raíces en A Mariña traza un arco desde los Juegos Olímpicos del 92 hasta el deslumbramiento de la nueva cocina.

Simón, el protagonista de su novela, es un hijo de mariñanos que solucionaron su vida en Barcelona, como el propio autor. Los padres de Simón tienen un bar. El capital de Simón es su admiración por su primo, Rico. Un día lo pierde porque Rico desaparece. A partir de ahí, su trabajo consistirá en tratar de recuperarlo en la ciudad que prepara los JJ.OO. de 1992. La búsqueda continúa cuando procura su ascenso social por medio de la cocina. 

'Simón' es una novela de pícaros, arribistas; una novela moral llena de impostores.
Hay muchas tradiciones, entre ellas, las del pícaro español; que me interesa en sus encarnaciones. El pícaro es un personaje que me interesa. Está mal interpretado cuando se dice que Zaplana era un pícaro cuando era un sinvergüenza. Simón no usa su astucia para forrarse.

El pícaro está mal interpretado, se dice que Zaplana era un pícaro cuando era un sinvergüenza

Simón parte de una situación difícil. Es alguien que no tiene nada.
Trata de sobrevivir, pero no sale de la pobreza.

Otra tradición presente es la novela de aventuras. El héroe busca un tesoro, que es recuperar el contacto con su primo.
Baroja es un referente, sus novelas de aventuras y tesoros. El tesoro que buscan es de otro tipo. El personaje va de aquí para allá y le cuentan historias. Eso va forjando su carácter.

Antes de sentarse a escribir esta novela la explicaba usted como una historia de indianos.
Me interesa la novela Gallego, de Miguel Barnet; la lucha por ganarse la vida. La idea de la emigración como viaje en el tiempo. Pienso en esa gente del interior, que sale de casas sin luz y llega a La Habana con sus neones. Es un viaje en el tiempo. Al volver tienen que inventarse una vida para tapar sus fracasos.

Sus abuelos maternos proceden de O Valadouro y Foz. En su familia hubo ese viaje al futuro.
Cuando era niño llamaban mis tías de Argentina o me hablaban de un hermano de mi abuelo, sobre el que decían que trabajaba con el sastre más importante de La Habana, que hacía trajes para el mafioso Lucky Luciano.

Simón es un Quijote que vive a través de los libros, se beneficia de un auge y sufre una caída.
El Quijote es un libro modernísimo y divertido. Pasa por loco, pero solamente es un loco cuando habla de libros; es cuerdo en el resto de conversaciones. No es verdad que los libros salven vidas, pero son refugios cuando la vida te da un batacazo. La literatura no te hace más feliz, pero sí más sabio. Hay problemas que reconoces porque los has leído.

Un cocinero era una estrella del rock en los 90. Un día me fijé en un cuchillo y pensé que era una espada posmoderna

Su protagonista no es un caballero andante, sino un cocinero.
Un cocinero era una estrella del rock en los años 90. Un día me fijé en un cuchillo en mi casa y pensé que era una espada posmoderna. Simón enarbola un tenedor en un mundo en el que se sirve sopa. Si hubiese sido una novela de espadachines sería un lunático, si hubiese sido de poetas, la novela se acabaría rápido.

Le he leído: "!Simón había descubierto que nada es lo que parece y tarda en darse cuenta de que las cosas son como son".
La fe de España en las Olimpiadas del 92 fue una fe infantil, es como el aplauso a fin de curso, que es acrítico; es similar a la fe de Simón en lo que le explica su primo. Rico le dice que puede abrir las puertas del ascensor con la mente o cambiar los semáforos con la mente y él se lo cree. El pebetero de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos se encendió ante 3.500 millones de personas con un truco. La flecha no cayó dentro, sino en un callejón. Cuando entra el rey Juan Carlos en el recinto olímpico ponen el himno El segadors, así unos no pitaron al Rey y los otros no pitaron al himno.

Simón va a ver a Violeta. Ella está regando flores con vino blanco.
Los holandeses inventaron flores, algunas eran más caras que una propiedad. En la alta cocina vemos como el valor y el precio de una cosa no se corresponden. El capitalismo crea entornos de élite al que acceden personas por sentirse diferentes. Hay un esclavismo a pie de cocina de chefs que no saben cocinar unas lentejas. Conocí a un cocinero que me habló de ese submundo. ¿No lo conocía? En el bar de mi tía en Mondoñedo solo me dejaban pasar las tapas.

"Galicia es algo que flota en mi imaginación de lo que escuchaba hablar en los bares gallegos"
Una tía de Miqui Otero emigró a Alemania y al regresar puso un bar en Mondoñedo.

Compara los bares con teatros.
Cada cliente de un bar fuerza un personaje. Cuando alguien cuenta en un bar algo que le ha pasado lo salpica de chistes. En el bar se actúa como en la Comedia del Arte: están el tímido, el picante, el payaso, el reservado,... es un espectáculo.

De ese género escénico italiano toma el personaje de Scaramouche, un buscavidas que presume de una alcurnia tan elevada como falsa. Simón ve a su primo como un 'scaramouche'.
Me servía para el personaje, que tiene un talento en bruto que pone al servicio de lo quiera hacer. Es actor, bufón, abogado a ratos, hace esgrima,... actúa sin convicción. Él dice que la única forma de tener talento o dinero es derrochándolos. Su primo, Rico, como Scaramouche pone su talento al servicio de la vida.

También usted muestra una Galicia idealizada.
Mi Galicia es el ideal de un niño que la conoce de vacaciones. Galicia es algo que flota en mi imaginación de lo que escuchaba hablar en los bares gallegos de Barcelona. Cuando daban un día soleado en la televisión, decían que se mentía sobre el tiempo en Galicia, cuando daban lluvia, se consideraba lo normal.

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