Jorge Martínez: "No estamos hechos para ser felices, sino para estar en guardia"

Ha sobrevivido a cuatro décadas de música y a seis décadas de sí mismo. Desde ‘Ilegales’ (1982) a ‘Rebelión’ (2018) pasaron 36 años, pero el cantante no ha perdido tensión ni alerta.
Jorge Martínez. JAVIER ROSA
photo_camera Jorge Martínez. JAVIER ROSA

"LA GIRA DE Rebelión se había extendido", apuntaba Jorge Martínez el pasado marzo. Su intención era tocar en Lugo, pero su actuación estaba tan al borde de la suspensión que el confinamiento domiciliario acabó por anularla. Todavía no hay fecha de regreso. Desde Ilegales (1982) a Rebelión (2018) han pasado 36 años, pero el cantante mantiene su convencimiento de que la vida es un conflicto y la actitud del desafío.

La mayoría de canciones que integran ‘Rebelión’ no duran mucho más de dos minutos. ¿Es una vuelta al origen?
Estamos en tiempos en los que prima la inmediatez. Hay que decir todo muy rápido. Puede cambiarse de canción en un click. Hacemos un repertorio de 36 canciones. Hay canciones de finales de los 60 que eran muy largas y tenían poca música.

¿Cómo se decide qué sobra?
Es bueno que quien haga la canción no sea quien la corte. Usted manda mucho en sus discos. Los compone y los produce. Sí, me toca amputarme. Hay cosas que son buenas, pero que no aportan nada. Eso contradice el consejo que daba.

¿Solamente confía en sí mismo?
Me fío de mí mismo. Escucho mucha música: clásica, jazz, progresiva,... Compro muchas revistas.

El Estado aspira al monopolio de la violencia. Se pueden hacer grandes cosas siendo juez

Cuando dejó la carrera de Derecho se impuso un horario de ensayar con la guitarra, estudiar tecnología, escuchar diferentes tipos de música, componer,...
Trabajaba ocho horas al día, pero me di cuenta de que no me llegaban para cumplir mis objetivos y trabajaba 12 y 16. Hay que vestirse de explorador.

Los exploradores recurren a veces a la violencia. En el sencillo que publicó en enero, Te prefiero lejos, critica las guerras y las patrias.
La violencia es una constante de la especie. Desde las bacterias a los humanos. Esa canción es un conglomerado de información por diferentes sitios sobre un mundo ardiendo. En Chile hay disturbios, en Ecuador hay problemas serios, es una contestación al neoliberalismo. La Italia renacentista, la de los Borgia, dio una pintura y una literatura maravillosas. Suiza, que es pacífica, ha perfeccionado el chocolate y la banca.

Quiso ser juez. Es una visión ordenada y justa de la violencia.
El Estado aspira al monopolio de la violencia. Se pueden hacer grandes cosas siendo juez. Hay jueces haciéndolas en relación al alto nivel de abusos que hemos padecido por parte de los partidos políticos. Hubo un momento en los 80 en los que se pudo hacer arte. La industria no lo vio; pero las independientes, sí. Me di cuenta de que hacían falta los jueces, pero más los artistas.

Dice que la industria no se dio cuenta. Tuvieron problemas para grabar el primer disco.
Hasta que ganamos un concurso y grabamos tres temas, entre los que estaba Europa ha muerto, que es profética. Europa es un lugar deseable, el único sitio con democracias. Es un mercado pequeño, pero funciona como centro de ideas que se irradian y mueven conciencias en todo el mundo. Es tan deseable que la atacan. Hay que abandonar las identidades culturales porque el mundo es cada vez más pequeño y las fronteras van a acabar por desaparecer.

Tengo una gran colección de moldes para hacer soldaditos. Sufro el síndrome de Stendhal. Estas cosas me llegan muy fuerte

Me sorprende que su discurso no sea más conservador teniendo unas profundas raíces europeas. Un antepasado suyo conquistó La Florida hace 500 años y usted mantiene su palacio en Asturias.
No se puede ser conservador cuando todo está estallando. Mi antepasado no era conservador para su época. Era científico y cruzó el océano con peligros reales e irreales, pero en los que se creía.

¿Su colección de soldaditos de plomo viene de ese pasado familiar?
Es una de mis fantasías más queridas. Tengo una gran colección de moldes para hacer soldaditos. Sufro el síndrome de Stendhal. Estas cosas me llegan muy fuerte. Los soldaditos son una conexión con la infancia. Los deseos más antiguos son los que te hacen feliz. Como tener una guitarra eléctrica. Cuando era joven eran carísimas. Eso te hace feliz y no el dinero. El dinero no es un deseo antiguo.

El Casino de Gijón tiene una exposición permanente con guitarras que ha cedido.
Las guitarras son herramientas de trabajo cuando busco un sonido. Las canciones son diligentes, hay que hacerles caso porque se van. No tengo todas las guitarras en casa y, a veces, tengo que ir a otro sitio a buscar una.

En sus inicios como Ilegales hicieron de todo para sobrevivir. Incluso robar en farmacias.
Había un miembro del grupo que era muy hábil. Se cogía solo lo que se necesitaba. Había una ética. Los años 80 eran un momento de crisis industrial, de desmantelamiento industrial, pero había normas. No se pataleaba a nadie en el suelo, como ahora. Las navajas se usaban con onda de esgrima.

El universo tiende a destruir todo. Destruir es una necesidad para construir

Usted andaba por Gijón con un palo de hockey.
Fui jugador de hockey, aunque era malo por ser muy alto. El stick es un arma limpia porque las lesiones eran menos graves que las provocadas por armas blancas.

Todos los conciertos de Ilegales acaban con el tema Destruye.
El universo tiende a destruir todo. Destruir es una necesidad para construir.

Esa letra habla del desencanto. Alguien protesta porque se creyó lo que le habían contado cuando era niño y descubrió que era mentira.
El desencanto ha producido arte memorable. El desencanto y la felicidad están en todo en la vida. Probablemente, no estamos hechos para ser felices, sino para estar en guardia. Durante miles de años atrás, hasta estos últimos 5.000, hemos vivido entre peligros. Siempre está en nosotros el atavismo de estar expuestos a los depredadores. Desde hace 5.000 años tenemos armas que nos protegen. Cuando empezó el coronavirus, no sabíamos si era gripe o un revulsivo de las bolsas.

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