James Dean, 60 años sin la leyenda rebelde

Con solo 24 años a su espalda y tres películas bajo su brazo, es "rebelde de América" se consagró como un mito cinematográfico tras su muerte ocurrida el 30 de septiembre en 1955
El actor James Dean
photo_camera El actor James Dean

En la América de los años cincuenta, encorsetada y puritana, sopló un "viento de libertad" llamado James Dean. 

Para este sesenta aniversario de su muerte, un autor francés, Philippe Besson,  lanza una biografía sobre "el rebelde de América" escrita en primera persona desde la perspectiva de 30 voces, la de Dean y la de otros 29 personas que rodearon al mito, algunos personajes públicos y otros que formaban de su círculo familiar. Escribir sobre James Dean hoy en día es un acto de atrevimiento pues su vida, además de ser una de las más especiales del mundo cinematográfico, es a la vez de las más noveladas.

En uno de los capítulos, Besson pone palabras a las vivencias de Marlon Brando y Elizabeth Taylor con el actor. "Me di cuenta de que era un puto genio. Y los genios tienen derecho a joder a todo el mundo", se imagina Besson que dijo Brando, palabras no textuales pero cuyo fondo queda recogido en las memorias del actor.


60 AÑOS SIN DEAN.Cuando su coche se encontraba en la intersección de dos autopistas estatales, la 46 y la 41, cerca de la localidad de Cholame (California), a unos 300 kilómetros al noroeste de Los Ángeles, James Dean perdió la vida.

En torno a las 17:45 horas del 30 de septiembre de 1955 se produjo el choque frontal entre su Porsche 550 Spyder plateado, al que llamaba cariñosamente "Little Bastard" ("Pequeño Bastardo") , con un Ford Tudor blanco conducido por un joven estudiante llamado Donald Turnupseed, que salió prácticamente ileso de la colisión.

Junto a Dean, en ruta hacia una carrera de coches en Salinas, viajaba el mecánico alemán Rolf Wütherich, que salió despedido del vehículo. Resultó herido grave, pero tras recuperarse jamás habló sobre el accidente. Dos horas antes del choque habían sido multados por exceso de velocidad. En cambio, "el rebelde de América", como fue bautizado por Ronald Reagan, sufrió varias lesiones graves, incluida una fractura de cuello que acabó con su vida. 


TRES PELÍCULAS, UNA LEYENDA.Tenía 24 años y solo había hecho tres películas, aunque únicamente una había llegado a los cines, esa fue "Al Este del Edén", la adaptación de Elia Kazan de la novela de John Steinbeck.

Para la crítica fue suficiente. Lo recibieron  como el mayor talento joven de Hollywood, algo que se vería refrendado con el estreno, apenas un mes después de su muerte, de "Rebelde sin causa", el drama de Nicholas Ray.

Para octubre de 1956 y convertido ya en un mito del cine, se lanzó "Gigante", su último trabajo, con la firma de George Stevens y Elizabeth Taylor y Rock Hudson también en el reparto. Dean logró la nominación póstuma al Óscar, como ya ocurriera con "Al Este del Edén".



UNA VIDA CONVULSA. El tormento que acompañó siempre a sus personajes cinematográficos bien pudo encontrar inspiración en sus vivencias, ya que su madre murió de cáncer cuando Dean tenía 9 años y su padre se desentendió de su cuidado.

Dean vivió con sus abuelos en una granja de Indiana hasta los 18 años y después se mudó a California, donde comenzó sus estudios de interpretación en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Allí fue escogido de entre más de 300 alumnos para dar vida a Malcolm en la obra de teatro "Macbeth".

Para enero de 1951 había decidido abandonar las clases y adentrarse de lleno en Hollywood, donde daría sus primeros pasos en representaciones teatrales emitidas por televisión como "A Long Time Till Dawn", "Run Like a Thief" o "General Electric Theater: I'm a Fool", donde compartió escenario con Natalie Wood, su futura compañera de reparto en "Rebelde sin causa".

A partir de su muerte, se han generado múltiples interrogantes. Muchos se preguntan qué habría sido de Dean si hubiera disfrutado de una vida longeva. Hay quien cree que hubiera tenido una carrera similar a la de Marlon Brando o Cary Grant, que tal vez hubiera optado por involucrarse profesionalmente en el mundo de las carreras de coches que tanto amaba, o que hubiera allanado el camino para muchos al hacer pública su presunta homosexualidad.

En cualquier caso, vivió y murió acorde a su propia filosofía, con frases para el recuerdo como "la gratificación viene al hacer, no con los resultados", o la célebre "sueña como si fueses a vivir para siempre y vive como si fueses a morir hoy".

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