Inician la restauración de las pinturas del templo de Eiré

Varias expertas trabajan en el mural renacentista que cubre el ábside de la iglesia de Pantón y que está muy deteriorado
Dos restauradoras, trabajando este miércoles en las pinturas.
photo_camera Dos restauradoras, trabajando este miércoles en las pinturas.

El pasado mes de febrero la investigadora Lucía Pereira (del Grupo de Estudos Medioambientais Aplicados ao Patrimonio) alertaba en una tesis del mal estado de conservación de las pinturas murales de varios templos románicos de la Ribeira Sacra. En Pantón, la tesis daba la voz de alarma sobre las iglesias de San Miguel de Eiré, San Pedro Fiz de Cangas y San Estevo de Atán. Desde hace dos semanas el equipo de las restauradoras María Isabel Vázquez Rodríguez y María Dolores Lago Arce trabaja, con fondos de la Consellería de Cultura, en la recuperación del fresco que cubre el ábside de San Miguel de Eiré.

Se trata de una pintura renacentista (siglo XVI) de autor desconocido alojada en la cúpula de un templo que formó parte de un monasterio de la orden de San Benito y cuya construcción se remonta al siglo XII. La obra muestra un pantocrátor sedente, rodeado de una mandorla, con la virgen María a un lado, San Juan Bautista al otro y un friso con las almas de los fieles. Una escena típica para el ábside de un iglesia.

La obra representa un pantocrátor y tiene tintes azules que las restauradoras investigarán cómo se lograron

Estas pinturas de la iglesia de San Miguel de Eiré estuvieron ocultas tras un retablo hasta los años 60 del pasado siglo, cuando se retiró la pieza de madera y se descubrió el mural. En aquel momento se hicieron unas obras para aislar el templo pero, antes, la pintura estuvo expuesta a la humedad y a la maleza, por lo que, según detallaron las restauradoras, presenta dos problemas fundamentales: la desaparición de mortero y la pérdida de policromía.

Por ahora las expertas están intentando afianzar el mortero que se desprendió o está abombado y para ello recurren a técnicas como el engasado, el sellado de las grietas y la inyección de mortero líquido en las zonas que hay globos de aire. Durante los próximos días observarán cómo evolucionan los tratamientos y cuando el mortero esté asentado se procederá a la recuperación de la policromía.

Dolores Lago pudo ver varias fotos del mural de los años 90 y apunta que desde entonces «se aprecia una pérdida importante de policromía». Su trabajo, una vez asegurado el mortero, será limpiar el mural, proteger el color que se conserva y reintegrar las faltas.

La obra tiene cerca de cuatro metros de ancho y en ella se usan los colores tierra habituales en este tipo de trabajos en la zona, sobre todo tintes logrados a partir de la vegetación del entorno. Pero a las restauradoras les llama la atención la presencia del color azul. Su intención es hacer un estudio para ver si ese azul viene de la zurita, un material escaso y caro de la época, o si se consiguió de otra forma.

Las pinturas del ábside no eran las únicas del templo de San Miguel Eiré. El arco triunfal estaba también decorado, pero apenas quedan restos de ese fresco.

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