"Escribí 2.000 discursos de conselleiros, que eran ficción pero no la que me interesaba"

Javier Peña llegó a la literatura, su auténtica vocación, después de haber estudiado Periodismo y, sobre todo, de haber escrito casi 2.000 discursos de conselleiros en la Xunta, trabajo que él ve similar al de vender yogures. Sobra decir que quedó quemado, pero esa situación emocional le abrió las puertas de lo que siempre quiso hacer: ser novelista. Este domingo presentó en Lugo su segunda novela, 'Agnes'.
Javier Peña, este domingo en A Tinería de Lugo. XESÚS PONTE
photo_camera Javier Peña, este domingo en A Tinería de Lugo. XESÚS PONTE

Después de siete años en la Xunta hablando y, sobre todo, escribiendo con la voz y las palabras que dirían otros, los políticos, Javier Peña ya habla y escribe por sí mismo. Encontró en la literatura la llave para contar lo que siempre quiso contar. Lleva así tres años y le fue bien. Su nombre se ganó muchos lectores y, en este tiempo, ya publicó dos novelas: Infelices (2019) y Agnes (2021), que presentó este domingo en la vinoteca EnVinissi, en Lugo, donde se reunió con algunos de sus lectores. 

¿Escribir fue siempre su vocación? 
Llevo escribiendo toda la vida. De hecho, mi primera novela, Infelices, se publicó en octubre de 2019 pero la escribí entre 2015 y 2016. Estudié Periodismo pensando en que quería ser escritor pero no podía estar más equivocado. 

Pero en el periodismo se escribe... 
Sí, pero otras cosas. En los dieciséis años que ejercí como periodista hice periodismo deportivo en el diario As, en A Coruña y en Vigo, y luego escribí, durante siete años, los discursos de varios conselleiros, que eran ficción pero no la que me interesaba a mí. 

¿Los discursos no le hicieron callo como novelista?
Callo no, más bien lo contrario. En Infelices, uno de los personajes es escritor de discursos pero cuando me decidí a escribirla ni se me pasaba por la cabeza iniciar una carrera literaria. Solo quería divertirme y ver que podía escribir algo diferente a un discurso político porque ese trabajo es muy repetitivo y está muy dirigido a la venta. Se barajan más porcentajes que recursos expresivos. Con tantos que hice, ya me decían que iba a acabar hablando como un conselleiro. Llegó un momento en que quise cambiar. Así que esa experiencia no me dio callo para escribir, más bien me lo quitó. 

¿Cuántos discursos escribió? 
Casi 2.000. Estuve siete años y hacía uno al día, solo hay que multiplicar los días laborables que tiene el año, algo más de 200, por siete y te dan cerca de 2.000. Eso sin contar otro tipo de trabajos como escribir prólogos para libros. 

¿Y qué contaba en los discursos? 
Tenían una estructura más o menos fija. Poco cambiaban porque a muchos políticos no les gusta eso. Había una conselleira que cuando pretendía innovar algo en el discurso no le gustaba, lo tachaba y tenía que poner lo de siempre: más datos y cifras. 

Al final podría adelantar trabajo haciendo una plantilla... 
Sí, con cambiar datos ya estaba. 

Puro márketing. 
Más que escritor, me sentía un vendedor de yogures. 

Quedó quemado. 
Bastante, porque es un trabajo duro y feo. Yo aguanté muchos años, siete, en gabinetes políticos y era un trabajo que ya no me sentaba bien psicológicamente. Trabajábamos para vender algo a la sociedad resaltando lo positivo y no contando lo negativo. Eso también lo hace una fábrica de yogures pero lo malo, en este caso, es que estás trabajando con dinero público y para la sociedad. Y, en esa situación, es más duro pensar que no dices toda la verdad. 

Quizá sea más fácil hacer de negro para un escritor. 
Creo que no estoy dotado para ello porque hay que meterse en la cabeza de otra persona y solo lo puedes hacer con gente con la que tienes mucha empatía. Por otra parte, acabas alienándote y yo tendría miedo a quedar alienado. 

¿Pero recibió alguna oferta? 
Para escribir una novela, no. Recibí una oferta para hacer una biografía de un líder americano. No acepté porque solo sería una convivencia de quince días pero, por otra parte, cada vez valoro más las experiencias y por probar, quizás sí aceptase. ¡A lo mejor podría salir después de ahí una novela! 

Puede ser un trabajo mejor pagado que el de escribir novelas... 
Casi cualquier cosa está mejor pagada que escribir una novela. Generalmente, lo que te pagan es inversamente proporcional a lo bonito que sea el trabajo. 

Uso estructuras que son un juego para los lectores, lo que viene de mi pasado ajedrecista

Pero ahora vive solo de su trabajo como novelista, ¿no? 

Mi vida se centra en escribir y en actividades relacionadas con la escritura. Cobro los royalties por las novelas y hago talleres. Tengo, además, una residencia literaria en la Cidade da Cultura. 

No le fue mal, de todas formas. Tanto con Infelices como con Agnes siembra clubs de fans. ¿Se ve ya como un escritor consolidado? 
He tenido la suerte de que Infelices fue editada por Blackie Books, que tiene renombre, y eso me permitió darme a conocer. Vendí más de 10.000 ejemplares y no es fácil. Con Agnes, que salió hace cinco meses, veo que tengo lectores que repiten. La consolidación te la dan los años y las novelas. Puede ser también que en dos años nadie se acuerde de mí. Creo que es importante fidelizar los lectores con talleres y clubes de lectura. 

¿La mejor novela por escribir podría inspirarse en la política? 
No me llama seguir por ese camino, pero no lo descarto. Creo que puede haber una novela en la vida de un asesor político por dentro. 

¿Su próximo reto como novelista? 
Tener una idea para una nueva novela. No quiero ser un autor que publique cada año. Me gusta trabajarlas poco a poco y quisiera tener más tiempo. Ahora tengo menos que en la Xunta. 

¿Alguna vez escribirá en gallego? 
No se me pasa por la cabeza. Soy castellanohablante y cuando escribo en gallego, traduzco construcciones del castellano. Eso empobrece la lengua. No creo que tenga la calidad de estilo necesaria para escribir en gallego. Incluso me propusieron que tradujese mis libros pero no me veo capacitado.

Quienes lo leen dicen que su forma de contar engancha. ¿Cómo hace para llevarse el lector al bolsillo? 
Tengo una forma de escribir extraña. Escribo por intuición, aunque también leí muchos manuales de escritura por el taller que tengo. Uso estructuras que son como un juego para los lectores, lo que viene de mi pasado como ajedrecista. Y también tengo mucha cultura audiovisual, me gusta el cine, lo que se traduce en mis novelas en escenas muy visuales que generan imágenes. Empleo también mucho humor y retranca. Esa es la manera de poder leer novelas duras en el contenido de una forma más sencilla, mezclando lo trágico y lo cómico. Los gallegos eso lo hacemos muy bien, es algo muy nuestro. Te ríes como una forma de ahuyentar los problemas. 

¿Se quedará en la novela negra, como es Agnes, o nos sorprenderá con otro género? 
Yo diría que Agnes no es ni una novela negra, ni policiaca. Es, más bien, un thriller psicológico, si por eso se entiende algo que te mantiene en tensión. Pero es un thriller raro porque la protagonista, Agnes, no investiga, escucha cómo otro le cuenta historias. Todo esto son etiquetas que les viene bien a las editoriales, los medios o las librerías. No escribo pensando en el género, sino en una historia. Pienso en estructuras, narradores y personajes.

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