La canción del verano pierde a su más efusivo paladín, Georgie Dann

El artista trascendió la etiqueta del one-hit-wonder no una, sino decenas de veces
Georgie Dann en 1970. RTVE
photo_camera Georgie Dann en 1970. RTVE

Aunque la canción del verano ni comenzó ni acaba con Georgie Dann, la muerte del artista de origen francés y autor de grandes hitos estivales como La barbacoa o El chiringuito constituye la pérdida de su más efusivo y entregado paladín.

De las más de 300 obras registradas en la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), un porcentaje altísimo corresponde a canciones construidas por y para el disfrute en discotecas o en la arena de la playa, sin rubor ni más enrojecimiento que el provocado por la fricción de los bailoteos que acuñó en paralelo.

De hecho, según contó a Efe, uno de sus más populares temas, El bimbó, fue alumbrado en 1975 para probarle a la discográfica CBS que podría ser bailable y tener su propia coreografía.

"Decidí ir a muerte con ese disco y esa misma noche me puse a improvisar y se me ocurrió esa cosa de cadera con cadera", explicó Dann, para quien esos movimientos "eran lo que ayudaba a la gente a divertirse".

Su participación en 1965 en el Festival del Mediterráneo fue la razón de su primer desembarco en España y en el idioma español. "Aprendí a hablarlo a raíz de mi primer éxito allí, porque a pesar de que no lo gané, a la gente le gustó mucho", rememoraría para Efe.

La fórmula del éxito de Georgie Dann: "letras sencillas, un tanto picantes y con una coreografía fácil"

Aunque conoció el éxito en este país en 1969 gracias en primer lugar a los vívidos ritmos rusos de Casatschok y desde allí su música se expandió por toda Hispanoamérica, vino al mundo realmente en París bajo el nombre de Georges Mayer Dahan en un año que difiere según la fuente. 

Así, mientras había trascendido la fecha de 1940, la base de datos de la SGAE señala que había nacido realmente cuatro años antes, en 1936, quién sabe si por error o a la búsqueda de una fórmula de eterna juventud que persiguió igualmente en sus canciones y en sus apariciones públicas, con su perenne melena azabache inasequible al paso de las décadas.

El embajador de la canción estival sabía tocar el clarinete, el saxo, el bandoneón y el piano y se formó como músico clásico en el Conservatorio de su París natal, ciudad en la que asistió a conciertos de todos los grandes del jazz norteamericano, incluido Louis Armstrong.

Su padre, también músico profesional, le recriminaba que le gustase tanto "esa música de negros", pero le procuró una formación que, según sus palabras, "enriquece mucho en armonías y en muchas otras cosas".

"Para mí es un honor que tantas generaciones hayan bailado conmigo, con mi música", afirmaría este músico que trascendió la etiqueta del one-hit-wonder (artista de un solo éxito) no una, sino decenas de veces.

De su puño y letra surgieron números 1 como Una paloma blanca, El africano, Mi cafetal, Campesino, Carnaval, carnaval o Koumbó, la canción del mundial de fútbol de España 82. 

"Realmente no sé cual es la fórmula para conseguirlo, lo que está claro es que consiste en letras sencillas, un tanto picantes y con una coreografía fácil, pero que cueste un poco aprendérsela", explicó a Efe. 

Para Dann, que no dudaba en calificarse como un showman, la diversión era fundamental. "Aunque la verdad es que para mí es una obsesión conseguir un tema que a todo el mundo guste y creo que esa es la base de que me haya mantenido durante tantos años", opinó quien se mantuvo casi siempre fiel a la misma fórmula.

Y si bien es cierto que sus ritmos trascendieron la rápida caducidad que se les habría supuesto en origen, el sesgo ético dejó congeladas gran parte de unas letras que retratan una época de pensamiento anacrónico, con títulos como El negro no puede o versos que parecían anticipar la incorrección del reguetón: "Las chicas en verano, ni guisan ni cocinan, se ponen como locas si prueban mi sardina". 

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