Aldeana del siglo XXI, a mucha honra

Vivir en el pueblo es un regalo, por la tranquilidad, el espacio, su riqueza y la calidad humana. Estos motivos, y más, figuran en 'Aldeanas en el siglo XXI', una publicación en la que el ourensano Aser Álvarez reivindica su pedazo de paraíso y muestran un espíritu luchador, para empezar, por conseguir mejores comunicaciones 
Ángela Aira, anfitriona del Camino es la única lucense incluida en el libro. EP
photo_camera Ángela Aira, anfitriona del Camino es la única lucense incluida en el libro. EP

Los relatos de las Aldeanas del siglo XXI son diferentes, como distintas son ellas, pero hay un nexo común: todas comparten el deseo de permanecer en el entorno en el que están.

Veinte perfiles sociodemográficos, económicos, laborales y familiares contiene la obra, coordinada por el ourensano Aser Álvarez (Bande, 1976) y publicada por el Ministerio de Agricultura. Muchas de ellas son protagonistas de cambios generacionales en negocios familiares, conservando la tradición. Y, en conjunto, "revitalizan".

Ángela Aira es anfitriona del Camino en Fonfría, con una palloza en un "prado sagrado" donde el pan recién amasado se huele desde la carretera. A Reboleira es un albergue.

"El trabajo me hace levantarme muy contenta. Además, tengo a mi madre y a mi nieto al lado. No sé si se puede pedir más".

La ilustradora Andrea Fernández creó en A Illa (Pontevedra) La Platanera, un espacio creativo en la que fue la casa donde se crió con sus abuelos; y, si alguien en Nigrán llega a La Insuela en barco, será recibido por la perrita Bella, y la humana Natalia, alma de La Isla de Tali. Los animales que arriban desnutridos, maltratados y exhaustos, vuelven, en su protectora, a nacer.

Lola Rontano, periodista, mora en Laxe (A Coruña). Viajó en noviembre de 2002 de Murcia a Costa da Morte para batallar contra la marea negra del Prestige y encontró un hogar: el suyo.

María Falcón y Cristina Yagüe son bodeguera y enóloga, respectivamente. El orgullo de estas Anónimas Viticultoras se extiende también a la comunidad LGTB. María lo tiene claro: "Nos interesa todo lo que sea ser visibles, ya no solo como trabajadoras rurales, sino también como mujeres lesbianas".

Marifé González es una joyera "libre y brava" en Oia, y Cristina Fernández habita en Mesía con las vacas que "protegen el sueño" de sus yayos, pues cuando se vio en la encrucijada de decidir si la granja se reinventaba o cerraba no dudó, pese a que «el camino más difícil» fuese el de la "morriña".

Soledad Méndez, trabajadora de barcos en Fisterra, es "marinera en un océano de hombres"; Ángeles Felípez, diseñadora y constructora en ese mismo entorno, en el fin del mundo; y Carmen Freire es "naturalmente labriega" en Brión.

Rita Neira, tendera en Vista Alegre de Soutolongo, sostiene un ultramarinos que le permitió "volver al origen"; la abogada Paula Garabal dejó la toga por el reiki y el aprendizaje de las leyes del conocimiento propio. Está censada en Moaña, donde estudia temas de coaching y de facilitación sistémica.

Adriana Echevarría, que dejó Uruguay en los 90, es una artista del reciclaje en Marín; Noa Devesa, educadora en Oca, asegura que "un futuro diferente es posible"; Josefa Lestón, tractorista en Muros, a pesar de los duros inicios, nota que ya no quiere "cambiar". Pero sí clama por un "cambio" para que la gente pueda volver sin temores.

María do Pilar Saampedro es mariscadora en Palmeira -"tan fundamentales somos que durante la crisis de la covid fuimos las que aguantamos al pie del cañón"-; Maica Fernández y Marina Lourido son fabricantes de licores en Leiro -"un orgullo"-, e Irene Gefaell es educadora equina en un entorno natural de Pontevedra. Nada más que añadir.

Comentarios