Gigi McFarlane, cantante y compositora, asegura que no ha perdido un segundo en planificar cómo quiere que sea su carrera. Ni siquiera, en perderse en ensoñaciones. Simplemente deja que las cosas sucedan y que vayan marcándole el camino por las rutas de la música negra. Una trayectoria que en la noche de este viernes la acerca a Lugo, en donde actuará en el Clavicémbalo a las 23.45 dentro del ciclo 1906.
McFarlane, de madre jamaicana y padre alemán, nacida en Londres y asentada desde hace una década en Barcelona, no cree que todas las culturas que caben en su ADN vital hayan sido especialmente relevantes a la hora de elegir estilo musical. "No lo sé muy bien. Al ser de una misma, nada parece excepcional. Pero lo cierto es que la cultura musical alemana, ni la tradicional ni la más pop, han influido lo más mínimo, ni tampoco el mundo del reggae jamaicano".
Añade Gigi McFarlane que Barcelona es una ciudad cosmopolita y muy internacional, que le permite acceder a sonidos de todo el mundo, pero indica, asimismo, que tampoco ha tocado mucho "con músicos catalanes".
Para esta minigira que realiza por Galicia —sus primeros conciertos detrás del telón de grelos— de la mano de 1906, McFarlane se acompaña de dos argentinos, Tito Bonacera (bajo) y Daniel Biachi (batería), y un cubano, Carlos Sarduy, a la trompeta y los teclados. Se trata de una propuesta, explica la líder de la banda, "con loops y aparatos electrónicos; aunque llevamos batería, tira de las bases". El resultado pasa así por temas "que van del funk al disco".
Más que preguntar que qué puede esperar el público de nosotros, habría que preguntarse qué podemos esperar nosotros de ellos
Gigi McFarlane, que actuó el miércoles en el Dado Dadá de Santiago y el jueves el en Bla Bla Café de Ferrol, asegura que ella y sus músicos conciben cada concierto "como un lienzo en blanco" que pintan "con el público".
La palabra "energía" surge varias veces durante la conversación. Incluso, su primer disco en solitario, ya disponible en Spotify, se llama Power, palabra en inglés que acepta la definición de energía. Gigi McFarlane añade que cada actuación depende de "la energía de la gente; nunca empezamos con un repertorio cerrado". "Más que preguntarme que qué puede esperar el público de nosotros, habría que preguntarse qué podemos esperar nosotros del público lucense", bromea.
Ella está acostumbrada a cantar en grandes escenarios, delante de cuatro mil almas, pero también en una peluquería para tres personas. Explica que ha llegado a hacer hasta "cinco eventos en un día" —"jazz, con banda grande, con esta formación más funk-disco de cuatro, o yo sola, en acústico"— y que es capaz de pasar de un estilo a otro sin alharacas. Eso sí, a veces agradece "poder hacer menos cosas y no correr el riesgo de que salgan con el piloto automático puesto, que cada una de ellas tenga la energía que merece".
Vivo tan centrada en lo que yo estoy haciendo que la influencias están en el subconsciente
Insiste en que si salen menos conciertos, a lo mejor es porque tiene que pasar. "Yo soy de las que creo que estamos sometidos a una especie de destino y que si actúas menos a lo mejor es porque necesitas centrarte en estudiar, componer y hacer cosas nuevas".
Cosas, como colaborar con el rapero El Chojin. "Vivo tan en mi mundo que no sabía ni quién era. Un amigo me puso un vídeo suyo y pensé: 'Qué voz más chula, debería hacer algo'. Hablamos por las redes y lo concertamos. Me enteré después de toda su trayectoria".
Cualquiera con conexión a internet puede admirar como McFarlane se acerca a estándares como el Chain of Fools de Aretha Franklin, hasta hacerlos suyos, y de qué forma versiona piezas rock como Knockin on Heaven"s Door. Michael Jackson o Madonna son otras estrellas pop que han pasado por el filtro de esta artista.
No obstante, cuando McFarlane es más ella es cuando toca sus canciones con su guitarra. Sola. "Es un poco estilo Tracy Chapman, para que te hagas una idea, pero lo cierto es que estoy tan cerrada en lo que yo estoy haciendo, tan libre, que las influencias están más en el subconsciente".
