Descubre cómo reconocer y vencer al dolor

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Vivir la vida sin dolor es lo normal, pero puede que lo veas más como un deseo que una realidad. Sea por la edad o por otras circunstancias puntuales, está presente como un invitado inoportuno que no te abandona. No obstante, incluso en los casos más inverosímiles, este "invitado inoportuno" puede ser útil, pues nos avisa de una situación sobre la que debemos estar alerta. A pesar de ello, una vez que hemos descubierto qué lo causa, no es necesario convivir indefinidamente con él. 

Conociendo el dolor

¿Qué es el dolor? Nuestro cuerpo tiene a su disposición una amplia variedad de señales de advertencia que indican que algo ha cambiado o no se encuentra en plenas condiciones. En el caso del dolor, se trata de una señal de alarma, sea de un daño que estamos padeciendo o que podemos experimentar. Como apenas hay dos cuerpos iguales y la mente juega un papel fundamental en modularlo, cada uno podemos sentirlo de forma distinta. Por esa razón, puede que la intensidad con la que lo sientas no sea la misma que experimente otra persona. Lo mismo ocurre con su duración. De esta manera, aunque sirva de señal de alarma, llega un momento donde sus perjuicios sobrepasan su utilidad y hace falta controlarlo. Además, existen diferentes tipos de dolor. 

Reconoce tu dolor

Si bien, como decía, no es lo mismo tu dolor que el de otras personas, tampoco tú sientes siempre lo mismo ni de la misma forma. En alusión al "invitado inoportuno" señalado antes, sus características nos indican quién nos lo ha enviado. Este es un detalle importante porque, aunque sigan siendo sensaciones desagradables, identificarlas nos permite combatirlos con eficacia.

Habitualmente, podemos experimentar un dolor puntual o que, aun cuando permanece un tiempo, cede antes de seis meses. Este es el dolor agudo, pero si no se resuelve puede volverse crónico. Además, puede ser local, cuando se limita a un área concreta, o general, cuando es un malestar extendido. Si se extiende en el tiempo y/o espacio, con la intensidad suficiente, puede perjudicar física y emocionalmente.

Por otra parte, si al aumentar el peso sobre nuestras articulaciones o al cambiar el tiempo atmosférico sentimos dolor, es posible que se trate de un dolor articular. Si, por el contrario, hemos realizado esfuerzos excesivos o repetitivos, es posible que sintamos dolor al movernos, signo de dolor muscular.

Vence tu dolor

Sabiendo esto, podemos discernir qué actividad es la que nos está provocando el dolor y guardar reposo para recuperarnos. Normalmente, cuando sufrimos un dolor súbito, agudo, y se inflama la zona, aplicar frío ayuda a reducirlo y facilita la recuperación. En cambio, el calor ayuda en dolores articulares. En ambos casos hay que procurar no aplicarlos directamente sobre la piel ni más de 30 minutos seguidos. Tampoco hay que olvidar consultar con expertos que nos trazarán una ruta específica para nosotros.

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