La reinserción en el centro penitenciario de Monterroso empieza en el comedor

El centro penitenciario trabaja en un programa que busca concienciar a los internos sobre la necesidad de reducir residuos alimentarios

Cocina de la cárcel de Monterroso. AEP
photo_camera Cocina de la cárcel de Monterroso. AEP

De la cocina del centro penitenciario de Monterroso salen cada día más de una veintena de menús diferentes, adaptados no solo a las necesidades dietéticas y alimenticias de los 220 internos que hay actualmente censados en el penal, sino también a las particularidades culturales, religiosas o médicas de una comunidad compuesta por unas cincuenta nacionalidades diferentes. "En estas condiciones, el reto de reducir los residuos alimentarios es claro, pero también el de concienciar y educar a los internos hacia unos hábitos de alimentación más sana", explica el jefe de cocina de la prisión monterrosina, Víctor López Fente.

Con el objetivo de optimizar recursos alimenticios y promover una dieta equilibrada entre la población reclusa, nace el programa La comida no se tira. Se trata de un proyecto educativo interdisciplinar, "que en certa medida tamén ten un fío conductor con outras iniciativas de desenvolvemento sostible, impulsadas desde o centro en colaboración con Sogama, no ámbito da reciclaxe, da agricultura ecolóxica ou do vermicompostaxe", asegura el director de la cárcel monterrosina, Antonio Rivera.

Rivera también incide en el hecho de la gran diversidad de nacionalidades que hay entre los internos de la prisión, por lo que se inculca el respeto "a un rancho adaptado ás diferentes culturas e relixións, coa premisa básica de que tirar a comida non é nunca un acto aceptable".


Antonio Rivera. "O programa 'La comida no se tira' ten un fío conductor con outras iniciativas sobre desenvolvemento sostible"


"Las ventajas de comer bien, de ser disciplinado en la alimentación y tener respeto a la dieta son valores que también contribuyen a la reinserción social del individuo  a través del respeto a los demás y la tolerancia a la diversidad", afirma Víctor Fraga, responsable de programas. De hecho, la propia normativa por la que se deben regir los centros penitenciarios impide que muchas de estas iniciativas puedan ser aplicadas en el día a día de la prisión, tal y como explica Víctor López: "Por ejemplo, los productos del huerto ecológico no se pueden servir porque no son sometidos a los obligados análisis sanitarios que se nos exigen y algo similar ocurre con la reutilización de la comida, ya que aquello que se sirve en el comedor no puede volver a cocinas".


Víctor Fraga: "Un rancho adaptado a las distintas culturas y religiones sirve para inculcar la tolerancia y el respeto a la diversidad"


Es por ello que en el programa La comida no se tira resulta fundamental la participación de la escuela de adultos, que dirige Pedro Cantero, que ha desarrollado un completo programa cuya prioridad es "conocer los hábitos alimenticios de los reclusos, normalmente malos, y ayudar a cambiarlos". Así, a través de un extenso programa de charlas, que ya se ha iniciado y que seguirán impartiéndose a lo largo del próximo año, o talleres en los que se realizarán recetas a partir de sobrantes de comida, el objetivo es conseguir "que los internos se alimenten mejor, no solo aquí en la prisión, donde se les asegura una dieta saludable, sino también cuando salen al exterior y recuperan sus vidas en libertad", explica Víctor Fraga.

Estas charlas tratan el tema de la alimentación desde múltiples perspectivas, ya que van desde la necesidad de practicar una dieta sana a las particularidades alimentarias que se producen en un centro penitenciario, pasando por otros temas más concretos como los alimentos transgénicos, la problemática del uso de insecticidas y fertilizantes en alimentos vegetales, el negocio del despilfarro alimentario, las dietas en función de la salud o la comida a través de la literatura y el cine, entre otros aspectos.


Elvira Fernández: "La incorporación de alimentos no saludables a un menú colectivo es lo que marca las diferencias de status"


En este sentido, López Fente afirma que la mayor parte de los residuos de comida que se tiran en un comedor colectivo como el de la prisión de Monterroso se debe a la discriminación que el propio comensal hace de los productos que se le sirven. "Por ejemplo, comen la carne y las patatas, pero dejan los guisantes; o el día que se les pone pescado, lo rechazan", explica.

"Los reclusos saben que en un centro de estas características todas las comidas del día están aseguradas, por lo que dentro de un mismo plato discrimina aquello que le gusta de lo que no. Este tipo de hábito es lo que hay que cambiar, ya que todo lo que hay en el plato se debe comer", insiste Víctor Fraga.

"En otros casos, los internos intentan marcar diferencias de estatus con relación a sus compañeros, aportando a sus menús artículos como, por ejemplo, bollería industrial, que adquieren en el economato y que no son productos saludables", afirma la subdirectora del centro, Elvira Fernández, quien insiste en la necesidad "de intentar cambiar esos hábitos alimenticios, al igual que debemos hacer todos en nuestras casas".

Precisamente, en ese ámbito doméstico se enmarca otro de los proyectos que desde el centro monterrosino se quiere impulsar una vez que culmine este programa. Se trata de un libro de cocina con recetas elaboradas a partir de sobrantes de comida. Sin duda, será un éxito.

Comentarios