Pleno de la Diputación de Lugo: del insulto al muermo

El gobierno socialista dice que con los 88,4 millones aprobados para el próximo año, la Diputación volverá a ser la administración pública que más inversión realice en la provincia

Darío Campos, a su llegada al salón de plenos de la Diputación. J.VÁZQUEZ
photo_camera Darío Campos, a su llegada al salón de plenos de la Diputación. J.VÁZQUEZ

El ambiente enrarecido y de crispación que se respira en el salón del plenos del Pazo de San Marcos se traduce en unas sesiones que tanto por el tono como por el contenido se alejan cada vez más de los intereses de los ciudadanos.

Muy posiblemente lo único que realmente una a los diputados de la corporación es que todos coinciden en su infinita capacidad para aburrir. Tanto al prójimo como a ellos mismos. Y sino que les pregunten a los eventuales espectadores que por una u otra razón acuden a alguna de estas sesiones.

Este martes, estuvieron en el pleno padres de los alumnos de Portomarín y vecinos de O Incio. Es de suponer que sus expectativas al regresar a casa era irse con un compromiso o una solución para sus problemas. Es decir, que los hijos de unos no tengan que pasar el resto del año escolar agrupados de tres en tres cursos y que los otros vean por fin como se ejecuta la rehabilitación de A Casona, tras varios ejercicios en los que a pesar de tener consignación presupuestaria nunca se movió un ladrillo. La sensación es que todos se fueron con las manos vacías.

A los diputados provinciales lo que les importa no es buscar la solución, sino culpar del problema al que se sienta enfrente. Y si además lo pueden hacer desde el lucimiento personal para acrecentar su ego, mucho mejor.

Para conseguirlo, algunos se decantan por el insulto fácil. Aquel del que conoce las miserias del que fue su amigo para atacar donde más le duele. Trilero, mentiroso, caciquil, reprobado, cínico, hipócrita o barriobajero son términos ya habituales en la boca de alguno.

Otros, por el contrario, buscan su lucimiento en discursos de tono grave, afirmaciones rotundas y una única verdad verdadera. Y entre medias, intervenciones largas, soporíferas, eternas y vacías sobre asuntos que no sirven más que para poner en evidencia las diferencias entre instituciones, como el pago de peajes en las autovías, o mociones cuyos debates parecen más encaminados a paralizar proyectos que a revitalizarlos, como fueron el de la rehabilitación de la casa de José Díaz Castro o la construcción de una comisaria en los terrenos del antiguo Hospital Xeral.

Los bostezos y caras de hastío de los propios diputados tras cinco horas de pleno son el ejemplo de que ni entre ellos se divierten.

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