Cada vez que las ruinas del viejo Portomarín o de Castro Candaz, en Chantada, emergen del Miño por el bajo nivel del embalse de Belesar, cientos de curiosos acuden a estos lugares para poder imaginar cómo era la realidad de estos lugares antes de la construcción de la presa.
Pero si en otras condiciones la explotación de este tipo de turismo supondría un potencial a desarrollar, la realidad es que los posibles beneficios no compensan en ningún caso los perjuicios medioambientales y económicos que el inestable caudal de Belesar causa a los pueblos de su ribera.
El alcalde de Portomarín, Juan Serrano, es de las personas más críticas con la gestión de la presa por parte de la concesionaria, Naturgy. Para el regidor lo que se hizo con el viejo Portomarín fue "unha atrocidade que hoxe non se permitiría" y recuerda que si el viejo poblado no hubiese desaparecido bajo las aguas del Miño, "os atractivos da vila irían moito máis alá dos actuais e podería atraer un tipo de turismo que non se cinguiría unicamente ao que xera o Camiño de Santiago".
Desde el punto de vista ambiental, Serrano explica que no se puede permitir a las eléctricas las fluctuaciones actuales en el nivel porque "enriquécense cun medio, a auga, que é vida e o que fan afecta tanto á fauna como á flora. Desde o punto de vista ambiental iso é totalmente inaceptable".
El alcalde de Chantada, Manuel Lorenzo Varela, también cree que la estabilidad del caudal es clave no solo para que el río sea navegable todo el año, sino por los problemas que causan los visitantes que acuden a Castro Candaz cada vez que queda al descubierto, "ya que por su difícil acceso provocan daños tanto en los viñedos del entorno como en los propios restos".
Arma política
Desde la CHMS ven muy grave que la Xunta emplee el agua "como arma de confrontación política" y que no asuma las competencias que le fueron transferidas en su día. "Pode tomar todas as medidas que considere oportunas para evitar o deterioro medioambiental", subrayan.