El fantasma del bullicio en plazas vacías de Lugo

Friol debía celebrar este domingo la edición número 28 de la Feria do Queixo e Pan de Ousá. Meira también se quedó sin su tradicional feria, al igual que Rábade

Si las agendas de los lucenses no se hubiesen visto alteradas por el estado de alerta y el obligado confinamiento domiciliario para impedir la expansión del coronavirus, algunas localidades de la provincia hubiesen podido mantener ayer la rutina de sus bulliciosas ferias y mercados, algunos de ellos tan multitudinarios como la Feira do Queixo de Friol e Pan de Ousá, que cada año llena la capital municipal de miles de personas presurosas por hacerse con una de las 12.000 piezas de queso o con alguno de los más de 3.000 panes que se ponen a la venta.

La del domingo debía haber sido la vigésima octava edición de esta feria, pero en vez del bullicio y la aglomeración de público que cada año acompaña al evento, tanto la Praza Andón Cebreiro, en donde se instala la gran carpa que alberga a queixeiras y panaderos, como las calles aledañas estaban este domingo tristemente vacías.

El mercado de Rábade del día 22 resistió incluso al alzamiento del 18 de julio de 1936

La suspensión de la feria ha sido un duro golpe para la economía local. Para muchas queixeiras este día suponía una "boa fonte de ingresos extra para a economía doméstica", asegura el alcalde friolés, José Ángel Santos, quien, no obstante, comprende que la actual situación sanitaria obligue a tomar este tipo de medidas.

MEIRA. Un Decreto Real de 1707 autoriza a Meira a hacer la feria dominical cada quince días e impide que haya otra el mismo día en un radio de 30 kilómetros, lo que indica la importancia que tenía esta cita ya en aquellos años. Esta norma sigue en pie en la actualidad y de hecho esta cita se alterna con ferias como la de Castroverde para no coincidir el mismo día.

Al contrario de lo que suele suceder cualquier domingo de mercado, en el que la animación en el centro del casco urbano es constante, ayer en la localidad no quedaba ni un atisbo del habitual trasiego de un día tan señalado.

RÁBADE. La feria del 22 de Rábade debía estar especialmente animada al caer en domingo. El coronavirus provocó que tanto pulpeiros como vendedores ambulantes de todo tipo se tuviesen que quedar en sus casas y, con ellos, todos los incondicionales de este mercado que habitualmente acuden a él a abastecerse o, simplemente, a disfrutar de una ración de pulpo en compañía de familiares o amigos.

La Autovía del Noroeste mostró durante toda la jornada una inusual imagen sin apenas tráfico de vehículos

Aunque se desconoce la fecha exacta en la que empezó a celebrarse esta feria, los primeros documentos datan del año 1856. El alcalde de la localidad, Francisco Fernández Montes, explica que no recuerda que "nunca dejara de celebrarse", comenta.

Prueba de la excepcionalidad de este domingo, Fernández Montes afirma que en la memoria colectiva del pueblo está el hecho de que, incluso, durante la Guerra Civil, se siguió celebrando. "De feito, o golpe de estado franquista foi o 18 de xullo de 1936 e catro días despois, o 22, a feira celebrouse como sempre".

El confinamiento masivo de la población no solo se notó en la propia capital de la provincia, donde las calles estuvieron especialmente vacías, sino también en el tráfico rodado, lo que hizo que la A-6 mostrase una imagen inusualmente libre de coches y que en la N-VI solo se pudiese ver a un despistado septuagenario circulando en bicicleta.

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