La experiencia en alta mar es un plus para enfrentarse al confinamiento

Marinos, militares, pescadores y montadores de plataformas petrolíferas narran cómo se pasan meses aislados y en espacios reducidos
DECIMA ESCUADRILLA
photo_camera Fragata Méndez Núñez de la Armada española. AEP

Son ya tres semanas de encierro para tratar de atajar la expansión del coronavirus. El confinamiento domiciliario, salvando las distancias, tiene similitudes con el de marinos o pescadores que viven  largos periodos sin tocar tierra.


Aureliano García Basanta. Marino en la reserva (San Cibrao)

"Hai que xestionar a situación, sen entrar ao trapo, nin provocar"

Aureliano García Basanta, sargento primero de la Armada en la reserva, define la ‘mamparitis’ como un estado de nerviosismo e irritabilidad que suele surgir "cando levas máis dun mes embarcado". Su vida a bordo estaba marcada por las rutinas. "Normalmente facía dúas gardas de seis horas. O resto do tempo era para comer, ducharme e dormir", explica. Los momentos de ocio eran pocos, salvo una partida de cartas o una charla en la camareta. Los veteranos echan mano de la experiencia como manual para no caer en la mamparitis. "Hai que xestionar a situación, non entrar ao trapo cando outro se enfada, nin provocalo. Nin siquera debes molestarte se te pisan para subir á liteira", arguye Basanta.



Antonio Fernández. Marino en la reserva (Narón)

"El segundo viaje en el Elcano se me hizo más largo, ya no era novedad"

Antonio Fernández Vázquez, sargento primero de la Armada en la reserva, hizo dos viajes en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, de ocho y seis meses, como radiotelegrafista. "En el primero todo era novedad. El Elcano es otro mundo, una embajada española flotante. Hacíamos travesías largas, pero las escalas valían la pena".

El segundo viaje "se hizo más duro y pasamos la Navidad en Fortaleza (Brasil)". La tripulación del Elcano es de unas 250 personas. "Las tareas diarias te mantienen ocupado. Las guardias, el mantenimento de los equipos, reparar las antenas", señala Fernández.

El confinamiento influye de distinta manera en la gente, "pero vamos concienciados. Es un aspecto más de nuestra profesión. Lo llevas peor si tienes mujer e hijos porque los echas de menos. Todos evitan discutir, pero a veces es inevitable".

Este militar lleva bien este encierro en tierra. "Le comentó a mi mujer que si hubiera pasado varios meses en alta mar no se quejaría".


Jacobo Balseiro. Patrón de pesca (San Cibrao)

"Hai que mentalizarse para ir cinco meses a Sudáfrica ou á Antártida"

Jacobo Balseiro, patrón de pesca de San Cibrao, se encuentra en plena costera de la caballa. El ir a diario a puerto hace la vida "máis levadeira. No mar estás concentrado no traballo, estes días fanse máis largos pechado na casa". Cuando su barco, el Cruz y Cristo, pesca al palangre solo vienen a tierra a descargar hasta que llega el fin de semana, "pero lévase ben".

Era diferente cuando estuvo en barcos que faenaban en caladeros de Sudáfrica o cerca de la Antártida, con mareas de casi cinco meses. "Alí si que tes que ir mentalizado. Tes turnos de seis horas e descanso. Comes, durmes e pasas grande parte do tempo libre vendo películas", comenta.

Los tripulantes llevan discos duros con filmes e incluso los pasan de un barco a otro por medio de un tirador con un cable. "O primeiro mes transcorría máis ou menos ben. Despois tiñas que armarte de paciencia e xurdía algún roce. Influía se había peixe ou non. Canto menos traballo, máis problemas".


Manuel Vázquez. Capitán de Mercante (San Cibrao)

"En el petrolero teníamos hasta una pequeña piscina en la cubierta"

Manuel Vázquez, capitán de la Marina Mercante, se inició en barcos de cabotaje y navegó en petroleros en los 80. "El viaje de España al Golfo Pérsico duraba un mes. Cargábamos en un campo de boyas y regresábamos". Los anglosajones no hablan de mamparitis, sino de tankeritis en alusión a los petroleros (tankers).

Vázquez reconoce que los viajes se hacían largos. "Era rumbo eterno, siempre con la misma ruta", cuenta, pero subraya que había más opciones de ocio para romper la monotonía que en un mercante convencional. "En un buque de 269 metros de eslora, sin bodegas, podías correr por la cubierta, entre tuberías y las tapas de los tanques. Había incluso una pequeña piscina", comenta.

En los años 80 tenían biblioteca, con libros, sesiones de cine en pantalla gigante dos días a la semana y programas grabados de televisión. El personal del petrolero Ceuta hacía hacía dos guardias de cuatro horas con ocho libres entre medias, con la salvedad del capitán y el jefe de máquinas. "Era un buen sistema de descanso", afirma.


Gabriel González Aguilera. Montador de plataformas petrolíferas (Cabanas)

"Si la gente montaba bronca, la mandaban de inmediato para casa"

Gabriel Vázquez Aguilera montó plataformas petrolíferas o de gas en el Mar del Norte, Libia, Brasil, Ángola o en el Adiátrico. "Estábamos unos cuatro meses y medio viviendo en una barcaza hasta terminar la instalación. Entonces, en los años ochenta, pagaban muy bien. Valía la pena", dice.

Las barcazas tenían gimnasio, salon de actos y cine. Los turnos de trabajo eran de doce horas. Después, "el cuerpo te pedía cama. Como mucho veías una película o ibas a la biblioteca". Era un trabajo peligroso, con bastantes accidentes. Los más graves sucedían si se soltaba uno de los cables gigantescos que unían la barcaza y la plataforma".

Los temporales marcaban la vida laboral. Obligaban a retirar la pasarela que unía la barzaca a la plataforma. "A veces estuvimos más de ocho días sin poder salir a la cubierta del barco. Se hacía duro", recuerda.

Vázquez vivió situaciones complicadas en Libia, "durante el conflicto de Estados Unidos con Gadafi, con la Sexta Flota al lado y sin poder salir. Hubo un conato de motín".

En Brasil, con el calor, la gente dormía por los pasillos y no en los camarotes compartidos. La disciplina a bordo era rígida. "Si la gente montaba broncas la mandaban de inmediato para casa", comenta.

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