Ellos vencieron al Covid-19

María del Carmen, Araceli, Enrique, Patricia, Xosé Antonio o Jacobo le ganaron el pulso al coronavirus. Aseguran que es duro, pero que "sí se puede"
María del Carmen Pelarigo y su marido, Enrique Vázquez. EP
photo_camera María del Carmen Pelarigo y su marido, Enrique Vázquez. EP

Con más de 22.000 muertos en España, el coronavirus ha demostrado ser un enemigo letal, pero hay otras 92.000 personas ya dadas de alta, que han superado la enfermedad y que suponen una inyección de ánimo para los que todavía luchan por curarse.

Los Vázquez Pelarigo le vieron los dientes al Covid-19 muy de cerca, especialmente María del Carmen Pelarigo, la matriarca de esta familia de la capital lucense. Ella y su marido, Enrique Vázquez, [imagen de portada] estuvieron a principios de marzo de viaje en Valencia, regresaron en avión y todo apunta a que se contagiaron en el aeropuerto.

María del Carmen llegó a Lugo con un ligero catarro y fue empeorando hasta que el 16 de marzo se desmayó en la cocina. Estaba su yerno en casa, que llamó a la ambulancia, y la llevaron al hospital. Le hicieron las pruebas, le pautaron un tratamiento y le dieron el alta, pero en el domicilio siguió empeorando y a los pocos días hubo que llamar de nuevo al 061. "Fue un momento terrible, no podía respirar, no podía sujetarme en pie y la ambulancia tardó más de tres horas en llegar", recuerda. "El personal que vino no me ayudó ni a bajar, tuvo que hacerlo mi marido. Me metió en el ascensor y me sentó en la ambulancia como pudo. Fue muy duro", relata.

María del Carmen estuvo un par de días en planta, uno de ellos incluso compartió habitación con su marido, que también ingresó con principio de neumonía por Covid19, pero ella siguió empeorando así que entró en la Uci y pasó largas y angustiosas jornadas intubada y sedada.

En planta, su esposo también vivió días complicados, por la neumonía y por la preocupación por el estado de su mujer, que pese a tener 66 años y no contar con patologías previas resultó especialmente afectada.

Patricia, una de las hijas de ambos, recuerda que la situación en aquel momento era terrible. Ella también dio positivo, aunque sus síntomas fueron más ligeros y no necesitó hospitalización. Además, su marido tuvo picos de fiebre que se asociaron al Covid-19 y su hija una urticaria que también pudo estar relacionada. "Aunque a ellos no se les hizo la prueba", dice la mujer.

Durante más de dos semanas, los Vázquez Pelarigo vivieron pendientes de los partes médicos, pero sin verse, tocarse ni consolarse en unas jornadas especialmente angustiosas.

El 4 de abril a Enrique le dieron el alta y el 7, María del Carmen por fin salía de la Uci. La familia por fin respiraba. Fue la primera lucense en abandonar la unidad de intensivos y el vídeo de su salida colapsó las redes sociales. "Fue un hito porque la verdad es que hubo momentos en que no contábamos con ella", recuerda su hija.

Ahora Enrique y María del Carmen están en su casa, tranquilos y con mucho camino por delante. "Yo llegué como un bebé, no recordaba casi lo que había pasado, perdí diez kilos y no podía caminar", dice María del Carmen Pelarigo. "Vamos mejor, pero aún queda mucho para volver a ser los de antes", insiste.

Araceli HermidaUNA SENSACIÓN RARA. La chantadesa Araceli Hermida López se despertó el 13 de marzo con el frío metido en los huesos y con un malestar inquietante. Después llegaron los pinchazos y el dolor de cabeza. "Botei así un par de días, non tiña febre pero estaba mal, con dor na espalda e no peito", cuenta. Llamó al centro de salud y le pautaron paracetamol. "Neses días, como non durmía ben escoitaba a radio e daban noticias sobre Lorenzo Sanz, primeiro de que estaba contaxiado e despois de que morrera. Aí xa me tirei da cama e lle dixen ao meu home: Vístete que vamos para o hospital", cuenta.

Esta mujer tiene 71 años y vive con un solo riñón. Su hospital de referencia es el de Ourense, donde trabajó, y allí se fue. "Cando entrei pola porta atopei a antigos compañeiros e xa lles dixen que non se achegaran, que non sabía o que tiña pero que pintaba mal", apunta. Efectivamente. Le hicieron electro, analíticas y placas y llegó el diagnóstico. Neumonía bilateral por Covid-19. Se quedó en planta, aislada en una habitación, y pasó el tiempo. Perdió el gusto y el olfato y cada vez tenía menos fuerzas. Un día le propusieron probar los tratamientos que se estaban usando en Wuhan y cree que eso le salvó la vida. "O equipo médico explicoume todo e firmei o consentimento. Funcionaron, se non, acabaría na Uci e co meu historial previo era mala cousa". Con el tratamiento empezó a remontar y cada día se encontraba un poco mejor. Mientras tanto, su hijo peleó para que le hicieran las pruebas a su padre, que finalmente dieron negativo.

Casi dos semanas después de entrar en el hospital, Araceli recibió el alta. En casa va poco a poco, todavía le cuesta comer porque el gusto no acaba de regresar y no puede hacer grandes esfuerzos, pero está tranquila y muy agradecida a todo el personal de Ourense y a la doctora que la llevó, María Dolores Díaz.

Del seguimiento médico telefónico no está tan contenta. "Cada día chama unha persoa distinta cunha indicación diferente, creo que nin len os historiais nin se aclaran coas probas", lamenta. "Gustaríame saber, por exemplo, se estou limpa de todo ou aínda teño virus", concluye.

Xosé Antonio Perozo. VICTORIA RODRÍGUEZCONFIANZA. Dice el escritor Xosé Antonio Perozo que nunca se le pasó por la cabeza que iba a morir por la neumonía del Covid-19, que confiaba en el equipo médico del hospital de Santiago de Compostela y que cree que eso ayudó en su recuperación.

Este hombre viajó a Madrid a primeros de marzo para una reunión de trabajo y cree que en el tren de vuelta se contagió. "Viña cheo de xente e ningún dos compañeiros cos que estiven en Madrid enfermou, así que tivo que ser no tren", dice.

Al llegar a Santiago empezó a encontrarse mal. Después de varios días encerrado en casa supervisado por la médica de cabecera ingresó. "Pasei días moi malos, non tiña moita dor, pero os tratamentos deixante morto", recuerda. "Cando me chamaba a familia peinábame e sentábame para disimular pola cámara do móbil,pero estaba moi mal", insiste. Al séptimo día del ingreso casi entra en la Uci, pero un cambio de tratamiento mejoró su estado y evitó la unidad. Recuerda que no tenía dolor ni fiebre, pero sí una debilidad extrema. "Mira se tiña fame que soñaba cunha roda de mortadela que non podía alcanzar, aínda que intentaba comer e non entraba nada", recuerda. Con 68 años y una cardiopatía empezó a mejorar y está en casa desde primeros de abril.

Jacobo Docanto. EP

DE NUEVO AL TRABAJO. Jacobo Docanto, de 45 años, fue el primer positivo de As Pontes. Se contagió en un viaje a Madrid y en cuanto sospechó que podía estar infectado cerró su estanco y librería. "La nota que colgamos en la puerta alarmó mucho, pero lo hicimos para evitar riesgos", explica.

Se puso en contacto con los servicios médicos y a partir de ahí comenzó un seguimiento con momentos mejores y peores. "Estuve aislado en una habitación en casa de mis padres durante más de 20 días, pero al principio hubo que insistir mucho para que me hicieran la prueba", recuerda, y añade que "tenía fiebre y malestar, pero no le daban mucha importancia". Dio positivo, pero la enfermedad no se agravó y no tuvo que ser hospitalizado. También le hicieron pruebas a su familia y todos estaban limpios. Ahora, y tras dos nuevos tests que dieron negativo, se reincorporó al trabajo y recuerda que lo peor de esos días fue "la incertidumbre".

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