Rábade, la tierra prometida de Alexandre de Fisterra

Rábade y el futbolín mantienen una relación tan estrecha como la de los átomos con el mismo universo

Jugadores de futbolín de Rábade desde los 16 años hasta los 70. JORGE LÓPEZ
photo_camera Jugadores de futbolín de Rábade desde los 16 años hasta los 70. JORGE LÓPEZ

El bonito de Burela, los pimientos de Mougán, el queso de San Simón y el futbolín de Rábade. Si algún pueblo se ha ganado a pulso -ojo al chascarrillo ahí- que lo relacionen con una actividad en concreto, ese ha sido Rábade y el futbolín. Hay que hacer las cosas muy bien para tener 1.500 habitantes y ser una referencia nacional. Y en la localidad lucense se han hecho las cosas de manera excelente.

Quizás sea por el campeonato del Mundo logrado en 1998. Quizás sea por el nuevo récord de participación que alcanzará el máster esta misma semana. Quizás sea por los jóvenes involucrados y los mayores activos. Es posible que no sea por nada de esto o, quizás, por todo junto, pero en Rábade el futbolín es una religión y sus feligreses, súbditos fieles a los designios de la pelota.

En Rábade los niños nacen con un futbolín bajo el brazo, aunque no siempre fue así. Los grandes hitos comienzan muchas veces con un gesto simple, y en este caso, la caja de Pandora se abrió en 1952. En Casa Eliseo se instaló una "mesa de fútbol de salón". Y el pueblo no volvió a ser el mismo.

Lolo Candal, cara más reconocible de la disciplina en la localidad, se muestra convencido de que terminará por ser olímpica

Paco Rodas tiene 70 años y aún recuerda subirse en una caja para jugar al futbolín en Casa Eliseo. "Daquela a mesa era de lousa. É como o día e a noite", cuenta este veterano jugador.

Los jóvenes de la localidad empezaron a darle a aquello de la pelotita y pronto descubrieron que aquello de la pelotita era mucho más que aquello de la pelotita. Y si no, que le pregunten a Lolo Candal, miembro de la pareja campeona del mundo en el 98 y una figura fundamental para comprender la importancia del futbolín en la villa. "Para min o futbolín é todo. É a miña paixón e unha forma de vida. Non entendería a vida sen o futbolín", asegura.

"Teño claro que non é un xogo, senon que é un deporte. Necesitas técnica, habilidade, rapidez, forza, táctica. Estou convencido de que acabará sendo olímpico e non dentro de moito tempo", explica el impulsor de la peña Bóla Meiga y del máster de Rábade, que este año llega a su edición número 22 con récord incluido. "Xa se bateu a cifra das 211 parellas que viñeron o ano pasado", indica.

La pasión con la que los jóvenes de los 80 o los 90 se iniciaban en la mesa de Alexandre de Fisterra continuó con el paso de las generaciones. Los grupos de amigos siguieron maravillándose con el ir y venir de una bola infernal que solo obedece a los exorcistas más poderosos, y cuya capilla sixtina ocupa cinco kilómetros cuadrados a orillas del río Miño.

El máster de Rábade llega este año a su edición número 22 con récord incluido 

"Unha das cousas máis incribles é que por España adiante relacionan a Rábade co futbolín, coñecen o pobo por eso", cuenta Guzmán Solmo, otro de los grandes jugadores que ha dado la localidad. Este joven de 36 años ha viajado por toda la geografía española para jugar campeonatos de futbolín, algo impensable cuando, como ya le había pasado a Paco Rodas, se subió por primera vez a una caja para intentar jugar su primera partida.

El relevo generacional parece garantizado con la creación de la Peña Rábade, formada por jóvenes con ganas de revalidar los éxitos de Bóla Meiga. Alberto Lago es uno de los artífices de un grupo que cuenta ya con unos 40 involucrados, entre los que se encuentran los dos hijos de Candal. Un futuro asegurado en una villa a la que nunca le van a faltar pelotas.

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