Pazo histórico busca dueño

Casonas señoriales como la de Cerceda, en O Corgo, son idóneas para el turismo rural o como centro de banquetes y convenciones
Finca y estancias del pazo de Cerceda, en O Corgo. XESÚS PONTE
photo_camera Finca y estancias del pazo de Cerceda, en O Corgo.

Franquear el portón de entrada del pazo de San Pedro de Cerceda, en O Corgo, es como hacer un viaje al pasado. Un impresionante aparador antiguo, mesas de madera y aperos de labranza colgados de las paredes reciben al visitante en el soportal contiguo. Esta casa solariega del siglo XVII, está a la venta.

La crisis derivada de la pandemia suscitó el interés por las viviendas rurales, pero traspasar estas mansiones implica la búsqueda de un perfil de comprador poco habitual. "Tienes que encontrar a una persona o una empresa que busque invertir, ya sea para crear un alojamiento de turismo rural o un centro de banquetes y convenciones, pues la amplia finca es un lugar idóneo para instalar carpas. Pueden aparecer personas pudientes interesadas en el valor histórico del inmueble, pero esta opción es la menos probable por el gasto de mantenimiento del edificio", explica su propietario, Francisco Terán.

La ubicación del inmueble, cercano a la autovía del Noroeste, a un cuarto de hora de Lugo y a poco más de una hora del aeropuerto de Santiago, lo hace atractivo para esos potenciales compradores.

Francisco Terán rehabilitó el pazo con un absoluto respeto a sus características originales para explotarlo como casa de turismo rural. Lo pone a la venta en 990.000 euros en Inmobiliaria Ronda de Lugo. Este precio incluye el continente –1.400 metros de salones y habitaciones, repartidos en dos plantas–, y un valioso contenido, con muebles, pinturas, tapices y antigüedades que ambientan las estancias.

HISTORIA. Al edificio principal, rodeado de un recinto amurallado, se une la casa de los guardeses, un cenador y un horno de piedra, entre otros elementos. El vestíbulo, donde llama la atención una gigantesca armadura, mantiene ese ambiente decimonónico. Del amplio comedor sale una puerta que da paso a otras en línea recta, una solución arquitectónica poco habitual en estos viejos edificios de piedra. Así se accede a una habitación en cuyo interior hay un hueco cerrado. "Era el cuarto del miedo, inaccesible desde fuera, donde se ocultaban los dueños y su familia si los ladrones asaltaban el inmueble", cuenta Terán.

El pazo de San Pedro se encuentra en un entorno sin elementos discordantes. Está rodeado de casas de piedra, con una sola excepción, y cerca de la iglesia parroquial. Antes se accedía al templo por tierras de esta heredad, cuyos propietarios tenían derechos sobre la pesca de anguilas en un tramo del río Neira, que distribuían entre los vecinos.

Las vistas desde la terraza exterior de la primera planta son subyugantes. En los espacios contiguos se reparten varias habitaciones, con camas bajo dosel. Todo a la antigua usanza.

ORÍGENES. El edificio fue construido en 1760 por Bartolomé de Pumarelo, un italiano casado con una vecina de O Corgo. Pasó después por las manos de un clérigo y del general Juan de Albelda, que también se desposó con una corguesa. Lo mataron por afrancesado, acusado de actuar de informante de las tropas de Napoleón. Cuentan que Albelda, consciente del peligro que corría, enterró piezas muy valiosas entre el pozo y el palomar de la finca. Francisco Terán localizó en el desván del pazo muchos documentos, entre ellos contratos comerciales en maravedíes. Algunos están enmarcados y adornan las paredes.

Gran parte de la historia del edificio fue recopilada por el ginecólogo Pardo Valiña, que lo rehabilitó en las primeras décadas del siglo XX. Este médico, que falleció a los 103 años de edad y ejerció casi hasta el final de su vida, acogía en las habitaciones a parturientas de la zona para dar a luz. Las mujeres pasaban varios días hospedadas en el lugar. "Muchas eran de clase humilde y nos les cobraba nada", recalca Terán.

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