Hay alegrías que no tienen edad. Y si no que le pregunten a Antonio Santos Cela, este vecino de O Corgo de 80 años que no pudo contener la emoción en la que, parecía, era una jornada de pesca más.
Pero no. Ese día era especial, aunque las aguas del río Chamoso y el aire de la parroquia de Laxosa semejaran los de jornadas anteriores. Ese día estaba marcado por un sello invisible en el corazón de Antonio, y la felicidad, cuyos caminos y secretos tienen formas infinitas, adquirió ese día el aspecto de una simple trucha. O no tan simple: de una enorme trucha de 60 centímetros de largo y 2,1 kilogramos de peso.
Este corgués no podía creérselo. Y la emoción lo desbordó. Tanto que, cuando corrió al teléfono para contárselo a su familia, apenas podía articular palabra.
"Non podía practicamente nin falar da emoción. Choraba da alegría", cuenta Álvaro Basadre, nieto del afortunado pescador, que narra cómo su abuelo llamó a su madre y las sílabas se entrecortaban al otro lado de la línea telefónica.
La familia, como es lógico, se contagió de la alegría del veterano pescador, que terminó terminó posando para la posteridad con su trofeo. Un galardón que la felicidad decidió dar el aspecto de una trucha de 60 centímetros de largo y 2,1 kilos de peso.
Un ejemplar de casi dos kilos y medio
Por otra parte, las aguas del río Miño fueron también escenario recientemente de otra proeza relacionada con la pesca, pues el pasado 25 de marzo los jóvenes Daniel Abuín Lombao y Pablo Tomás Senn Abuín lograron hacerse con una "troita de ensoño" de nada menos que 2,36 kilos de peso.