Víctor Moro Rodríguez

Víctor Moro, la eterna esperanza blanca para Galicia

El economista y político de Ribadeo parece predestinado a un cargo que nunca ocupa

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El Progreso 31/08/2021

EN UNA OCASIÓN Víctor Moro Rodríguez (Ribadeo, 1926), dijo de sí mismo que no valía para la política por ser demasiado profundo. Se trataba de una de esas frases enigmáticas al gusto de Pío Cabanillas, que desconciertan al rival. Parecen grandes declaraciones y suelen ser inocentes charadas.

Cuando Roca lo convence para luchar con Fraga por la Presidencia de la Xunta y antes de que la posibilidad se frustre por renuncia o rechazo de los propios compañeros de viaje, Pilar Cernuda firma una columna en la que se refiere a Moro como vigués. Y no una, sino en dos ocasiones.

Cernuda recoge en su artículo una errónea filiación de Moro que lo hace vigués por su vinculación con Pescanova, con la provincia de Pontevedra y con el propio Ayuntamiento de la ciudad olívica, que no gobierna pese a ganar las elecciones.

Si había una persona que no iba a quedarse callado de ningún modo ante la inexactitud era Dionisio Gamallo Fierros, que me envía a El Progreso un florido artículo, como todo los suyos, para poner los puntos sobre las íes.

Sorprendentemente, Dionisio le da la razón a Cernuda, pero no porque Moro hubiese visto la luz al lado del mercado da Pedra, sino porque sus ancestros ribadenses bien pudieron pertenecer a la parroquia de Santiago de Vigo, en la primigenia Vilavella de la ciudad que realmente fue su cuna.

Dionisio, jubilado ya, lo recuerda como aquel Vitín “de penetrante, vivaracho y negro mirar”, que es su alumno en el instituto y en la Academia de Santo Tomás, también de Ribadeo; que recita versos navideños en las iglesias, o monólogos chispeantes en las veladas literarias.

Luego se hace profesor mercantil y economista para ingresar en el cuerpo técnico del Banco de España, del que será interventor. De ahí, a la Gerencia de Pescanova hasta el inicio de la transición política, cuando realiza su acercamiento a la política para ser director general de Pesca, diputado por Pontevedra, subsecretario de Pesca y Marina Mercante y concejal en Vigo, todo ello en las filas de la UCD.

Lo conquistan entre Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, que se encarga de ponerle casa en Madrid. Una casa espléndida, aunque su mujer, Virucha Suárez, le encuentra un defecto, incluso antes de que la vea él.

_ ¿Qué le falta, Virucha? _ le pregunta Leopoldo.

_ Vistas al mar.

Cierto, no las tenía.

Muy pronto, en 1979, se reincorpora al Banco de España para ser su director en Barcelona y ocho años después ocupa la Subdirección General.

En Barcelona hace nuevas amistades, como con un señor que se llama Jordi Pujol y que en esos momentos preside la Generalitat de Cataluña. Tanto es así que cuando su hijo cuasi homónimo se casa en la Colegiata coruñesa con la cuasi lucense María de la Concepción Morros Montenegro, Pujol es uno de los testigos, al lado de Fernández Albor y García Sabell.  

La Operación Roca y su candidatura al frente de Coalición Galega para disputarle a Fraga la Presidencia de la Xunta en su estreno como candidato fue un episodio largo y muy probablemente doloroso, o eso hay que imaginar tanto en el momento de aceptar el reto, como cuando se ve rechazado en la propia CG.

Otras empresas de las que es o fue consejero son Polipropileno de Galicia S.A., Unión Fenosa (Madrid) y la Corporación Alimentaria Vima que dirige su hijo y en cuyo nombre se funden los dos de sus nietos, Víctor y María.

Sus trabajos en la transición le valen la orden del Mérito Constitucional y también recibe altas distinciones por su labor en torno a la pesca.

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