El Progreso 21/02/2022
EN MI INFANCIA, “ir a Pardeiro” era como para un madrileño “ir a Galerías Preciados”. O para ser más exactos, “a Mantequerías Leonesas”, porque en Casa Pardeiro, camino de Santo Tomé, había suministros alimenticios y para mí, lambetadas.
Allí nace Ricardo Pardeiro Rodríguez (O Valadouro, 1943) y allí lo conozco bastante antes de ingresar en el Cuerpo Superior de Policía el año 1972.
Pertenece a una familia influyente en el valle, con personajes emprendedores en las dos ramas y repetida presencia en la alcaldía desde los primeros años del siglo XX.
Su trayectoria profesional comienza en Irún, a donde es destinado por breve tiempo y luego llega a Madrid, de donde ya no se moverá, salvo para pasar los veranos en O Valadouro y organizar en Ferreira un maratón de dominó con muy variados premios, muchos de ellos conseguidos en los clubs de fútbol de la capital con los que tiene relación cuando actúa como delegado gubernativo, lo que le costó en una ocasión una agresión en el campo del Rayo.
Durante tres años forma parte de la Brigada Regional de Información, durante diez en Seguridad Ciudadana y en las comisarías de Los Cármenes y Centro, uno y seis años respectivamente.
Complementa su formación profesional con diversos cursos sobre Policía Judicial, movimientos sociales o Derecho Internacional Humanitario. Todo ello lo conduce a enfocar su trabajo en áreas de mediación entre marginados y la Administración de cara a su integración, aunque el aspecto que lo hace conocido en toda España es su apoyo a la creación de la primera Asociación de Mujeres Prostitutas, en febrero de 1990.
Sus años en el distrito Centro y su vocación de “humanizar las miserias”, como él mismo la ha definido, lo lleva a realizar esa labor de puente entre los colectivos menos afines a la ley _ toxicómanos, ilegales, prostitutas _, y la Policía.
Sabe que no va a poder cambiar de raíz las condiciones de marginalidad en las que viven, pero está convencido de que su trabajo y el de la sociedad puede rebajar su crudeza.
Cuando patea las zonas de mayor presencia de drogadictos, su preocupación es que no arrojen las jeringuillas en el suelo de los parques. “A los niños les gusta jugar a médicos y el peligro es evidente”.
El apoyo del inspector jefe al mundo de la prostitución no fue bien recibido por todos. Ni por todas las mujeres que se dedicaban a ella, ni por los vecinos afectados allí donde más notoria es su presencia, pero con eso ya contaba de antemano. Sería absurdo esperar lo contrario. De ahí que no se desanime y lo lleve adelante. “Otros muchos sí lo entendieron”.
La asociación fue una auténtica novedad, en palabras de Pardeiro, que en aquellos momentos iniciales trabaja con cuatro mujeres integrantes de la gestora y otras ochenta que se habían mostrado favorables al proyecto.
Sus objetivos son dotarse de una cartilla sanitaria que garantice al cliente su buena salud y la ausencia de SIDA. Como es fácil comprender visto desde hoy, son objetivos inasumibles para quienes pretenden erradicar la prostitución y multar a quienes recurran a ella.
También pretendían contar con locales públicos para ejercerla con vigilancia, protección contra los traficantes que las conminan a consumir drogas, atención para sus hijos, protección frente a los proxenetas y plena legalización de su actividad.
Precisamente son los chulos los principales obstáculos con los que se topa la asociación, por ser los principales perjudicados.
También en 1990 fue elegido Lucense del Año.