Ramiro Gayoso Pardo

Ramiro Gayoso, un plagio que se mantuvo cuatro décadas 

Poeta bilingüe, telegrafista y autor de epigramas humorísticos, no vive más allá de los 32 años

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El Progreso 08/11/2021

EN SU CORTA vida muchos creen que el verdadero nombre de Ramiro Gayoso Pardo, (Lugo, 1872) es José López Pardo, y que Ramiro Gayoso es el seudónimo con el que firma sus composiciones poéticas, tanto en castellano como en gallego.

A ello contribuye la forma en la que aparece rubricado uno de sus sonetos, Salaios _ a veces Salayos o solayos _, que lleva ambos nombres, haciendo creer, bien que son dos personas, o bien que uno es el nombre literario del otro.

La razón última tardará en descubrirse bastante. Tanto como 26 años más allá de su muerte, que ocurre en 1904 y es en 1930, a raíz de que Salaios se vuelva a publicar en un periódico, cuando el músico Juan Latorre escribe al Heraldo de Vivero para protestar contra “unos señores mindonienses, D. Ramiro Gayoso y D. José López Pardo”, por firmar dichos versos,  ya que son obra suya y del señor Arias,  realizada en Ribadeo el año 1897, siendo Latorre director de la banda municipal. 

Vamos, que es un plagio y que “Branca pombiña / dos meus amores; / que na ribeira / xogas coas frores”, no es de Gayoso, ni de López Pardo, sino de Latorre y Arias.

¿Por qué lo hizo? Ramiro es un hábil versificador. Irregular y a veces, de pie forzado, pero es autor de algunos sonetos muy bien construidos y de epigramas bastante sonoros. Es probable, como veremos, que se dejase llevar por un arrebato literario que le va a salir caro.

Ramiro fue oficial de telégrafos en Lugo, Mondoñedo, donde escribe la mayor parte de su escasa obra, Ribadeo y Quiroga. Logra algunos premios menores por sus versos, aunque no hemos podido identificar a los convocantes y colabora allí donde se los acepten, como en El Eco de Santiago, La Revista Popular o La Chispa.

Sí, porque el poeta también tiene un marcado sentido del humor y escribe epigramas que buscan la sonrisa del lector. Versifica en uno: “Amor con amor se paga / dice un refrán español, / y en cambio me paga Lola / con mil desdenes mi amor”. 

 En 1898, cuando el desastre colonial, Gayoso lanza un “¡Viva España!” en forma de soneto sentido y bastante bien armado. Dice así:

“El yankee vil, mentecato e insolente, / que torpe y loco nuestra insignia abate, / ante ella, temblaría en el combate, / si el audaz se pusiera frente a frente. / Él no tiene en sus venas sangre ardiente, / y nunca de valor su pecho late, / pero al fin, ya verá cómo se bate, / la raza noble de nación potente. / En su asquerosa criminal campaña, / no se crea el cobarde nos aterra; / y no dirija insultos con tal saña, / que el honor ofenda en la hispana tierra, / porque entonces... sabrá cómo es la guerra, / del que lucha gritando: ¡Viva España!”

Dos años después de salir a la luz el plagio, en enero de 1932, José Vega Blanco publica en Vanguardia Gallega una escolma de poetas lucenses que lo incluye con la composición Miña xoya (sic), al lado de Jesús Maseda Vázquez de Parga, Aureliano Pereira de la Riva, José Castro Pita, Enrique Rodríguez Garrido, Luisa García Martínez, Jesús Rodríguez López, Amador Montenegro y Bautista Varela Balboa.

Su prematuro final tiene también un triste prólogo. En 1902 pierde la cabeza y debe ser ingresado en Conxo, donde fallece en 1904, con solo 32 años de edad. Puede pensarse que le pesan los remordimientos del plagio, pero el resultado es el que es.

Años antes había escrito un epitafio, el único que se le conoce, y quién sabe si está pensando en él mismo cuando lo compone:

“Aquí yace un estudiante. / que, olvidado de Minerva, / reventó comiendo yerba / en el campo protestante”. 

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