Rafael Iglesias Cimadevilla

Iglesias Cimadevilla, una colección de armas en plena calle de la Reina

Fue el primer campeón de tiro al blanco de Galicia y de Asturias con arma corta

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El Progreso 15/12/21

SEGURAMENTE LOS VECINOS de la calle de la Reina de Lugo en los sesenta desconocen que duermen al lado de un gran arsenal. No porque entre ellos se haya empadronado un terrorista, sino  un coleccionista de armas, que las atesora y dispone para su exhibición en tan céntrica vivienda.

Se trata de Rafael Iglesias Cimadevilla (Láncara, 1931). Escribimos con miedo su filiación pues puede estar equivocada.

Es el cuarto hijo del capitán de la Guardia Civil Emilio Iglesias Vázquez y de Cándida Cimadevilla Bertrand, de ascendencia asturiana. Sus hermanos mayores son Celina, Juan Manuel y Emilio, pero es en él donde prende la afición por las armas, tras vérselas a su padre en los correajes y en la colección inicial.

En el caso de Rafael tendrá una doble vertiente, la práctica del tiro deportivo y el coleccionismo. Ya el año 1954 llega a ser el primer campeón de Galicia de tiro al blanco ante treinta representantes.

Se celebra en el polígono lucense de San Cibrao porque aquí se concentran los mejores, como lo prueba que el segundo y el tercero, Calviño y Vara, también sean de Lugo, que gana por equipos con 505 puntos, seguido de Vigo, con 343 y de Coruña, con 91.

En el 1957 es campeón de Asturias y participa en el Campeonato de España. Luego seguirá compitiendo con gente que le supera, como Germán Ceide Anllo, Fernando Martínez, Fernández Rey, Justo Portela, Pedro Marzán, Primitivo Sobrino y Jesús Ñuño, y otros que están a su nivel, como López Buide, López Rebolo, Francisco Esteban, Pérez Quiroga, Agustín Bugallo o Manuel Reboredo Lodeiro. 

Pero tras unos años de competir, Rafael se refugia en su colección de armas que su padre, o incluso algún pariente anterior, había iniciado.

En 1963 presume de ellas y afirma que no las vendería por menos de cien mil pesetas, eso sí, viéndose muy apurado. Sus conocimientos de la materia dejan en muy mal lugar al Museo Provincial y a su colección, sin comparación con la suya, porque salvo dos o tres que son buenas “el resto carece de interés”. 

Dice que están colocadas de una forma anárquica “y lo peor de todo es que las han barnizado, con lo que pierden todo el valor y demuestra que sus cuidadores no tienen noción sobre cuestiones de armas...” Publicadas en El Progreso, las declaraciones tuvieron que sonar como una detonación en los oídos de Manuel Vázquez Seijas.

Rafael cuenta con unas 140 armas de fuego, entre las que destaca el Trabuco naranjo de pistón, que perteneció a un capitán carlista muerto en Ribeira de Piquín por los isabelinos; una escopeta de caño de alambre que se carga por la boca y un trabuco de la casa Aldecea, todas ellas de los años 1750 al 1820, además de otras más modernas.

Entre las armas blancas, Rafael aprecia un tubo de madera con un botón que una vez apretado, despliega un estilete.

El coleccionista se lamenta de que otras muchas fueron destrozadas por sus hermanos en sus juegos. De lo contrario “hoy tendría una colección fantástica”. Por la manera de expresarse da la sensación de que él no participa en el estropicio.

Cada pieza tiene una ficha con toda la información posible. Se completa con una muestra de todos los calibres del mundo, alrededor de unos cincuenta, entre ellos, una bala Flobert que es la más pequeña que existe.

En ese momento cree que los mejores tiradores españoles son Ángel León, Minervino González y el catalán Palomo, ¿El mejor de Lugo? Primitivo Sobrino. 

En 1963 ha dejado de competir “porque surgieron rivalidades que yo consideré inmorales y me retiré”.

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