Rafael de Vega Barrera

Vega Barrera, contra el Gobierno republicano

El director del Hospital provincial muere fusilado el 21 de octubre de 1936, tras 20 años en la ciudad

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El Progreso 21/10/2019

EN JULIO DE 1931, cuando alborea la II República, Rafael de Vega Barrera (Zazuar, Burgos, 1889), denuncia al gobernador civil de Lugo, el abogado de Meaño José Calviño, y al fiscal general de la República, el monfortino Francisco Javier Elola, por prácticas caciquiles, pucherazo, alteración de la voluntad popular, simulación de los resultados electorales y todo por ahí.

Acaso alguien podría haber pensado que bastaba echar al rey y colgar la bandera tricolor para que la política española fuese como la seda. No habían pasado tres meses desde el 14 de abril y el espectáculo electoral de las cuatro provincial gallegas era, al decir de los denunciantes, tan impresentable como antes, si no más.

Quienes alzan la voz contra el contubernio del Gobierno republicano, además de Vega Barrera, son los candidatos proclamados de Alianza Republicana, Derecha Liberal Republicana y Agrupación Socialista, o sea Camilo López Pardo, Luis Díaz Gallego, Ricardo López Pardo,  Ramón Rodríguez Prieto, Cándido Fernández, José Cobreros de la Barrera, Enrique Gómez Jiménez y Estanislao de la Iglesia Huerta, médicos, ingenieros, abogados y un notario.

Acusan a las dos autoridades citadas de “ser traidores a la causa republicana”, por pactar los resultados con Pepe Benito y Manuel Portela Valladares, como también denuncia Valle Inclán por otros acuerdos que afectan a todas las provincias gallegas.

Calviño, el gobernador, apenas dura un mes más en su puesto. Era una cabeza fácil de cortar en aquellos momentos iniciales donde la ilusión por el republicanismo podía zozobrar a poco que se anduviesen tocando las cosas del comer.

El argumentario de Valle Inclán para la formulación de la denuncia es demoledor: “En la región gallega el caciquismo de ahora es superior al de Bugallal, y con ser tan manifiesto el de Lugo, es superior el de La Coruña. Son tantas las pruebas que hay sobre la nulidad de las últimas elecciones en aquella provincia, que lo más difícil es recordarlas todas”.

Ni que decir tiene que el interés de Rafael Vega Barrera es perfeccionar la República, no tumbarla. No se podía consentir que las malas artes políticas frustrasen el proyecto en la primera oportunidad que se tenía para demostrar una mayor calidad democrática, convirtiendo aquello en una cacicada mayor de las que en Galicia habían enraizado y rebrotaban cada nueva convocatoria electoral.

Lejos se está todavía del 21 de octubre de 1936, cuando el director del Hospital Provincial será fusilado por haber puesto el centro a    disposición de los obreros que acuden a Lugo el 20 de julio para defender la ciudad de la rebelión militar. O al menos ésa fue la razón esgrimida.

Pero es notorio que entre ese julio de 1931 y el de 1936, la calidad democrática de España estaba en precario. Rafael de Vega, quizá por ser uno de los espíritus más puros en la defensa de sus ideales, lo paga con su vida tras haberse distinguido en los esfuerzos por lograrla.

Lugo queda impactado porque fundamentalmente se le tiene por un hombre bueno. Su nombre ha salido cientos de veces en la prensa al lado de los necesitados, los enfermos o los heridos.

La descarga que recibe despierta en la ciudad el interés por encontrar un culpable ajeno, un culpable que sea cualquiera menos uno mismo, y cobra fuerza la teoría de que algunos compañeros de profesión han hecho lo posible por eliminarlo. Envidias o vía libre a la competencia. Total, era de Burgos. Pero no, era de Lugo y por eso figura en este álbum.
    
 
 

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