O Valadouro 1858 / Lugo 1940

Purificación de Cora y Mas-Villafuerte

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    Treinta y dos años después de haber fundado El Progreso y a los 82 de vida, el año 1940 fallece Purificación de Cora y Más-Villafuerte, una fecha con la que se inician los tres decenios durante los cuales el periódico lucense va a publicarse bajo la batuta de su hijo, Purificación de Cora Sabater. El tercer periodista de la familia, el creador de Pelúdez que había dirigido el periódico años atrás, el primogénito Antonio de Cora, muere tres años después en Madrid, donde ejerce como abogado.
    El diario destaca el fallecimiento de su fundador con una gran esquela que ocupa por completo su primera página. Tras ser funcionario de la delegación de Hacienda, administrador de Beneficencia Provincial, concejal y diputado provincial, preside el Casino de Lugo y el Círculo das Artes. También ocupa los gobiernos civiles de Albacete, Ciudad Real y Cuenca antes de ser interventor de la delegación de Hacienda de Córdoba.

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   Viudo ya, con sus hijos Antonio, José, Mª Teresa, Mercedes y Puro

   Dicen quienes lo conocen en esos últimos años que la nota más sobresaliente de su carácter, por encima de otras menos visibles, es su jovialidad, su optimismo y su capacidad para transmitir entusiasmo, tanto en los distintos puestos públicos que ocupa como en la familia, o en El Progreso que funda en agosto de 1908, la fecha que celebramos en su 110 aniversario.
    Y es fácil comprender que haya sido así, porque un objetivo como el que se pone por delante no se consigue de otra manera, muy especialmente cuando se parte de cero, y donde meses antes no hay nada, aparece un periódico que se hace a mano de arriba abajo. Acostumbrados hoy a concebir cualquier trabajo como el resultado de una sabia combinación de electricidad, máquinas inteligentes y esfuerzo humano, a los modernos nos cuesta imaginar cómo puede hacerse un periódico únicamente con el tercero de esos factores.
    En efecto, durante los primeros años de El Progreso nada se mueve por electricidad, salvo alguna luz mortecina, ni por vapor, ni por ninguna fuerza ajena a la que acumulan los brazos de los trabajadores, las manos de los cajistas y el cerebro de administradores y redactores. Solo si logramos penetrar en ese arcano de una industrialización sin electrificar podremos comprender el valor de fundar un periódico y de mantenerlo a lo largo de 110 años de existencia.
    El redactor escribe a mano sobre unas cuartillas de papel que se administran con cuidado primoroso, pues cada una de ellas supone un pequeño asiento contable en la cuenta de resultados. Una vez que finaliza su trabajo, ya sea una noticia de lo que ocurre en Lugo ese día, un artículo de opinión que analiza asuntos palpitantes, la semblanza de algún personaje, la crítica del teatro o los anuncios encargados para la siguiente edición, las cuartillas pasan a manos de su superior inmediato que las revisa y ordena su composición.
    Esto quiere decir que los cajistas han de pasar lo que allí se contiene a una combinación exacta de tipos móviles, cada uno de los cuales contiene una sola letra y que están distribuidos en cajas de pequeños departamentos reservados para las aes, las bes, las ces, respectivamente. El tipo móvil es una aleación de plomo, antimonio y estaño de unos dos centímetros de altura en cuyo extremo se ha fundido el perfil de una letra invertida especularmente, de tal forma que presionada sobre un papel, la letra resultante se lea en su posición correcta. Tal como los inventó Gutemberg.
    Una vez finalizada la labor de composición, se entinta el resultado, se presiona sobre una tira de papel humedecida que favorece la impresión y se devuelve al responsable de la redacción o a un corrector, por si le encuentra alguna errata. Luego, cada una de las composiciones ocupa su lugar en una plana llamada rama hasta completarla, bien apretada en sus cuatro lados.
    A continuación entran en acción los roderos, los trabajadores más fuertes de la cadena, pues ellos van a ser los encargados de accionar una manivela que sube y baja una gran prensa. Otros compañeros colocan y retiran uno a uno los papeles a imprimir y unos terceros entintan la rama para que caiga sobre ella la fuerza de la prensa. Ahí termina el proceso y ahí comienza la labor de reparto.
    Como es propio de casi todos los medios impresos en los albores del siglo XX, el periódico que conciben en sus cabezas Purificación de Cora y Fernando Pardo Suárez estará ligado a la formación política en la cual ambos militan. Defenderá Lugo, sí, pero a través de los planteamientos del Partido Liberal, que ése es su afán político, más monterista, de Montero Ríos, que moretista, de Segismundo Moret y Prendergast, pero liberal a la postre. 
    El primero tiene su cuartel general en Lourizán (Pontevedra), desde donde vigila el funcionamiento de su red política con la picardía de un cuco, tal como reza su apodo. Moret es visitante ocasional de la Casa Grande de la Puebla de San Julián, donde Quiroga López-Ballesteros tiene el suyo, aunque este mismo año de 1908 va a dejar paso a las nuevas generaciones de la familia.


  Primer número de El Progreso

   La fundación va a un ritmo lento. O por decirlo sin peyorativos para nadie, al ritmo de la época. Sin embargo una circunstancia política lo precipita todo. Para el 17 de agosto de 1908 se anuncia la visita a Lugo de dos personalidades del monterismo. El diputado por Mondoñedo, Avelino Montero Villegas, hijo de don Eugenio, y el marqués de Alhucemas, su yerno Manuel García Prieto, que será presidente del Gobierno nada menos que en cinco ocasiones, y ministro de ocho carteras en otras tantas. En aquel momento ya lo ha sido de Gobernación, Gracia y Justicia y Fomento, y está a punto de participar en la creación del protectorado de Marruecos que le valdrá el marquesado de Alhucemas.
    Los liberales lucenses se convencen de que la ocasión es pintiparada para que la visita coincida con la fundación de El Progreso, o viceversa. Lo malo es que no está la infraestructura preparada, no hay director, no hay talleres, no hay nada, salvo la voluntad y determinación para que lo haya.
    La solución va a venir de la mano de Antonio Pardo y Pardo-Montenegro, propietario de El Norte de Galicia, que se edita en Lugo desde 1901, y que pone sus talleres a disposición de la sociedad Cora/Pardo Suárez en un gesto de generosidad que los nuevos editores no olvidarán jamás, como prueba la mención que de él y de sus más cercanos colaboradores se hace en el cincuentenario de El Progreso por parte del hijo del fundador, Purificación de Cora Sabater, y ésta, que se repite 110 años después. El agradecimiento, además de dirigirse a Pardo y Pardo-Montenegro, se hace extensivo al regente de talleres, Daniel Trabazo, y a los tipógrafos Juan Álvarez, Jesús Barreiro, Pedro López, Gonzalo Andrade, Manuel Auz, Pegerto López, Manuel González Alvariño, Manuel Trigo y Salvador Pereira, que en definitiva tienen que doblar trabajo durante varios meses.
    “Recuerdo que era un día caluroso, de cielo anubarrado con tendencia a la tormenta”, recuerda de ese 17 de agosto de 1908 el hijo del fundador, Puro de Cora Sabater, cuando él tiene 13 años e intuye la importancia de la jornada. El periódico sale tarde, al mediodía, pero a nadie le extrañará que así sea después de repasar las etapas necesarias para imprimirlo, ¡y siendo dos los periódicos que ha de hacer la plantilla de El Norte de Galicia!
    Pero los fundadores están satisfechos. Se ha iniciado un camino que ya no se interrumpirá hasta hoy, salvo anecdóticos contratiempos que impiden la salida del diario en dos momentos puntuales por inoportunas averías. Dentro de ese mismo año se le dota ya de talleres y puntualmente irán apareciendo las mejoras hasta llegar a la tecnología actual, a la misma altura que cualquier periódico de los muchos que se editan en el mundo.
    Electricidad, rotoplana, linotipias, teletipos, fotograbado, fotopolímeros, rotativa, la informática, el color, internet. Cada uno de esos nombres marca hitos que son posibles gracias a aquellos forzudos roderos que por las noches convertían sus brazos en caballos de vapor para imprimir resmas de papel, cada día más abundantes porque la tirada va en aumento.
    Hablábamos del buen humor del fundador y a él volvemos a referirnos para contar lo acontecido el 4 de enero de 1938, cuando don Puro está a un mes de cumplir los 80 años y España el año y medio de guerra. Aquel día es sacado de la cama por un funcionario del Gobierno Civil que se acerca a primeras horas de la mañana, prácticamente antes de amanecer, a la calle llamada entonces de José Antonio Primo de Rivera, 4, anteriormente Progreso y Manuel Becerra, y actualmente Progreso de nuevo. Un asunto urgente ha de ser para que el gobernador civil quiera hablar con él y no con su hijo segundo, que ya se encuentra al frente del periódico desde hace tiempo.
    La entrevista es breve, pero tensa. En la primera página del periódico de ese día _ en el recuadro habitual donde se incluye el Parte Oficial de Guerra y que finaliza con  la fecha y la obligatoria mención al Segundo o Tercer Año Triunfal, según sea 1938 o 1939 _, se lee Segundo Año Fatal, una insubordinación, un insulto, un choteo o lo que sea, imperdonable... o casi. 
    Purificación de Cora despliega los mejores argumentos que tiene a mano. ¿Cómo va a haber intencionalidad en ello? Locos estarían. Seguramente se trata de una errata, como tantas otras que ningún periódico del mundo puede controlar. Lo investigará y ofrecerá a la autoridad un cumplido informe sobre el asunto. En juego está una multa de 2.500 pesetas, que casi es el presupuesto del mes, o quién sabe si mayores penas a tenor de lo que decida la justicia.
    A base de humor, de jovialidad bien contrastada y de una trayectoria que en su caso no ofrece dudas, el enfado gubernativo remite. Eso sí, hay que eliminar la palabra en todos los ejemplares que estén a la venta y procurar que no se escape ninguno más con ella. Y así se cumple en la medida de lo posible, pues todos los ejemplares que existen en el periódico y en las hemerotecas consultadas, llevan un tachón sobre Fatal.
    En el periódico hubo investigación y alguno paga un trago más duro que el turrón de aquellas fechas. La auctoritas del fundador sobre todo lo concerniente al periódico estaba basada en fuertes cimientos y bastaban determinados gestos para hacerse comprender. Por ejemplo, don Puro hace bueno el refrán del ojo del amo que engorda el caballo, pues duerme encima de los talleres, y si no escucha el ruido propio de la actividad, golpea dos veces con su bastón sobre el suelo, para que sepan que está enterado del parón. Si es por alguna avería grave, lo avisan y baja.
    En esos años, el periódico viene publicándose reducido a la mitad de su tamaño habitual. La escasez del papel de la posguerra obliga a todo tipo de economías que también se ven reflejadas en el porcentaje de publicidad que se inserta, y en otros servicios ya consolidados en épocas anteriores, y que ahora se suspenden a la espera de tiempos mejores. Únicamente mantienen el tipo los anuncios cinematográficos que constituyen una ventana abierta a la imaginación y la fantasía en meses de gran dureza.
    A la muerte del fundador, Francisco Leal Insua, redactor jefe, escribe la semblanza del personaje desaparecido y dice:
    “Cuando don Puro bajaba y se quedaba en la Redacción entre nosotros, maravillaba la frescura juvenil de su mente. La jovialidad de sus ochenta y dos años, limpios de dolencia, se nos quedaba siempre en la admiración. Todo lo indagaba, todo lo tenía presente, y al final, acaso sin pretenderlo, nos dejaba el consejo de su experiencia. La característica mejor de su ancianidad era la alegría interior. (...) Lugo le atraía con ese amor íntimo de las decantaciones nativas. Se perdía en sus calles, se saturaba en su aire, se diluía en su vida, sabía cuántas casas se construían, qué reformas se precisaban, cómo eran sus gentes.
_¡Homiños de Lugo!, decía cuando se tropezaba con una pasividad fatalista”.
    Por su parte, Antonio Goy Díaz, redactor del diario, recuerda cómo conoce al señor de Cora, el día en que él y otros inquietos aspirantes a periodistas deciden publicar un semanario que había de llamarse Juvenilia. “¿Qué mecenas se aventuraría a financiar la empresa? Todos, sin excepción, pronunciamos el mismo nombre: Don Puro Cora. Y allá fuimos con la pretensión el malogrado poeta, Glicerio Barreiro, y yo. Fue la primera vez que hablé con don Puro y la fecha quedó en mi alma unida a la alegría de ver plasmada en realidad nuestra quimera. Juvenilia salió a la luz pública, porque los talleres de EP quedaron para ello a nuestra disposición, como siempre que se trataba de defender intereses de Lugo o, como en aquella ocasión, de alentar los pasos de un grupo de rapaces lucenses de los cuales podía esperarse algo”.
    También Trapero Pardo, recién llegado a EP, recuerda el ambiente juvenil que Purificación de Cora, a sus ochenta y dos años, imprimía a la Redacción: “Con su fino aire de hidalgo, con su palabra precisa y elegante”.

 

Domingo, 17 de Agosto de 1958
ASI NACIÓ EL PROGRESO 
Purificación de CORA SABATER


TENIA pocos años _hoy, naturalmente, tengo muchos_ cuando oía decir a mi padre que iba a «hacer» un periódico. Aquello llegaba a mis oídos como algo extraño. Hacer un periódico _ pensaba _,  es asombroso. Yo veía y leía los locales y alguno de Madrid que caía en mis manos, y aquellas páginas impresas las pasaba yo admirado por la complicación que suponía en su confección, tanto en el orden material como en el intelectual. Así que la empresa que iba a emprenderse me tenía perplejo.
    Los incesantes trabajos y gestiones que precedieron a la salida del periódico se complicaban de día en día, y se constituyó una Empresa integrada por don Fernando Pardo Suárez y mi padre, Empresa que llevó a cabo la fundación de El Progreso, periódico político para la defensa de los intereses de Lugo y su provincia.
    A la sazón se publicaban en Lugo tres periódicos diarios: «El Regional», «La Idea Moderna» y «El Norte de Galicia», cada uno con su matiz político, que era entonces «lo que se llevaba». Y salía El Progreso, también con su matiz.
    La Empresa se hallaba en gestiones para la compra de maquinaria e instalación de talleres y oficinas, así como de nombramiento de director, redactores y demás personal necesario, cuando se anunciaba en Lugo la visita del diputado a Cortes por Mondoñedo, don Avelino Montero Villegas _hijo de don Eugenio Montero Ríos_ y de su hermano político el ex-ministro, don Manuel García Prieto, ilustres personalidades, inspiradoras políticamente de este periódico en embrión. El acontecimiento obligó a la Empresa a lanzar a la calle el primer número de El Progreso antes de lo pensado, y, por lo tanto, sin haberse ni iniciado los trabajos materiales de las instalaciones del periódico. Pero éste tenía que salir necesariamente dos o tres días antes de la llegada a la capital de dichos personajes. Había, pues, que hacer un esfuerzo para que esto sucediera. Se acordó entonces hacer la tirada del periódico, en tanto no llegaba su propia maquinaria, en los talleres del colega local «El Norte de Galicia». Impreso en dichos talleres salió el primer número de El Progreso a la calle el día 17 de agosto de 1908.

Gran acontecimiento

    Recuerdo que era un día caluroso, de cielo anubarrado, con tendencia a tormenta. El periódico salió tarde, a las horas del mediodía. Para Lugo era un acontecimiento importante el primer número de El Progreso, señalándose más interés entre la gente política.
    Este número y los sucesivos hasta la instalación de la propia maquinaria del nuevo diario, que no quedó en funcionamiento hasta meses después, fue compuesto, como queda dicho, en la imprenta de «El Norte de Galicia», propiedad de don Antonio Pardo y Pardo, por el regente del taller, don Daniel Trabazo y los tipógrafos, don Juan Álvarez, don Jesús Barreiro, don Pedro López, don Gonzalo Andrade, don Pegerto López, don Salvador Pereira, don Manuel Auz, don Manuel Trigo y don Manuel González Alvariño. Este último, años después, pasó a trabajar en los talleres de El Progreso en los que se jubiló hace pocos meses.
    Para la dirección del periódico se había nombrado al joven abogado, don José Gayoso Castro, perteneciente a una conocida familia de Lugo y que pasados los años tuvo brillantísima actuación en el foro. Con Gayoso Castro hicieron este primer número de El Progreso, don Francisco Rodríguez Besteiro, don Manuel Martínez Fole, don Juan Ramón Somoza, mi hermano Antonio, entonces alumno de la Facultad de Derecho, y otros.
    Así salió el primer número de El Propgreso, hace hoy exactamente cincuenta años, sin pensar nadie, me presumo, que habría de llegar el periódico a la fausta fecha, tan pletórico de vitalidad. Y así lo vi nacer yo.
    Luego, pocos años después, don Fernando Pardo Suárez dejó de pertenecer a la Empresa, dentro de la que tuvo una acertada actuación, quedando como único propietario de El Progreso mi padre, que con un extraordinario tesón, con un supremo esfuerzo material y económico, una constancia inigualable y una magnífica diplomacia, continuó pendiente de su periódico, incrementándolo en todos sus aspectos para defender mejor los intereses de Lugo y de la provincia con esa sincera lealtad que le acompañó hasta el sepulcro.

Lo que ya es histórico

    El Progreso, después de este primer número, siguió saliendo sin interrupción. Únicamente dejó de publicarse los días normales de descanso y en tres fechas, durante los cincuenta años. En dos ocasiones no se publicó por haberse declarado en Lugo huelgas generales de obreros. Otra vez dejó de salir porque la ciudad se había quedado sin suministro de energía eléctrica debido a un fuerte temporal que había destrozado las líneas de conducción del fluido, sin el cual, claro, no pudieron funcionar las máquinas.
    El día 14 de noviembre del año 1908 quedaron instalados los talleres propios en la casa número 6 de la llamada entonces calle de Manuel Becerra  _ ahora de José Antonio _,  al lado exactamente del edificio que hoy ocupa este periódico. Y en dicha fecha salió ya compuesto por su personal y con su material, aunque no todavía tirado con su maquinaria, que ya se estaba instalando y que entró en funcionamiento poco tiempo después.

Roderos
  Los roderos

   Una máquina plana, de procedencia alemana, para tirar con papel de resma, fue la primera que se utilizó para la impresión de El Progreso. Aún existe, en buen uso, en sus talleres. En un principio fue movida esta máquina a brazo por unos obreros que les llamaban roderos. Después se le acopló un motor eléctrico.
    Pasado algún tiempo, las oficinas y talleres se instalaron en el edificio que actualmente ocupa el periódico.
    La composición de El Progreso se hizo, hasta fin de marzo de 1934, con tipo móvil. En esta fecha quedó instalada la primera linotipia, componiéndose ya el número del primero de febrero con esta máquina, a la que más tarde se sumaron otras para el mismo trabajo.
    El día 16 de octubre de 1935 estrenó sus teletipos el periódico, recibiéndose desde entonces las informaciones del exterior por medio de estos aparatos. Hasta esta fecha se recibían dichas informaciones por telégrafo y teléfono, dando lugar en la Redacción a un trabajo ímprobo.
    También este año quedó instalada otra máquina plana de impresión, para realizar en menos horas la tirada del diario, que ya adquiría una gran difusión. 
    A las tres de la tarde del día 28 de octubre de 1940, fallece, a los ochenta y dos años, el propietario de El Progreso, mi padre, y transcurre una época de quietud en el interior del periódico. Éste, sin embargo, continúa aumentando su tirada, hasta el punto que los empresarios acuerdan adquirir una gran máquina rotativa plana  «Duplex», para la impresión rápida del diario. La nueva máquina quedó montada en una nave construida especialmente, y comenzó a funcionar el día 6 de septiembre de 1944, aumentándose con ello las páginas del periódico, etc.
    Años después se hicieron importantes reformas en las instalaciones de las oficinas, y el día 16 de abril de 1955, en nave construida también expresamente, se dio por terminado el montaje de un magnífico taller de fotograbado, el primero en Lugo, y, hasta hoy, el único de la provincia, lo que le dio a El Progreso una importancia grande.
    Sería largo de relatar las campañas que este periódico sostuvo, durante los cincuenta años, en favor de los intereses y problemas de Lugo y su provincia, a parte de las correspondientes a trascendentales asuntos regionales y nacionales, así como del extranjero. Pero sí diré que en todas ellas puso El Progreso una franca colaboración en defensa siempre de la Religión Católica y de España.
    Con cerca de cincuenta empleados cuenta hoy este diario, la mayor parte con una gran antigüedad en la casa, y todos ellos siempre dispuestos a realizar su trabajo con el mayor interés. Incluso, en algunos casos, anticipándose a los acontecimientos. Recuerdo que pocos meses después de haber comenzado nuestra Guerra de Liberación corría el rumor por Lugo y por toda la España nacional de que nuestras tropas se hallaban a las puertas de Madrid para reconquistarlo de un momento a otro. Este hecho, de realizarse, merecía un número verdaderamente extraordinario de El Progreso. Inmediatamente se puso en movimiento todo el personal del periódico para hacer esta edición y se confeccionaron unas grandes páginas, impresas con los colores de las banderas Nacional y del Movimiento e ilustradas con numerosas fotografías del Caudillo y de los demás generales que tomaban parten en la guerra. Se hizo una tirada copiosa, y el número, claro, no salió a la calle, porque Madrid no se tomó tan pronto. Un ejemplar de esta edición lo guardamos cuidadosamente como un recuerdo íntimo. 
     Y ya, como último dato curioso, diré, que hace cincuenta años, el precio de suscripción de El Progreso era de una peseta al mes y de cinco céntimos el del número suelto.
    En estas líneas queda registrado, en síntesis, el historial de la vida de cincuenta años de este periódico, que hoy marca el número 15.876 de su publicación. Y dejo las cuartillas pensando románticamente en la persona que tenga la dicha de relatar la vida de El Progreso cuando llegue a cumplir el siglo.

 

Peripecia vital
1858.- (2 de febrero). Nace en Santa Cruz de O Valadouro.
1885.- Inspector de Hacienda en la provincia de A Coruña.
1886.- Oficial del Gobierno Civil de Lugo.
1888.- Se casa con Teresa Sabater Becerra.
1890.- Administrador de Beneficencia Provincial.
1891.- Concejal del Ayuntamiento de Lugo
1894.- Diputado provincial por Mondoñedo-Ribadeo.
1902.- Fallece Teresa Sabater Becerra.
1904.- Presidente del Casino.
1905.- Gobernador civil de Albacete.
1908.- (17 de agosto). Funda El Progreso con Fernando Pardo Suárez.
1910.- Gobernador civil de Ciudad Real.
1911.- Gobernador civil de Cuenca.
1918.- Presidente del Círculo das Artes.
1919.- (14 de abril). Se deshace la sociedad con Fernando Pardo y queda como propietario único de El Progreso.
1921.- Interventor de la Delegación de Hacienda de Córdoba.
1940.- (28 de octubre). Fallece en Lugo, donde vivía en compañía de su hija María Teresa desde que enviuda.
2008.- Nicolás Vidal gana el XXII Premio Literario Ánxel Fole con Purificación de Cora y Más-Villafuerte, da prensa de partido ao xornalismo como empresa. Historia e periodismo en Lugo de 1908 a 1940, (Fundación CaixaGalicia).
2018.- Se cumple el 110 aniversario de El Progreso.

 

El Progreso 18/08/19

El Progreso cumple 111 años

Tal día como ayer de 1908 ve la luz el periódico que acompañará a los lucenses desde entonces

TREINTA Y DOS años después de haber fundado El Progreso y a los 82 de vida, el año 1940 fallece Purificación de Cora y Más-Villafuerte (O Valadouro, 1858). También ha sido funcionario de la delegación de Hacienda, administrador de Beneficencia Provincial, concejal y diputado provincial, presidente del Casino y del Círculo das Artes; gobernador civil de Albacete, Ciudad Real y Cuenca e interventor de la delegación de Hacienda de Córdoba.

Dicen quienes lo conocen que la nota más sobresaliente de su carácter es su jovialidad, su optimismo y su capacidad para transmitir entusiasmo, tanto en su vida pública, en la familia, o en El Progreso fundado el 17 de agosto de 1908 y que hizo ayer 111 años.

Y es fácil comprender que haya sido así, porque un objetivo como el que se pone por delante no se consigue de otra manera, muy especialmente cuando se parte de cero, porque durante los primeros años de El Progreso nada se mueve por electricidad, salvo alguna luz mortecina, ni por vapor, ni por ninguna fuerza ajena a la que acumulan los brazos de los trabajadores, las manos de los cajistas y el cerebro de administradores y redactores. Solo si logramos penetrar en ese arcano de una industrialización sin electrificar podremos comprender el valor de fundar un periódico y de mantenerlo a lo largo de 111 años de existencia.

Como es propio de casi todos los medios impresos en los albores del siglo XX, el periódico que conciben en sus cabezas Purificación de Cora y Fernando Pardo Suárez estará ligado a la formación política en la cual ambos militan, el Partido Liberal.  

La fundación va a un ritmo lento, sin embargo una circunstancia política lo precipita todo. El 17 de agosto de 1908 está anunciada la visita a Lugo de dos personalidades del liberalismo monterista. El diputado por Mondoñedo, Avelino Montero Villegas, hijo de don Eugenio, y el marqués de Alhucemas, su yerno Manuel García Prieto, que será presidente del Gobierno en cinco ocasiones, y ministro de ocho carteras.  

La ocasión es pintiparada para que la visita coincida con la fundación de El Progreso, o viceversa. Lo malo es que no está la infraestructura preparada, no hay director, no hay talleres, no hay nada, salvo la voluntad y determinación para que lo haya.

La solución va a venir de la mano de Antonio Pardo y Pardo-Montenegro, propietario de El Norte de Galicia, que se edita en Lugo desde 1901, y que pone sus talleres a disposición de la sociedad formada por Purificación de Cora y Fernando Pardo Suárez en un gesto de generosidad que los nuevos editores no olvidarán jamás.

“Recuerdo que era un día caluroso, de cielo anubarrado con tendencia a la tormenta”, escribe el hijo del fundador, Puro de Cora Sabater. Él tiene 13 años, pero ya intuye la importancia de la jornada. 

A la muerte del fundador, Francisco Leal Insua, redactor jefe, escribe: “Cuando don Puro bajaba y se quedaba en la Redacción entre nosotros, maravillaba la frescura juvenil de su mente. La jovialidad de sus ochenta y dos años, limpios de dolencia, se nos quedaba siempre en la admiración. Todo lo indagaba, todo lo tenía presente, y al final, acaso sin pretenderlo, nos dejaba el consejo de su experiencia. La característica mejor de su ancianidad era la alegría interior. 

También Trapero Pardo, recién llegado a EP, recuerda el ambiente juvenil que Purificación de Cora, a sus ochenta y dos años, imprimía a la Redacción: “Con su fino aire de hidalgo, con su palabra precisa y elegante”.

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