Miguel Enrique Cabanela González-Seco

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Cada vez que en los años treinta los universitarios de Mondoñedo van o vienen de Santiago de Compostela salen en El Progreso. Bueno, es posible que algunas navidades no lo hagan por falta de espacio. Cuando Enrique Cabanela Álvarez estudia Medicina, también son universitarios Raúl Mourelle y Severiano Aguiar, de modo que Lence Santar, a la sazón corresponsal del diario de Lugo en Mondoñedo, siempre los cita juntos, yendo o viniendo de la facultad.

El 14 de septiembre de 1932, tres años antes de acabar la carrera, quiere la casualidad que hagan ese viaje juntos el citado aspirante a médico Enrique Cabanela y otro estudiante larguirucho de la episcopal ciudad llamado Álvaro Cunqueiro Mora. Son amigos, aunque todavía no parientes por doble vínculo. El primero, porque Álvaro se casará con Elvira González-Seco, y Enrique, con su hermana Maruxa. El segundo, porque Enrique será padrino de César, el hijo del escritor, y éste, padrino de Miguel, el hijo de Enrique.

Estos antecedentes con sabor mindoniense nos acercan a los Cabanela, que además de salir en los papeles por motivos médicos y humanitarios, también lo hacen por su habilidad para extraer de los ríos truchas y salmones. Por este motivo a Rosendo le dedica varios reportajes Jorge Víctor Sueiro, y a Enrique siempre se le cita como uno de los cuatro grandes cañistas de la época, junto con Casariego, su pareja de pesca, Mourelle y Lage.

Miguel recuerda a su padre protestando a grito pelado cuando a las tres de la mañana le vienen a buscar para atender a un enfermo, pero es su forma de despertarse.Nunca deja de ir a donde le reclaman sea la hora que sea.

Lence, que era más de hospitales que de pesca, es el primero en darse cuenta de que Enrique Cabanela no es un médico corriente, y lo pone por las nubes tan solo dos años después de acabar la carrera, en 1935. Pero claro, son años en los que la mayoría de los pacientes sufren heridas de metralla y a Enrique, después de nombrarlo director del Hospital de Sangre de Mondoñedo, lo trasladan a Zaragoza como capitán y luego, a Lugo, antes de regresar a Mondoñedo, casarse y tener un hijo al que llamará Miguel Enrique, el que le tocó la cadera al Rey, como a veces se escucha en rápido diagnóstico.

Con aquellos antecedentes, el hombre está predestinado. Enrique Cabanela quiere que su hijo se forme en el extranjero y considera que la mejor opción es Alemania. El propio Miguel aprende el idioma para poder especializarse al terminar en Santiago. Va, pero no vuelve convencido del nivel que requiere para su perfeccionamiento. Hace un año de posgrado en Compostela y decide que su destino será EE.UU. Nuevo aprendizaje de otro idioma. No le cuesta escribirlo. Otra cosa es hablarlo.

Cuando le preguntan por qué elige su especialidad, Cabanela afi rma que la culpa la tiene el cirujano ortopédico judío, Marvin Dubansky, al que trata en un hospital de Iowa donde llega para hacer un año de internado rotatorio, antes de especializarse en la Clínica Mayo.

    «El doctor Dubansky era un gigante de cuerpo y de espíritu — dice el mindoniense—. Nadie me ayudó tanto como él. Me agarraba la mano en la que tenía el bisturí y me guiaba para sacar un menisco de la rodilla. Esto yo no lo había visto antes. En realidad, yo siempre quise hacer cirugía general, como mi padre. Pero Dubansky tenía un entusiasmo tan grande por lo que hacía, que consiguió contagiarme. Por otra parte, me gusta hacer cosas con las manos y la cirugía ortopédica es una de las especialidades donde uno puede hacer más carpintería, carpintería de los huesos. Además, conozco muy pocos cirujanos ortopédicos que no sean felices».

Ya en 1980, cuando lleva más de una década siendo profesor de Cirugía Ortopédica de la Facultad de Medicina de la Clínica Mayo, de Rochester, viene a Galicia para hablar a sus colegas de artroplastia de cadera a doble copa, que los profanos debemos traducir como su sustitución por una prótesis, algo que hoy ya está a la orden del día.

No sabe entonces que unos treinta y tantos años después será llamado para que intervenga al Rey, y no una, sino dos veces. La fama de Cabanela hijo se dispara mucho más allá de las fronteras que su padre había conquistado a base de atención a todos los pacientes para dar fe de que los Cabanela atienden del Rey abajo, a todos.

Mariano Trillo, uno de sus colegas en EE.UU., lo define como «el hombre de la cadera de la Clínica Mayo desde hace ya dos décadas y lo sigue siendo. Realmente es una eminencia mundial. Se trata de un médico inquieto, amable y rápido, con muy buena cabeza. Resultaba una referencia para los españoles que estábamos allí. En la Clínica Mayo, cada jefe de servicio acuña un símbolo. En las puertas de las habitaciones de los pacientes de Cirugía Ortopédica había un pequeño escudo con un zueco y un paraguas sobre el que caía la lluvia. O sea, Galicia».

De la Mayo se trae a su habitual compañero de quirófano, Robert Trousdale, y juntos le implantan al jefe del Estado su definitiva prótesis de cadera. Quizá sea cierto que hoy es una operación sencilla y no hay motivo alguno para dudarlo. Sin embargo, lo que no debe ser tan sencillo es que te elijan a ti para ponérsela al Rey, porque de entre todos los cirujanos posibles, han de quedarse con uno y ése fue Cabanela.

A él no le sorprende demasiado que lo llamen para atender a don Juan Carlos porque ya le había tratado de la lesión sufrida esquiando bastante tiempo antes. «Un año después de aquella consulta me llamó a mi casa para felicitarme en navidades y para darme las gracias porque se encontraba muy bien. Todo un detalle. Pero yo no estaba y lo cogió mi mujer Rosa. Don Juan Carlos se presentó diciéndole que era el Rey y ella pensó que era alguien tomándole el pelo. Estuvo a punto de decirle: «Sí, y yo la Reina».

Otra anécdota. El rey le llama para decirle «¡Mira lo que les he hecho a estos!» Se había embadurnado con Betadine, se puso un esparadrapo en la nariz y se venda la muñeca. De esa guisa va en busca de los médicos de La Zarzuela para decirles que se ha caído. Los médicos se llevan las manos a la cabeza hasta que el Rey se echa a reír de su propia broma.

El médico reconoce que se siente más presionado en otras operaciones de personalidades, como cuando interviene al vicepresidente de los Estados Unidos o a algún jeque árabe. Confiesa que han visto juntos la última carrera de Fórmula 1, a la que el Rey y él son aficionados. También da un titular de ésos que los periodistas agradecen porque no tienen que romperse la cabeza para encontrarlo. Fue poco después de la segunda intervención, cuando dice «queda Rey para rato».

La explicación a su optimismo se fundamenta, «primero, porque de achaques ortopédicos es raro que uno se muera. Creo que va a poder caminar normalmente, sin cojear, o con una cojera levísima. Está en buena forma física, no tiene hipertensión, no tiene problemas cardíacos... Tiene cuerda para rato». No cuenta con la abdicación.

Cuando terminan en quirófano, los dos médicos ya le habían augurado al paciente un buen nivel de recuperación, siempre que no intentase jugar al baloncesto, ni a balonvolea. El de Mondoñedo se gana a la prensa con su sorna gallega y con su tendencia a colar un chiste en cada una de las preguntas que le hacen. Claro que algún periodista va demasiado lejos pidiéndole que ponga la mano en el fuego para asegurar que el monarca nunca más tendría problemas de cadera. «Me pide usted mucho», contestó Cabanela. Y tanto, porque los problemas de cadera del hoy rey emérito son de ésa y de otras índoles.

El doctor deja descolocados a los informadores cuando les habla deque don Juan Carlos seguiría un tratamiento de cinco días con  ntibióticos orales, para a continuación, colar un inciso: «Quiero decir por boca, por supuesto». ¿Era otro chiste?

También les anula su capacidad de reacción cuando les cuenta que la segunda operación ha sido más corta que la anterior, «no por mucho, la otra fue 2,47 y ésta 2,32». Minutos, claro. Entonces suena su teléfono móvil, el doctor lo atiende y dice a quien le llama para que lo oiga toda la sala:

—Non. Estou todavía falando.

Demostrado queda que la prensa de Madrid no puede con ese cirujano gallego que traba amistad con el Rey tras realizarle las dos intervenciones. «Me ha liberado de unos dolores que me estaban matando», resume el paciente su dolencia. ¿Cómo no ser amigo del doctor?

A Miguel Cabanela le dan después el XXIX Grelo de Ouro, por parte de la Fundación Amigos de Galicia. Entre los méritos no cuenta tanto la cirugía real, como las que practica en países africanos, asiáticos e hispanoamericanos a título de inventario, resumidas como «un currículum humanitario que no tiene fin». Los organizadores, el entonces rector, Juan Viaño y la alcaldesa de Mondoñedo, Elena Candia, dan fe de que el reconocimiento es académico y popular.

El médico y exalcalde de Mondoñedo, Orlando González, manifiesta: «Es de agradecer que Cabanela haya llevado a Mondoñedo y a sus 4.000 vecinos a primera plana de la actualidad».

En la tanda de actos posteriores se incluyen dos operaciones de cadera realizadas en el HULA. Con las dos de Madrid y éstas dos de Lugo, el número de sus operaciones asciende a 10.004. Teniendo en cuenta que se le calculan diez mil en Estados Unidos, la cuenta es exacta.

Tras dejar el trabajo directo en la Clínica Mayo, a la que sigue vinculado, el hijo de don Enrique se dedica en exclusiva a formar médicos en países en vías de desarrollo como Guatemala o Vietnam, al tiempo que realiza operaciones de cadera a los pacientes más jóvenes, pues los viejos no las sobreviven.


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    España y EE.UU.

EE.UU. es un país enormemente atractivo para un joven profesional por la denominada moral/ética protestante del trabajo. En este país se trabaja mucho y en general bien. El trabajo bien hecho siempre es reconocido, algo que no pasa en España. Además, la ausencia de envidia en las relaciones profesionales también es atractiva. Esto no quiere decir que no haya zancadillas o guerras internas en los departamentos, pero si uno trabaja, lo hace bien y progresa, es reconocido. Algo que puede ser tanto bueno como malo es la gran competitividad a todos los niveles. Es brutal. Tiene la ventaja de estimular el progreso y no quedarse atrás. Pero la desventaja médica de este nivel de competitividad, es que te crea hipertensión arterial y estrés. Otro atractivo es la abundancia de medios y la seguridad en el futuro, porque aunque esto ha bajado, la situación no es tan dramática como en España. La vida diaria es más fácil aquí, y lo era mucho más hace 40 años. La calidad de vida es diferente, en cuanto a la calidad de vida hoy por hoy España está muy por encima, y la gente joven esto lo nota más, y lo tiene más en cuenta que mi generación.

Las condiciones para progresar en EE.UU. no son muy diferentes de las que se necesitan para progresar en cualquier otro país. Se resumen en las 3 Aes por sus siglas en inglés «The 3 As: Affability Adaptability and Ability », (Afabilidad, Adaptabilidad y Habilidad). Es importante para un español pensar que viene a trabajar a un país diferente y que, aunque uno no se olvide de España, hay costumbres españolas que uno aquí no puede seguir haciendo, a donde fueres, haz lo que vieres, hay que adaptarse. Otra cosa es el idioma. Es vital comunicarse correctamente, al americano medio le importa poco tu acento con tal de que te entienda. La capacidad de trabajo es importante también. Hay que darle duro y empujar un poco más fuerte para llegar a donde llega un americano medio. Además, sorprendentemente, para aumentar tu credibilidad en el trabajo, aquí hay que perder la emoción latina, tienes que hablar de su trabajo objetivamente y sin apasionarte, en cuanto uno se apasiona, pierde la credibilidad.

Miguel E. Cabanela

 

PERIPECIA VITAL
1942 Nace en Mondoñedo. 1965 Se licencia en Medicina en Santiago de Compostela.
1971 Se forma como especialista en la Clínica Mayo de Rochester (Minnesota, EE UU).
1976 Ingresa en la Clínica Mayo, donde también ejercerá la enseñanza y será jefe de Cirugía Reconstructiva. 1
996 Medalla de Plata de la Xunta. 2002 Hijo Predilecto de Mondoñedo.
2008 Fallece su padre en Mondoñedo a los 97 años. 2009 Recibe el primer premio español Fenin de Innovación Tecnológica.
2010 Miembro de honor de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología.
2012 Es distinguido por los pacientes estadounidenses por su excelencia. Implanta laprimera cadera al Rey. 2013 Segunda operación a don Juan Carlos.

 

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